Dom 21.09.2014

EL MUNDO  › CARDOSO IRRUMPE EN LA RECTA FINAL DE LA CAMPAÑA

Dilma volvió a crecer

Respaldada por los programas sociales aplicados durante los doce años de gobiernos del PT, Dilma prometió la semana pasada que si fuera reelecta continuaría en vigor la Bolsa Familia.

› Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Los límites del melodrama. La presidenta Dilma Rousseff volvió a crecer en la última encuesta de cara a la primera vuelta electoral del 5 de octubre robustecida por un discurso que, hasta ahora, logró contraponer argumentos reales, y documentados, frente a la narrativa emocional de Marina Silva, cuya estrella comienza a opacarse, aunque continúe siendo la favorita para vencer en el ballottage que se realizará el 26 del próximo mes.

Rousseff, que subió el viernes al 37 por ciento de las intenciones de voto frente al 30 de Marina para los comicios del 5 de octubre, dijo ayer que “faltan pocos días para las elecciones... se dicen mentiras... hablan de la Bolsa Familia, nuestro programa más fuerte para reducir la pobreza y la desigualdad...si ellos vencen, la Bolsa Familia se va a acabar”.

Respaldada por los programas sociales aplicados durante los doce años de gobiernos del PT, Dilma prometió a comienzo de la semana pasada que si fuera reelecta, continuaría en vigor la Bolsa Familia, pero puso en duda que Marina la mantenga igual que hoy, atendiendo a 50 millones de pobres, debido a los compromisos asumidos por la oposición con sectores que siempre la consideraron como “una política populista” y hasta la llaman “Bolsa Limosna”.

Allí entró en escena Marina, que pese a su retroceso igual vencería en el ballottage con 46 por ciento contra el 44, quien a través de un spot televisivo concebido con la estética de un sermón evangélico denunció los “ataques permanentes de Dilma contra mí”.

La propaganda arranca con un plano corto de Marina gritando: “Dilma, yo no voy a combatirte con tus armas, sino con nuestra verdad... (surge un piano de fondo)... vamos a mantener la Bolsa Familia. ¿Sabés por qué? (vuelve el piano). Porque nací en una seringa (plantación de caucho)... yo sé lo que es pasar hambre, todo lo que nuestra madre tenía era un huevo y cebolla para ocho hijos”. Plano general de Marina, del Partido Socialista Brasileño, frente a centenas de personas vivando su nombre y una asistente, junto a ella, llorando cuando se inicia el remate del aviso transmitido en cadena nacional de TV.

“Recuerdo haber mirado a mis padres y preguntarles: ¿ustedes no van a comer? (Pausa de la candidata, con la voz embargada, que luego se repone y concluye.) Dilma, quien vivió esa experiencia jamás acabará con la Bolsa Familia.” Lo contado por Marina es cierto. Nació y se crió en la miseria, su padre actualmente vive en la pobreza, trabajó en las seringas de la Amazonia, donde contrajo una enfermedad seria, militó contra los hacendados, decidió ser monja y luego desistió, aprendió a escribir a los 16 años y a los 25 obtuvo su título universitario.

Hasta su candidatura está atravesada por lo trágico, ya que fue anunciada pocos días después de que el postulante socialista Eduardo Campos falleciera, el 13 de agosto, en un accidente aéreo. Su retórica emociona porque su vida es de novela, pero su formulación política hace agua en argumentos genéricos, o en retractaciones casi cotidianas sobre cuál será su política petrolera, laboral y sobre minorías sexuales.

Hasta hoy Marina no respondió a Dilma cuando ésta le pregunta cómo conciliará una política económica ortodoxa (la socialista prometió dar independencia al Banco Central y disciplina fiscal férrea) con la expansión de los programas sociales y de las políticas de promoción de la vivienda popular, aumento del empleo y alza del salario por encima de la inflación, como ocurre desde el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011).

A Dilma no se le quiebra la voz, y su estilo, si se trata de compararlo con algún género televisivo, se aproxima al de un sobrio conductor de programa de noticias. “Yo no ataco a la candidata Marina, yo presento mis divergencias, eso es la democracia... porque creo que la campaña debe tener un alto nivel de debate.”

A mitad de semana el contrapunto resurgió cuando Marina habló de “actualizar” la legislación laboral como se lo recomendó “el profesor Giannetti da Fonseca”, economista liberal que fue miembro de la Federación de Industrias de San Pablo y declara compartir el modelo aplicado en los años ’90 por el ex presidente Fernando Henrique Cardoso. Dilma retrucó tajante la sugerencia de Marina, “yo no cambio los derechos que están en la legislación laboral ni que la vaca tosa... estoy hablando de las vacaciones, del decimotercero, de las horas extras, del fondo de garantía por tiempo de servicio”.

“Marina defiende la tercerización laboral utilizando los mismos argumentos que citan los patrones... está claro que ahora ella va a desdecirse y decir que la atacan, pero esto es lo que dijo”, terció Vagner Freitas, titular de la Central Unica de los Trabajadores. “En Brasil, cuando se habla de cambiar las leyes laborales, no es para favorecer a los trabajadores, el mejor ejemplo de esto fue Fernando Henrique Cardoso con su proyecto de ‘actualizar’, la misma palabra usada por Marina, que de hecho buscaba la total desregulación”, reforzó el dirigente sindical.

Posiblemente éstas sean las elecciones más disputadas desde 1989, cuando Fernando Collor de Mello venció en los primeros comicios presidenciales después de la dictadura. Ningún análisis riguroso está en condiciones de vaticinar quién vencerá, pero en el duelo de estilos Dilma hizo valer el suyo, por lo pronto, al poner en evidencia los eufemismos de Marina con su fuga hacia el melodrama.

La de Dilma es una estrategia de forma y de fondo: propone politizar la disputa mientras su adversaria, defensora de una “nueva política” de contornos gaseosos, se refugia en consignas como “voy a gobernar con los mejores, no importa de qué partido vengan” o “yo no propongo el embate, quiero el debate”.

Pero Helio Gastaldi, de la encuestadora Ibope, observó ayer: “La estrategia de ser víctima ante Dilma no le está funcionando bien a Marina, esto tuvo un efecto negativo para ella, ahora tendrá que remediar ese desgaste”.

Dilma, debido a su discurso frontal, entre otros motivos, cuenta con un alto rechazo, del 33 por ciento, pero su elector es “más fiel”, mientras Marina, tiene menos rechazo, del 22 por ciento, y su “votante es más volátil, de momento, cuando más dure la campaña, Marina tiene más que perder” apuesta el especialista, sin desconocer que la ambientalista es favorita a imponerse en el segundo turno.

Desde agosto, cuando una tragedia mató al entonces candidato Campos dando vida a la postulación de su sucesora, la popular Marina, e hiriendo de muerte (salvo algún giro imprevisto) las chances del socialdemócrata Aécio Neves, el también socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso echó a volar sus fantasías de recuperar influencia en el Palacio del Planalto, del que se fue con más del 70 por ciento de reprobación popular en enero de 2003 para ser sucedido por Lula.

La representante del Partido Socialista anunció su intención de tener al ex mandatario como uno de sus consejeros (¿interlocutor ante empresarios y potencias occidentales?) si fuera electa el mes entrante. Por lo pronto Cardoso se desentendió, de hecho, de su correligionario Neves para tornarse un fiador internacional de Marina, y en esa condición viajó a Estados Unidos donde aseguró, ante una platea de inversionistas en Nueva York, que con ella harán buenos negocios y, días más tarde, concedió una entrevista a Andres Oppenheimer, del diario El Nuevo Herald, de la sureña Miami.

“La visión prevaleciente (en el gobierno Dilma) es anticuada, tercermundista, de los años sesenta o setenta, creo que Marina Silva no tiene esa misma visión, tan anticuada, es más abierta en lo que hace a la cuestión externa... Hay una suerte casi de complicidad del gobierno de Brasil con los desatinos de la Argentina”, cuyas autoridades se oponen a la firma de un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, se quejó Cardoso ante el Herald.

“La victoria de la oposición podría significar una especie de ruptura en la actual política exterior de Brasil”, ponderó el último gobernante brasileño que viajó a Washington en el marco de una visita de Estado, teniendo como anfitrión a su amigo, el demócrata Bill Clinton.

En 2013, Dilma Rousseff recibió una invitación de Barack Obama para viajar con el mismo estatus –visita de Estado–, pero ella lo rechazó en repudio al espionaje contra su despacho y las oficinas de Petrobras perpetrado por la agencia NSA, de lo que resultó un virtual congelamiento de las relaciones bilaterales, que Cardoso cree que se entibiarán si vence Marina.

“Hay una parálisis de la política externa... (porque) el corazón de muchos funcionarios (de Rousseff) es, para decirlo en una palabra sencilla, ‘bolivariano’”, abundó Cardoso.

En la actualidad, Cardoso es uno de los líderes más consultados por las cadenas internacionales curiosas en saber hasta dónde llega la conversión, y por tanto la credibilidad para el mercado global, de la ex ministra de Lula, Marina Silva, que rompió su ficha de afiliación al PT en 2009.

El Nuevo Herald de Miami, así como su columnista Andrés Oppenheimer, parecen persuadidos de que Marina merece ser respaldada en su condición de alternativa real ante una Dilma “intervencionista” y hostil a Washington.

Desde hace semanas, Oppenheimer cuestiona a Dilma y hace votos por una victoria opositora en sus artículos del diario y su programa en la CNN. “Creo que esto podría ayudar a Brasil a volver a la senda del crecimiento y podría hacer cambiar el rumbo económico de toda la región”, dice esperanzado el periodista, ante la hipótesis plausible de una victoria de la dirigente ambientalista.

Con todo, cabe recordar que los presagios de Oppenheimer suelen ser desmentidos por la realidad: hace 21 años, el periodista nacido en Buenos Aires publicó el libro La hora final de Castro, subtitulado “La historia secreta detrás de la inminente caída del comunismo en Cuba”.

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