EL MUNDO › LOS CINCO MILLONES DE MUSULMANES QUE VIVEN EN FRANCIA ENFRENTAN UN ABISMO
Miedo, culpa y vergüenza: los atentados de París dejaron a los musulmanes que viven en Francia en una postura muy delicada y bajo la hambrienta mirada de la extrema derecha, decidida a hacer de ellos los chivos expiatorios absolutos.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La pregunta que plantea Ahmed y la tristeza azorada de sus ojos corren el telón del abismo al que se enfrentan los musulmanes de Francia. ¿Cómo mirarse a la cara sin sentir miedo, culpa o vergüenza? Los atentados de París dejaron a los 5 millones de musulmanes que hay en el país en una postura muy delicada y bajo la hambrienta ambición de la extrema derecha, que hará de ellos los chivos expiatorios absolutos.
Justo al pie del barrio de Montmartre donde está la Iglesia del Sagrado Corazón, se encuentra uno de los barrios más pintorescos de París y con mayor población de origen musulmán, la Goutte d’Or. Sus calles son un laberinto donde se mezclan sabores y colores de Túnez, Argelia y Marruecos. En estas horas de sospechas, la algarabía y el ritmo que siempre agitan esta zona de París parecen un recuerdo. “Nos van a mirar a todos como asesinos islamistas”, dice con gesto de desgano un comerciante del barrio. Ya en 2013, una encuesta de opinión arrojó resultados negativos: el 73 por ciento de los franceses tienen una mala imagen de la religión que practican. Estos casi tres días de sangre y pánico no arreglarán las cosas. Houria Bouteldja, portavoz del movimiento Los Indígenas de la República, un grupo contra el racismo que milita para que Francia termine de una buena vez por todas de asumir su pasado colonial, teme lo peor: “Vamos a ser todos culpables. Hemos retrocedido 30 años. La islamofobia ya era moneda corriente en este país, tanto en la vida de todos los días como en las instituciones. Ahora se ocultará menos, habrá una nueva islamofobia sin complejos”.
La sociedad francesa reaccionó ante los atentados con una dignidad cívica y republicana ejemplar, pero también hubo excesos. Pintadas racistas, disparos, bombas incendiarias en las mezquitas, señalamientos, los ingredientes de una hostilidad más abierta se hicieron más densos, más peligrosos. El Ministerio de Justicia remitió una circular pidiendo que se informe de todos los actos islamófobos que se constatan en el país. Los musulmanes tienen miedo de pagar por todo lo ocurrido, de que el oportunismo político de las opciones políticas más extremas se imponga a la razón. Los imanes llamaron a los fieles a manifestar su repudio por la sangre derramada, y a hacerlo de “forma manifiesta”. Haroum Derbal, el imán de la mezquita de El Islah, repite que “el 99 por ciento de los miembros de la comunidad musulmana no son los hermanos Kouachi. Muchos franceses sólo conocen el Islam a través de los medios de comunicación. Es preciso que mostremos el verdadero rostro de nuestra religión”. En una columna publicada por el vespertino Le Monde, el escritor marroquí Tahar Ben Jelloun anotó: “Los fundamentos de la sociedad fueron atacados. Evitemos jugar el juego de los terroristas y no aislemos a los musulmanes”;
Además de las 12 personas que asesinaron, los hermanos Said y Chérif Kouachi dejaron un tendal de víctimas simbólicas cuya gravitación se siente como un espectro en el barrio de la Goutte d’Or. “Desde hace unos días nos miran de otra forma, incluso en las inmediaciones de este barrio. Me siento acusada, vigilada”, confiesa Farida, una tunecina de 50 años para quien, si bien la integración nunca había sido nada fácil, “hora se levantó como un muro y me pregunto quién será capaz de derribarlo”. En el CCIF, el colectivo contra la islamofobia en Francia, los militantes se preparan para una batalla contra las ideas “empaquetadas como regalitos o comida rápida: musulmán, Islam radical, terrorista”. El CCIF llamó a los musulmanes a sumarse a la marcha republicana de este domingo, lo mismo que el Consejo Francés del Culto Musulmán (CFCM) o la Unión de las Organizaciones Islámicas de Francia, UOIF. El colectivo contra la islamofobia quiere evitar que el atentado contra el semanario Charlie Hebdo “se convierta en un pretexto para la propaganda contra el Islam. Nuestro país necesita más que nunca la unión contra lo innombrable”.
Pero ahora, visto desde la Goutte d’Or, el foso entre las dos Francia nunca pareció tan grande, tan peligroso. “El futuro es incierto”, reconoce el imán Haroum Derbal. Los vecinos de la Goutte d’Or sienten que los miran como “si fuéramos enemigos de Francia”, según comenta Mohamed, el propietario de un bar de la Rue Myrha. En los primeros artículos de opinión publicados por el vespertino Le Monde justo después del drama ya se percibía una suerte de guerra entre dos identidades. El sociólogo francés Edgard Morin escribió que la matanza significó “la irrupción, en el seno de la sociedad francesa, de la guerra de Medio Oriente. Guerra civil y guerra internacional donde Francia intervino luego de Estados Unidos”. El miedo es latente, incluso en la pluma de Edgard Morin, que escribe: “El miedo se agravará entre los franceses de origen cristiano, entre los de origen árabe, entre los de origen judío. Los unos se sienten amenazados por los otros en un proceso de descomposición que está en curso”.
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