EL MUNDO › OPINIóN
› Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
Como en una carrera alucinada, los dos adversarios encaran el tramo final dispuestos a un esfuerzo sobrehumano con tal de llegar primeros y llevarse merecidamente el trofeo, que en este caso es la presidencia del mayor país y de la mayor economía de América latina, y una de las ocho mayores del mundo. Una disputa que pone frente al electorado de 143 millones de personas dos opciones: seguir con el proyecto implantado en Brasil a lo largo de los últimos doce años o volver al modelo aplicado entre 1995 y 2002, que consiste esencialmente en buscar la estabilidad económica y el ajuste fiscal a cualquier precio, con la consecuente y drástica disminución del papel del Estado, priorizando el sector y los intereses privados y trazando un nuevo destino para programas sociales.
Ha sido una campaña durísima, con fuerte intercambio de denuncias y acusaciones, y que dejó al margen un aspecto de importancia capital: ¿cuál será la política externa brasileña? También en este tópico lo que existen son dos propuestas que se confrontan de manera clarísima.
Del lado de Aécio Neves, el formulador de su proyecto para esa política es un veterano diplomático, Rubens Barbosa, quien ocupó durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso las importantes embajadas de Londres (1994-1999) y Washington (1999-2004, que se extendió durante el primer año de Lula da Silva). Retirado del servicio activo, Barbosa se hizo jefe del consejo de comercio exterior de la poderosa Fiesp, la patronal Federación de la Industria del Estado de San Pablo. Es un crítico especialmente ácido de todo lo que se hizo en las relaciones externas brasileñas en los últimos doce años.
Del lado del PT de Lula y Dilma, la figura de destaque no es propiamente un diplomático, sino el sociólogo Marco Aurélio García, que ocupa, desde la llegada del PT al poder, el puesto de asesor de la Presidencia para Asuntos Internacionales. En los dos mandatos de Lula, su influencia fue mayor que con Dilma. Pero aun así, es figura fundamental en la formulación de la política externa del país.
Para Barbosa, urge cambiar todo, empezando por las relaciones con los vecinos. En lugar de dedicarse a fortalecer la integración de Sudamérica y del eje Sur-Sur diseñadas en tiempos de Lula, el país pasará a privilegiar las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea. En relación con China, las relaciones serían “enfáticas”, pero no de “manera ideológica”, sin que se aclare el significado de la frase.
Bolivia perderá el acceso al crédito, “a menos que adopte programas confiables de combate a las drogas”, Cuba no tendrá ninguna financiación para obras de estructura y el Mercosur pasará a ser tratado “como lo que es: algo anacrónico que no sirve a los intereses brasileños”.
Rubens Barbosa es claro y didáctico: “Primero, hay que eliminar la influencia ideológica en la política externa y comercial”. No aclara cómo el abandono de la actual línea y el retorno a las relaciones estrechas con Washington y la Unión Europea estaría libre de componentes ideológicos. Defiende, además, un duro corte en el número de representaciones diplomáticas brasileñas en el exterior, con el foco en los países “económicamente insignificantes”.
Para el Mercosur, una nueva función: en lugar de integración, buscar la liberalización comercial unilateral, eliminando la cláusula que obliga a los países del bloque a adoptar decisiones y acciones conjuntas. Otra prioridad del programa de Aécio Neves, aclara Rubens Barbosa, es eliminar la “carga ideológica” de organismos regionales creados a lo largo de los últimos doce años, como la Unasur (Unión de las Naciones Suramericanas) y la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Según Barbosa, en referencia a esos bloques, “el PT quiso hacer una unión política contra los Estados Unidos”. Así, ya no se mencionará la expresión “Sur-Sur” para designar la prioridad de relacionarse con países pobres, en desarrollo o los considerados emergentes. Prioridad será superar el actual estado de las relaciones con Washington, muy alicaídas luego del escándalo de espionaje que alcanzó inclusive al celular y al correo electrónico particulares de Dilma Rousseff.
Para Marco Aurélio García, creer que el Mercosur es un obstáculo para que Brasil cierre acuerdos comerciales es “un equívoco”. Menciona un ejemplo: “El acuerdo Mercosur-Unión Europea no ocurrió porque los europeos no llegan a una propuesta final”. Y resume, de forma contundente, las propuestas de los adversarios: “Son ideas que reducirían América latina a polvo. Intentan resucitar el cadáver debidamente sepultado del ALCA, Area de Libre Comercio de las Américas. Solamente quieren tener relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, sin medir las graves consecuencias que eso tendría sobre nuestra industria”.
Defiende actitudes independientes y de respeto en las relaciones de Brasil con Estados Unidos, que podrán mejorar a partir de negociaciones diplomáticas. Pero, insiste: es fundamental que se establezca un diálogo respetuoso, sin imposiciones de ninguna parte.
Dependiendo de quien salga victorioso de las urnas el domingo 26, Brasil podrá mantenerse en la línea actual o experimentar un cambio radical y volver a los tiempos de antes.
¿Cuál será la política externa de Brasil a partir de 2015?
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