EL MUNDO › MáS DE DOCE MIL MILITARES SE QUEDARáN EN AFGANISTáN
Después de trece años de guerra, Estados Unidos se retira de Afganistán, abrumado por las dudas acerca de una misión que les costó la vida a miles de soldados y que aun así deja un país a expensas de la insurgencia talibán.
Después de trece años de guerra, Estados Unidos se retira de Afganistán, abrumado por las dudas acerca de una misión que les costó la vida a miles de soldados y que aun así deja un país a expensas de la insurgencia talibán. La fuerza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en Afganistán (ISAF) celebró ayer su salida del país, días antes del final efectivo de su operación, previsto para el 1º de enero. “Juntos hemos sacado al pueblo afgano de las tinieblas de la desesperación y le hemos dado esperanza en el futuro”, dijo el general John Campbell ante los soldados de la OTAN en una ceremonia solemne. El presidente estadounidense, Barack Obama, saludó el fin de la presencia norteamericana en el país. “Ahora, gracias al sacrificio extraordinario de nuestros hombres y mujeres uniformados, nuestra misión de combate se acaba y la guerra más larga en la historia de Estados Unidos termina de forma responsable”, dijo el mandatario.
La Alianza Atlántica comunicó los detalles de la ceremonia en el último momento para evitar eventuales atentados por parte de los talibán, que atacaron la capital afgana en varias ocasiones en los últimos años y mantienen todavía una insurrección armada. La misión “Apoyo Resuelto”, de ayuda y formación del ejército afgano, asumirá el relevo el 1º de enero de la misión de combate de la ISAF, que perdió 3485 soldados desde 2001. Unos 12.500 militares continuarán, sin embargo, en Afganistán para ayudar a los 350.000 efectivos de las fuerzas de seguridad, quienes se enfrentan a partir de ahora en soledad a los talibán, facción que dirigió el país entre 1996 y 2001. En su momento candente, en 2011, las fuerzas de la OTAN contaron con hasta 140.000 soldados procedentes de unos cincuenta países.
La ceremonia, que tuvo lugar en el cuartel general de la fuerza aliada en Kabul y en la que se arrió la bandera de la OTAN, fue criticada por los insurgentes talibán. “Los trece años de misión estadounidense y de la OTAN han sido un fracaso absoluto en Afganistán”, sentenció el vocero talibán Zabihulá Mujahid. La reciente violencia, sobre todo en Kabul, pone de relieve las dificultades que afrontará la próxima fuerza internacional para ayudar en la lucha contra la insurrección de los talibán.
Según Naciones Unidas, las víctimas civiles aumentaron un 19 por ciento en 2014, con 3188 muertos hasta fines de noviembre. Más de 4600 miembros de la policía y del ejército afganos perdieron la vida en los diez primeros meses de 2014, es decir, un balance de fallecidos mayor que el de la OTAN desde 2001. Desde ese año, la comunidad internacional destinó miles de millones de dólares a Afganistán, pero su eficacia es relativa, dada la corrupción en el país. La elección presidencial de este año, que debía ser símbolo de reconciliación del país, estuvo marcada por acusaciones de fraude entre los dos candidatos en la segunda vuelta.
Finalmente, la comisión electoral otorgó la victoria a Ashraf Ghani frente a su rival Abdulá Abdulá. Ambos hombres, que debían formar un gobierno de unidad nacional, no se pusieron de acuerdo para nombrar a los ministros tres meses después de la investidura del presidente. Los talibán esperan aprovechar el vacío político para mantenerse en una posición de fuerza en caso de eventuales negociaciones con el nuevo gobierno. Sus ataques en las últimas semanas a Kabul tuvieron como blanco residencias de extranjeros, convoyes diplomáticos, micros y al ejército afgano, así como el centro cultural francés.
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