EL MUNDO › LA POPULARIDAD DE LULA, INTACTA
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Más popular que Paul McCartney. Al estilo de las leyendas del rock, Luiz Inácio Lula da Silva volvió a pasearse por los tablados desatando el delirio de decenas de miles de brasileños que asistieron a los actos de campaña por la reelección de Dilma Rousseff en el ballottage de este domingo.
En Pernambuco, estado del Nordeste con 9 millones de habitantes, el líder del PT movilizó unas 50 mil personas el martes, horas después de que los organizadores del recital de Paul McCartney anunciaran la venta de 65.000 ingresos para su recital de noviembre en San Pablo, la provincia más rica y con 40 millones de habitantes. Con un aparato publicitario modesto, si se lo compara con la estructura multinacional del ex beatle, Lula encabezó los mítines más concurridos de una disputa electoral dividida en dos espacios públicos: el mediático y el callejero.
Luego de haber adoptado un perfil bajo hasta la primera vuelta del 5 de octubre el ex presidente se embarcó de lleno en la pelea, o mejor la guerra política, contra Aécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña. “No sé si volveré a ser candidato en 2018, en esa época voy a estar con 73 años”, sería mejor que para entonces el PT cuente con cuadros más jóvenes respondió, evasivo, cada vez que le preguntaron si intentará un tercer mandato luego de los dos que ejerció entre 2003 y 2011.
Más canoso y menos enérgico que en la campaña de 2010, cuando construyó la candidatura de Rousseff, Lula se paseó por el escenario montado en Pernambuco instando “a votar por ella, que es la más preparada”, que continuará con los programas sociales porque su compromiso es “con el pueblo”.
En los doce años de gobiernos petistas “la gente del Nordeste conquistó el derecho de andar con la frente alta, demostraron que no están condenados a ser albañiles para construir los puentes de San Pablo”.
Desde sus tiempos de dirigente metalúrgico Lula acostumbra ir y venir de un extremo a otro del palco con un dominio escénico que no tiene nada que envidiarle a Mick Jagger, aunque sin exhibicionismo pélvico/lingüístico del stone. “Aquí la gente confía más en Lula que en Dilma, él habla con el lenguaje del pueblo y el pueblo escucha lo que dice”, comentó el percusionista Gilmar Bola, de la banda de rock Nación Zumbi.
Las declaraciones del ex presidente generalmente no aparecen en las primeras planas de los diarios y merecen pocos segundos en el Jornal Nacional, el telediario de la cadena Globo, primero en audiencia desde hace décadas. A pesar de la censura soft la popularidad de fundador del PT luce inoxidable: la “reaparición de Lula” fue clave para que Dilma recupere popularidad y supere a Neves en las últimas encuestas, reconoció la semana pasada el diario O Globo.
Según la encuestadora DataFolha, el 37 por ciento de los brasileños votan por el candidato recomendado por Lula, mientras sólo el 16 por ciento toma en cuenta la orientación del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, fiador político de Neves.
El miércoles pasado al mediodía, sudado y afónico, Lula proclamó “Dilma no es la candidata de los banqueros, el FMI y los especuladores” que prefieren el “nene de papá Aécio”, frase aprobada con vivas y aplausos por los vecinos de San Gonzalo, en la región metropolitana de Río. Varias encuestas mostraron que gracias al retorno de Lula, Dilma creció cerca de 10 puntos en Río de Janeiro, uno de los mayores colegios electorales.
A bordo de una camioneta recorrió las calles de la periferia de San Pablo vistiendo una remera ilustrada con la foto de la veinteañera Dilma, cuando llevaba unos anteojos de marco grueso y militaba en una organización armada. En San Pablo, principal reducto conservador, Aécio Neves sigue cómodamente en la delantera, pero su ventaja se habría acortado en las últimas semanas. Los actos de Lula suelen ser multitudinarios en el Este paulista, zona de favelas y donde fue construido el flamante estadio Itaquerao, de Corinthians, del cual es hincha.
Como Paul McCartney, Lula ya no tiene la voz vigorosa y ronca de otros tiempos, pero su fraseo y su talante se preservan intactos.
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