Dom 19.10.2014

EL MUNDO  › OPINION

El socialismo neoliberal francés

› Por Emir Sader

Fue en el paso del primer al segundo año del primer gobierno de François Mitterrand que se introdujo esa –hasta entonces paradójico– idea de un Partido Socialista que asume un programa neoliberal. El primer año (1981) fue la fiesta de la izquierda francesa –en la cual se proyectaba la izquierda europea y otras izquierdas del mundo–, empezando por la implementación de su programa histórico de nacionalizaciones, de rescate del papel planificador del Estado, de consolidación y expansión del Estado de Bienestar Social. Fueron nacionalizados los bancos y parte importante de las corporaciones industriales, elevados los impuestos, extendidos los derechos sociales, aumentados los puestos de servidores públicos, se declaró el fin de la pena de muerte.

Pero la llegada de los socialistas al poder tardó todo el largo período desde el final de la Segunda Guerra. Cuando finalmente triunfó, el neoliberalismo ya emergía como el nuevo modelo, con su diagnóstico del estancamiento de la economía mundial, sus valores, sus propuestas devastadoras y su ascenso incontenible.

Cercado por la nueva hegemonía global conducida por las potencias anglosajonas dirigidas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, Mitterrand terminó cediendo e implementando una política de austeridad a lo largo de los años siguientes, 1982 y 1983, hasta que en 1984 su gobierno ya adoptaba la nueva configuración de la socialdemocracia y su versión del neoliberalismo. En vez de la solidaridad con la periferia –especialmente con América latina, víctima privilegiada del neoliberalismo–, Francia escogió la alianza subordinada al bloque anglosajón.

La llegada al gobierno del PSOE en España, en 1982, bajo la conducción de Felipe González, ya se hizo bajo ese nuevo modelo asumido por la socialdemocracia, que empezó a generalizarse como nueva configuración de esos partidos, adecuándose a la hegemonía neoliberal. Tanto en Francia como en España se rompió la histórica alianza con los comunistas, y los partidos socialistas europeos contagiaron a sus congéneres en otras partes del mundo con su nueva vía.

Después de haber surgido de manos de la extrema derecha en América latina, en el Chile de Pinochet, el neoliberalismo fue asumido por corrientes originalmente nacionalistas –como el PRI mexicano, el peronismo con Carlos Menem, en la Argentina–, hasta que la misma socialdemocracia del continente, mirando hacia sus referencias europeas –el socialismo chileno, el venezolano, el brasileño–, concluyeron el cerco neoliberal a la región.

El Partido Socialista Francés, desde el peor índice de apoyo a un presidente del país, sigue su camino, con un nuevo paquete, dando continuidad al camino asumido por Mitterrand ya hace más de 30 años. En la búsqueda de retomar el crecimiento, con nuevas medidas liberalizantes, en un continente en el que las políticas de austeridad llevan hasta a su principal conductor, Alemania, a la recesión.

Aun con las duras medidas tomadas, el mercado quiere siempre más sangre, y Bruselas exige el cumplimiento del 3 por ciento de déficit público, a lo que los débiles gobernantes franceses hasta ahora se niegan, alegando que ese objetivo volvería todavía más difícil superar la recesión. Pero todo el marco del debate se hace dentro de los paradigmas neoliberales de las economías de mercado, del libre comercio, del debilitamiento del Estado y de los derechos sociales.

En la paradoja del socialismo neoliberal desaparece totalmente el tono mínimamente socialista y triunfa –aun tardíamente, habiendo fracasado en la misma Europa y en América latina– el modelo neoliberal. Mientras en Latinoamérica los gobiernos luchan, aislados de sus antes tradicionales aliados europeos, para superar la dura carga del neoliberalismo.

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