EL MUNDO › LA PRESIDENTA BRASILEñA MOSTRó SINTONíA CON EL PAPA Y LA AMBIENTALISTA USó UN DISCURSO TECNOCRáTICO
Dilma y la evangélica Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño, fueron las protagonistas del encuentro televisivo completado por otros seis candidatos que tomarán parte en la disputa presidencial del 5 de octubre.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Coincidencias (¿electorales?) entre Dilma y Bergoglio. “Mi gobierno tiene una concepción de la familia basada en la realidad, nosotros no hacemos una definición de lo que debe ser la familia, no queremos interferir en un asunto de la sociedad, en Brasil hay varios tipos de familia”, opinó la presidenta y candidata a la reelección el martes, dos días después de que el papa Francisco casara a una pareja formada por una madre soltera y un hombre cuyo primer matrimonio fue disuelto por la iglesia.
La jefa de Estado brasileña, divorciada, citó palabras de Francisco al desarrollar su idea sobre la familia en el siglo XXI, hablando ante periodistas poco antes de participar en un programa televisivo frente a su adversaria Marina Silva, organizado por la Conferencia Nacional de Obispos del país católico más poblado del mundo, con 202 millones de habitantes.
Raymundo Damasceno Assis, titular de la Conferencia de Obispos y anfitrión del debate que se realiza cada cuatro años, entregó a los candidatos un proyecto de reforma política en la que se incluye el fin del financiamiento privado de campañas, propuesta defendida por el Partido de los Trabajadores (PT) y resistida por los empresarios en coludio con los grandes los medios de comunicación.
De ese modo, el cardenal Damasceno Assis escogió orientar el debate en una perspectiva algo más política que moral o religioso (asuntos que también se discutieron), a diferencia de lo sucedido en 2010, bajo el reinado del papa Benedicto XVI, cuando el programa debatió con insistencia el aborto y el matrimonio homosexual.
En la campaña anterior, el papa bávaro orientó a los obispos contra Dilma, por haber cometido el sacrilegio de apoyar la interrupción legal del embarazo, en lo que fue una interferencia política que congeló las relaciones entre Brasilia y el Vaticano hasta su recomposición en marzo de 2013, cuando Jorge Mario Bergoglio pasó a ser el papa Francisco.
En julio del año pasado, Bergoglio, con el aval político de Dilma y el gobierno del PT, fue recibido en Río de Janeiro por millones de jóvenes, a quienes instó a tomar las calles y las favelas –porque tiene conciencia del terreno perdido ante las iglesias neopentecostales que conquistaron casi el 25 por ciento de los brasileños– y se preocupó poco en hablar del aborto.
Mas, al dejar Brasil, declaró durante el vuelo hacia Roma que él no podía juzgar a los homosexuales, declaración que mereció elogios por sectores del movimiento GLBT brasileño. Según trascendidos publicados en diarios locales, el Vaticano no repetirá el error del papa emérito Ratzinger y adoptará una posición discreta, con algunos gestos que podrían indicar guiños hacia Dilma, una católica poco practicante, que construyó una relación fluida con el ex arzobispo de Buenos Aires.
Dilma y la evangélica Marina Silva, del Partido Socialista Brasileño, fueron las protagonistas del encuentro televisivo completado por otros seis candidatos que tomarán parte en la disputa presidencial del 5 de octubre. Mientras Dilma y Marina se maquillaban en los camarines antes de ingresar al estudio de la tevé católica, el martes por la noche, la cadena opositora Globo divulgaba una encuesta de Ibope donde la petista sigue adelante con el 36 por ciento de las intenciones de voto, seguida por la ambientalista, con el 31 por ciento.
No fue una buena noticia para la mandataria, quien perdió tres puntos ante el sondeo anterior, mientras Marina retrocedió sólo uno. Si se toma solamente el electorado católico, Dilma está adelante, con el 41 por ciento, frente al 36 por ciento de Marina, y si se miden sólo los evangélicos, Marina gana con holgura, 41 a 27.
En la proyección sobre el probable ballottage del 26 de octubre, Marina sigue adelante, con el 43 por ciento de todo el electorado, igual número que hace una semana, mientras Dilma suma el 40, habiendo retrocedido 2 puntos.
La hipotética victoria de Marina en el cómputo general del segundo turno fue motivo de optimismo en la Bolsa de Valores de San Pablo –donde echan pestes contra el PT–, cuya ronda de negocios subió más del 2 por ciento, mientras las acciones de Petrobras avanzaron cerca del 5 por ciento. Elude, Marina, mencionar que entre los sospechados de corrupción está Eduardo Campos, el fallecido candidato presidencial por el Partido Socialista.
Nada nuevo: cuando un sondeo indica que Marina le ganará al PT el 26 de octubre, esto motiva números positivos en el mercado, donde saben que la ecologista restaurará la posología liberal aplicada en la década del ’90 por su aliado, el ex mandatario Fernando Henrique Cardoso.
Marina posiblemente repetirá a Cardoso con la política de privatización gradual de Petrobras, tal vez revisando las leyes sancionadas durante los gobiernos petistas, una posibilidad que anima de igual modo a los tenedores privados de títulos de la petrolera como a las petroleras extranjeras, particularmente las norteamericanas, las más perjudicadas por las reformas ocurridas durante los gobiernos de Dilma y Luiz Inácio Lula da Silva.
Petrobras fue motivo de un acalorado cruce de opiniones en el programa televisado por la red católica de medios, donde estuvo el pastor Everaldo, un evangélico rubicundo, con el uno por ciento de apoyo, impulsor de un programa de gobierno de tres puntos: privatización total de Petrobras, prohibición del aborto y reducción de la minoría de edad penal.
Marina Silva es tan enemiga del aborto y poco simpática a la familia de personas del mismo sexo como su compañero de fe, el candidato Everaldo.
Ella es más ponderada que el predicador pentecostal cuando propone revisar la gestión de Petrobras (la candidata fue repudiada esta semana por el sindicato de los petroleros) y opta por un discurso tecnocrático, prometiendo convocar a “los mejores técnicos” en lugar de políticos “petistas” que hicieron de la empresa un supuesto “antro” de negocios turbios.
En ese sentido, la dirigente opositora Marina menciona insistentemente los casos de corrupción denunciados en Petrobras, el más sonado involucrando a un ex director, actualmente preso, que ayer fue indagado por los miembros de una comisión investigadora del Congreso.
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