Mar 21.10.2014

EL MUNDO  › OPINIóN

Podemos contra los fieles del No Podemos

› Por Alfredo Serrano Mancilla *

Han probado de todo y con todo. Podemos sigue siendo la diana recurrente de la casposa y castosa partidocracia en España. Detrás de cada bala, siempre llega otra. Sin embargo, toda esta munición ha dejado de ser efectiva. Es demasiado obsoleta para contrarrestar a esta nueva formación política y social en movimiento y crecimiento, con aire fresco, que usa un renovado relato sorteando las trampas tradicionales de un poder constituido cada día más deconstituyente. No valen las viejas críticas frente a este nuevo instrumento político que no se presta a jugar al “mejor perdedor”. Podemos no persigue el aplauso de una minoría ilustrada, sino que busca ser el legítimo representante del nuevo sentido común de la mayoría social. Su batalla cultural utiliza nuevas formas de seducción. No piden carnets ni de izquierdas ni de derechas, sino que han decidido resignificar las metáforas que constituyen los nuevos imaginarios para alcanzar nuevas lealtades; es hora de elegir entre democracia y oligarquía, entre pueblo y casta.

Estos aciertos tácticos y estratégicos no significan que la travesía de Podemos en la política española haya sido color de rosas. Primero, fueron los ataques contra el movimiento de los indignados (15M, del 2011), boboestigmatizándolo como si se tratara de un grupo marginal no representativo de la mayoría social española. Pero no eran ni extraterrestres ni antisistemas. Se equivocaron creyendo que podían construir una gran muralla para incomunicar al pueblo que se manifestaba de aquel otro pueblo que parecía estar callado. La remake de esa vieja táctica guerracivilera, de diferenciar entre buenos y malos, fue absolutamente infructuosa. Brutal error de medición política para el bipartidismo que aún lo sigue pagando caro porque demuestra que desde hace años perdió todo olfato popular.

Luego, a la indignación se le dijo que se presentara a las elecciones pensando que esto jamás iba a suceder. Pero se llevaron una sorpresa cuando Podemos decide aceptar el órdago conformando un método político para acudir a las elecciones europeas del 25 de mayo de 2014. Frente a ello, la reacción inmediata fue silenciarlo, hasta el punto de invisibilizarlo en todas las encuestas. Pero luego, los cinco eurodiputados de Podemos fueron tan ruidosos que las arremetidas tuvieron que cambiar de flanco. Que si son etarras; que si son chavistas (como si esto fuera un insulto viniendo de aquellos que sí han logrado llevar a España a la ruina social y económica); que si son populistas (como si hablar como pueblo para el pueblo fuera un pecado); José María Aznar y Felipe González también se sumaron a la jihad antipodemista. Pero nada resulta ser eficaz como antídoto para frenar a lo que constituye Podemos. Porque no se trata de anular a sus líderes, sino que lo complicado es acabar con la fuerza simbólica que Podemos supone.

¿Y ahora, qué? Lo último viene del recurrente mito de lo imposible, esto es, cuando no se puede vencer el discurso del adversario, lo mejor, según una vieja estrategia del poder económico, es afirmar que es “lindo pero imposible”. El neoliberalismo fue consolidándose de manera irreversible gracias a su capacidad expropiadora, que ha llegado a abarcar hasta la expropiación de las ganas y esperanzas de cambiar las cosas. Esa es la nueva batalla: Podemos contra los fieles del No Podemos. Por ahora, Podemos continúa ganando terreno frente al eco dominante del desánimo. Lo visto en la Asamblea Sí se Puede este pasado fin de semana en Madrid muestra precisamente que hay mucha gente que sí cree que tienen capacidad para cambiar las cosas. Frente a ello, los ataques no descansan, y se reinventan. Ahora buscan desde afuera avivar la división interna en Podemos simplemente porque se observan opiniones diferentes, por ejemplo en la forma de organización. Tan mal acostumbrado nos tiene el bipartidismo que opinar diferente tiene hasta mala prensa. Sin embargo, Podemos vuelve a revitalizar un principio algo oxidado en la política española: la confrontación es esencial para mantener viva a la política. Y así lo practica: discusión abierta para que luego abiertamente la ciudadanía elija aquello que desee. Y así, Podemos en unos días saldrá eligiendo su propia forma de organización, que ha de compatibilizar virtuosamente democracia y eficacia necesaria y suficiente para disputar el momento histórico que vive actualmente España.

* Doctor en Economía, director de Celag.

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