EL MUNDO › EMPATE TECNICO EN LA PRIMERA SEMANA DE LA VUELTA DECISIVA DE LA ELECCION PRESIDENCIAL
La tónica del discurso del candidato neoliberal es decir basta a doce años seguidos del PT en el poder. Dilma defenderá el proyecto que benefició a por lo menos 40 millones de brasileños que salieron de la zona de pobreza.
› Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
La primera semana de la vuelta decisiva en las elecciones presidenciales termina con Aécio Neves, del PSDB, que defiende un programa neoliberal, en la delantera: tiene 51 por ciento de intención de voto. La actual presidenta, Dilma Rousseff, del PT, que defiende la continuidad del proyecto iniciado en 2003 con la primera presidencia de Lula da Silva, el 49 por ciento. Como los sondeos declaran un margen de error de 2 puntos, ambos están técnicamente empatados.
Para Aécio Neves es un buen resultado: él creció desde la primera vuelta, realizada el domingo 5 de octubre, casi el doble de Dilma Rousseff. Pero para la candidata del PT el resultado es igualmente bueno: como su adversario venía de una estampida (en dos semanas logró atropellar a Marina Silva, que una vez más quedó relegada al tercer lugar), era alta la posibilidad de que en esa primera semana los sondeos indicasen una ventaja sustancial, lo que no ocurrió.
Hay, en verdad, una disputa muy tensa y muy cerrada, con un país literalmente dividido al medio. La tónica del discurso del candidato neoliberal es decir basta a doce años seguidos del PT en el poder. Los blancos preferenciales de sus duras críticas son el crecimiento económico flojo (el PIB crecerá menos de uno por ciento este año), los excesivos gastos públicos, la interferencia exagerada del Estado en la economía y, muy especialmente, la corrupción. Dilma defenderá el proyecto que benefició a por lo menos 40 millones de brasileños que salieron de la zona de pobreza e ingresaron al mercado de consumo, el énfasis puesto en los programas sociales, la conservación del empleo, una política externa soberana y la priorización en educación. Su principal crítica al programa de Aécio Neves es que se trata de una vuelta al pasado, cuando se benefició a los beneficiados de siempre y “los pobres no aparecían en el presupuesto de la nación”.
Aécio Neves, en la televisión (y eso tendrá importancia en los debates cara a cara, que empiezan la semana que viene), tiene un discurso articulado, habla con fluidez. Dilma, al contrario, se expresa de manera confusa, chorrea datos y números, y frente a la audiencia tiene la misma capacidad de seducir que un tomate crudo. Su principal argumento es la comparación entre lo que se hizo cuando el PSDB gobernaba al país y lo que se viene haciendo desde la llegada del PT. Con relación a la corrupción, su argumento es que nunca como ahora se investiga y los responsables reciben penas ejemplares.
Mucho más que geográficamente, el país está dividido al medio en términos de clases sociales. Un análisis del mapa de votación muestra claramente que Aécio Neves ganó fácilmente entre las clases alta y media, mientras que Dilma lo arrolló entre las clases de menos renta. Entre la llamada “nueva clase media” (en efecto, una clase media baja, recién salida de la pobreza gracias a los programas sociales y económicos del PT), el electorado se dividió en partes iguales. O sea: muchos de los que hoy dicen optar por Aécio Neves votaban, hasta hace ocho o diez años, a Lula da Silva. Ascendidos socialmente, pasan a tener una insólita identificación electoral con el adversario.
Otros cálculos muestran que, al término de la primera semana de esta etapa decisiva, existen alrededor de 25 millones de votos sin dueño, o sea, electores que no optaron por Dilma ni por Aécio en la primera vuelta: o eligieron otros candidatos o simplemente anularon su voto o votaron en blanco. Y es ese batallón de electores el que está en la disputa prioritaria de los dos.
Es muy difícil para Aécio robarle votos a Dilma entre las clases menos favorecidas. Y la inversa también es verdadera: a cada nueva denuncia de corrupción (y los medios masivos de comunicación disponen de harta munición para minar la candidatura de Dilma en este final de carrera) se hace más fuerte el rechazo al PT y a todo lo que se relacione al partido.
En los tres estados con mayor contingente de electores –San Pablo (22 por ciento del total), Minas Gerais (14) y Río de Janeiro (11)–, la posición de ambos candidatos tiene base sólida. Aécio seguramente ganará en San Pablo, un estado conservador y de fuerte sentimiento anti-PT. Dilma ganó la primera vuelta en Minas y tratará de crecer ahora. Cuenta con el respaldo de Fernando Pimentel, quien derrotó claramente al candidato Neves. Esa victoria gana peso especial porque el PSDB gobernó Minas Gerais durante los últimos doce años y es la base electoral más importante de Aécio Neves. En Río de Janeiro, Dilma obtuvo una ventaja inferior a la esperada, pero ahora cuenta con el respaldo de los dos adversarios que disputan el gobierno estadual (el sistema político brasileño tiene, entre sus múltiples peculiaridades, la de oponer regionalmente a aliados nacionales).
En este escenario tan cerrado e imprevisible, la propaganda en radio y televisión, como los tres debates programados, tendrán peso decisivo. Aécio cuenta, además, con un aliado poderosísimo: los conglomerados de comunicación. Para contrarrestar, el comando de campaña de Dilma recurre a las redes sociales.
La batalla será dura, la más dura desde la redemocratización, en 1985, y desde la retomada de las elecciones, en 1989. Está en juego la continuidad de un proyecto de país, que Dilma promete profundizar y mejorar, o el retorno a una fórmula ya probada, entre las dos presidencias de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), y cuyos resultados no son exactamente buenos recuerdos para la mayoría de los brasileños.
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