EL MUNDO › OPINIóN
› Por Adriana Puiggrós *
“El Banco Santander está encantado de estar trabajando en este país. Vamos a seguir creciendo y tenemos una gran confianza en todo lo que se está haciendo en Brasil”, declaró el 12 de septiembre de 2013 el presidente internacional del Banco Santander, Emilio Botín, en oportunidad de visitar aquel país junto a su amigo, el ahora ex rey de España Juan Carlos de Borbón. Pero en julio del corriente año, el mismo banco envió una carta a sus clientes con movimientos superiores a 4900 dólares advirtiéndoles de los graves peligros que se corren ante la posibilidad de que Dilma Rousseff sea reelegida el próximo octubre: bajo crecimiento, inflación, déficit de cuenta corriente. En tácito apoyo del candidato opositor socialdemócrata Aécio Neves, el Santander, presidido por Botín, se sumó a la campaña desestabilizadora que lleva adelante el lobby bancario.
Esa escandalosa injerencia en el proceso electoral brasileño provocó una fuerte respuesta de Rousseff y del presidente del Partido de los Trabajadores, Rui Falcao, que podría derivarse a la vía judicial. Meterse tan directamente en la política de los países latinoamericanos no es lo único que hace el Santander por estos lares. Con Emilio Botín a la cabeza, el banco exhibe una vocación por la educación cuyos efectos bien podrían denominarse “Segunda colonización pedagógica de América latina”. Su socio principal en tal empresa es la española Telefónica, y su benéfica atención está centrada en la educación superior. La operación no es pequeña: en 2010, el Santander anunció que invertiría 600 millones de dólares en cinco años en las operaciones de su proyecto Universia.
La suma comprometida para el año en curso es de 945 millones de dólares, con especial atención a la universidad mexicana, que recibirá el siete por ciento del total. Y ha lanzado MiríadaX, la mayor plataforma universitaria del mundo español y portugués. Mil doscientas universidades públicas y privadas respondieron positivamente. Rectores y empresarios poblaron los salones de los tres congresos que patrocinó Universia. El más reciente se acaba de realizar en Río de Janeiro, coincidiendo con el incidente entre Botín y la presidenta Rousseff.
El proyecto educativo Santander-Telefónica ha sido llamado Bolonia Transatlántico y es el mayor esfuerzo de transformación de las universidades modernas (ya arcaicas) en el mundo hispanoamericano, imponiendo –euros y tecnología mediante– los principios del Plan Bolonia. Este último, que tuvo su origen en 1998, es la estrategia político-educativa de la Unión Europea, basada en la primacía del mercado y la lógica financiera. Sus acciones más relevantes son extender la digitalización de la educación, proporcionar educación superior virtual, sustituir los planes y programas de estudio por una variada oferta, al estilo supermercado, atender las demandas empresariales desarrollando habilidades en lugar de saberes, fomentar el intercambio de alumnos y profesores. Es su objetivo explícito conducir y homogeneizar la educación superior en Iberoamérica, y se asocia ideológicamente con la construcción de ranking de universidades (y de sus países) que realiza el PISA, programa internacional de evaluación de estudiantes, que aplica la OCDE. El complemento necesario se encuentra en la indiferencia política o en la atracción del mercado sobre gran parte de las comunidades universitarias y sus autoridades. El éxito pedagógico del Santander –que ya maneja las cuentas sueldo de grandes universidades públicas argentinas y latinoamericanas y sus campus virtuales– atenta contra la política educativa de los gobiernos populares. ¿Es posible que nuestras universidades miren para el otro lado cuando Botín conspira contra el gobierno del PT, al mismo tiempo que reciben las becas y subsidios de Universia, admitiendo una salida por derecha a la insuficiencia evidente de la universidad tradicional? Esto último explica la necesidad de construir un fuerte movimiento por rechazar la colonización y construir plataformas, planes de estudio, intercambios, estrategias de evaluación, a partir del Unasur, del Mercosur y de acuerdos entre las universidades de la región, como la Red de Macrouniversidades Públicas de América latina y el Caribe. Parafraseando a J. Stiglitz: es necesario crear un sistema legal para proteger la educación de los países soberanos en América latina y conducir su transformación.
* Diputada nacional, Frente Grande en el FpV.
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