EL MUNDO › JULIAN ASSANGE ANUNCIó QUE SE IRá DE LA EMBAJADA
› Por Marcelo Justo
“Dejaré pronto la embajada de Ecuador.” El fundador de Wikileaks, Julian Assange, sorprendió al mundo con este mensaje este lunes. Con el canciller de Ecuador Ricardo Patiño a su lado, Assange no explicó a qué se debe su repentino optimismo, aunque se refirió a los problemas de salud que viene sufriendo desde que se asiló en la embajada.
El domingo el The Mail on Sunday había publicado una entrevista en la que Assange explicaba que el encierro le ha producido arritmia cardíaca, hipertensión y problemas en los pulmones. En la conferencia de prensa, el fundador de Wikileaks aludió a sus problemas físicos y se quejó de que lo hayan privado de la libertad sin ninguna acusación en firme.
Esta falta de acusación puede ser la clave de su optimismo. A Assange la Justicia sueca quiere interrogarlo para decidir si lo van a acusar de varias alegaciones de abusos sexuales formuladas por dos mujeres en 2010. El día en que Suecia iba a interrogarlo al respecto, Assange huyó al Reino Unido. Cuando, dos años más tarde, parecía inminente su arresto en Londres y extradición, Assange se refugió en la embajada ecuatoriana.
Desde entonces ha habido un tire y afloje cuatripartito con un titiritero en las sombras. Ecuador ha sostenido el derecho de asilo como sacrosanto mientras que el gobierno británico ha dicho que debe cumplir con el dictamen de la Justicia británica, que falló a favor de su extradición. Los abogados de Assange han solicitado que el interrogatorio se haga en Londres: las autoridades suecas han respondido que en casos de delitos sexuales esto no es posible. Entre bambalinas, Estados Unidos ha presionado a todos. Desde la filtración de cientos de miles de mensajes secretos de embajadas estadounidenses en 2010, la mayoría sobre la participación norteamericana en Irak, políticos como el ex candidato a la nominación republicana Mick Hucakbee han pedido la ejecución de los responsables.
¿A cuento de qué entonces el optimismo? El Reino Unido ha realizado una reforma legal que, entre otras cosas, cambia el régimen de extradición en un capítulo fundamental: no se puede extraditar si no hay una acusación en firme. Según el mismo Assange, “ha cambiado el ambiente” en Londres. “Ahora se comprende que era correcto lo que he venido diciendo sobre la injusticia de arrestar y extraditar sin cargos”, señaló al sitio de noticias Fairfax. En el mismo sentido se manifestó el canciller ecuatoriano al señalar que las reformas legales “crean un mejor clima para que podamos alcanzar una acuerdo”.
El problema es que la ley no es retroactiva. Si el caso hubiera tenido lugar con las nuevas reglas de juego, el Reino Unido no habría concedido la extradición, pero eso no modifica el dictamen de la Justicia en 2012. En este sentido, la cancillería británica señaló que seguía buscando una solución diplomática al problema, pero reiteró que Assange debe ser extraditado. “Como siempre, esperamos que Ecuador pueda dar fin a esta difícil y costosa situación”, señaló una portavoz del Foreign Office.
En la conferencia de prensa, Assange negó que su salud fuera el principal argumento para buscar un salvoconducto que le permita llegar al aeropuerto para tomar el avión a Ecuador. El fundador de Wikileaks sugirió que no iba a salir pronto por las “razones que están diciendo Sky y la prensa de Murdoch”, es decir por salud. Agregando una pieza más al rompecabezas, el canciller Patiño dejó en claro que Ecuador no abandonaría a Assange.
La última extradición de altísimo voltaje político que no llegó a término en el Reino Unido fue la del general Augusto Pinochet que, después de casi dos años de procesos legales, consiguió en 2000 un salvoconducto para volver a su país porque “no estaba en condiciones físicas y mentales de afrontar un juicio”. El dictamen fue inmediatemente desmentido por la realidad, cuando el general llegó a Santiago y se levantó de su silla de ruedas para saludar su regreso al país. Assange no es Pinochet. El equilibrio de fuerzas no está a su favor: difícilmente las autoridades británicas muestren la misma flexibilidad. Salvo que haya conversaciones secretas a punto de destrabar el impasse, su repentino optimismo es enigmático y sorpresivo.
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