EL MUNDO › POLíTICOS CONSERVADORES FURIOSOS POR UNA FICCIóN SOBRE LA DAMA DE HIERRO
A cinco meses de las elecciones generales, la BBC no se echó atrás ante la embestida de importantes figuras del partido en el gobierno que hicieron fila para lanzar sus dardos por serializar el cuento en un programa de radio.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
“El asesinato de Margaret Thatcher” sigue dando que hablar. La Dama de Hierro murió hace más de un año de causas naturales, pero el cuento que publicó en septiembre Hilary Mantel, ganadora del Booker Prize, máximo galardón literario británico, tiene a los conservadores en plan de guerra. Que la BBC decidiera serializar el cuento en un programa de radio en enero fue la gota que colmó el vaso. “Es un libro enfermo de una mente enferma que está promovido por una corporación noticiosa enferma”, disparó lord Norman Tebbit, ex ministro y número dos de la época de la Dama de Hierro. A cinco meses de las elecciones generales, la BBC no se echó atrás ante la embestida de importantes figuras del partido en el gobierno que hicieron fila para lanzar sus dardos. “No sólo es de pésimo gusto. Dada la controversia creo que es una pésima elección para un libro que se emite por radio justo antes de irse a dormir”, indicó el diputado conservador Conor Burns, asesor de Thatcher en sus últimos días. Lord Tim Bell, cerebro de las campañas electorales del thatcherismo, pidió a la policía que investigara a Mantel y acusó a la BBC de “parcialidad política”, un cuasi insulto para una corporación que tiene en su carta magna la exigencia de la más absoluta imparcialidad. “Si la BBC tuviera la más mínima sensibilidad dejaría el tema. Si fuera realmente independiente, evitaría ser provocativa”, indicó Bell al diario más conservador de la conservadora prensa británica, el Daily Mail.
En el cuento un miembro del IRA aprovecha un malentendido para entrar en la casa de una mujer de clase media que vive enfrente del lugar que está visitando Margaret Thatcher. El hombre, que se hace pasar por un plomero, actúa de manera inusual y se acomoda en la ventana desde la que podrá alcanzar su objetivo. En un intento muy británico de distender el ambiente y la sorpresa que causa su irrupción, la mujer le ofrece una taza de té. A partir de ese momento, el malentendido, que continúa de manera desopilante con esa a veces tan ambigua cortesía “british”, empieza a convertirse subterráneamente en complicidad: la mujer ha confesado al principio del cuento que odia a Thatcher.
Que la misma Hilary Mantel confesara en medio de la polémica que ella también odiaba a Thatcher no le ganó amigos entre los conservadores. “Cuando pienso en ella todavía siento un odio que me quema. Creo que le hizo un irreparable daño a muchas áreas de la vida nacional. Es una pena que ese sea el modelo de mujer en la vida pública. Una pena que Thatcher necesitara ganar una guerra para probar que era más masculina que los hombres”, señaló a la prensa.
El cuento comienza reproduciendo las famosas declaraciones de Margaret Thatcher en abril de 1982, cuando las fuerzas británicas capturan las islas Georgia del Sur y su célebre respuesta a los periodistas que querían saber si le iba a “declarar la guerra a Argentina”: “Rejoice, gentleman, rejoice” (disfruten, celebren, regocíjense, caballeros). Pero pasada esta reproducción de contexto de un momento emblemático del conflicto, la narración pasa a la primera persona con una frase que se le debe haber atragantado a más de un conservador. “Empiece por imaginarse la calle donde ella exhaló su último aliento.” Ni que hablar de la frase del francotirador del IRA que cierra el cuento cuando está a punto de apretar el gatillo y le dice a la mujer: “Rejoice, fucking rejoice”.
Cuando se publicó el libro de cuentos, Mantel señaló que la idea le había surgido en agosto de 1983 cuando Thatcher se sometió a una operación en el ojo en un hospital privado justo enfrente de su departamento. “Es como un universo paralelo si uno diera con una puerta en una pared que permitiera entrar a la historia de una manera totalmente diferente. Pensé que si no hubiera sido yo, si hubiera sido alguien diferente, estaría muerta”, indicó Mantel. Las páginas literarias y los comentaristas defendieron en su gran mayoría el derecho de la ficción a colonizar la realidad y la historia. “Nicholson Baker escribió una novela con fantasías bastante gráficas de un asesinato de George Bush. Frederick Forsyth le disparó a De Gaulle. Ni que hablar de JG Ballard y Ronald Reagan. La lista es larga. La ficción es libertad”, escribió Sam Leith en el conservador moderado Evening Stantdard.
Los conservadores, que disfrutan la ópera Evita y se enojan si hieren la sensibilidad nacional de alguien (su autor es el lord conservador Andrew Lloyd Webber), se ponen como hienas cuando le tocan a Thatcher y terminan de desbocarse si la BBC aparece como cómplice de la felonía. La misma Margaret Thatcher acusó a la BBC de antipatriotismo durante la guerra de las Malvinas. Las cosas no han cambiado. En diciembre, y con la elección a la vista, el actual primer ministro David Cameron y su ministro de economía George Osborne acusaron a la BBC de parcialidad por sugerir que su plan de reducción del déficit si ganaban los comicios de mayo podía retrotraer el país a los años ’30, aunque el dato provenía del análisis realizado por el respetadísimo Instituto de Estudios Fiscales.
El tema de fondo es que la BBC –y el estatal Servicio Nacional de Salud– son dos extraordinarias anomalías en un país profundamente conservador y bastante excéntrico: una corporación pública e independiente con una fuerte presencia en la circulación informativa y un Servicio Nacional de Salud (NHS) igualmente estatal que cubre a todos los británicos. Distintos gobiernos conservadores han intentado minar ambas instituciones con masivas reorganizaciones y recortes presupuestarios. El actual recortó el financiamiento de la BBC en un 17 por ciento llevando a despidos masivos y virtualmente congeló las partidas del NHS. “El asesinato de Margaret Thatcher” es otra escaramuza más de una larga guerra.
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