EL MUNDO › OPINIóN
› Por Emir Sader
El gobierno de Estados Unidos dijo que busca cerrar el centro de torturas instalado en Guantánamo, pero que no pretende devolver a Cuba el territorio, ocupado militarmente desde finales del siglo XIX. Las razones son insostenibles: dicen que la base militar en Guantánamo es importante para Estados Unidos. Más allá de que la base no tiene ninguna importancia militar –salvo el centro de torturas–, ello no le da a Washington ningún derecho a mantener la ocupación de una parte del territorio cubano, como si las necesidades de EE.UU. se pudieran imponer por encima de la soberanía de Cuba.
Estados Unidos se comporta como si fuera el propietario natural de un territorio adquirido militarmente, sin necesidad de argumentar. Se comporta como si la ocupación militar diera derecho a la apropiación de un territorio que no le pertenece.
Fue una clara ocupación militar lo que llevó a cabo Estados Unidos cuando intervino en el momento en que Cuba estaba derrotando a la decadente potencia colonizadora española, a fines del siglo XIX, bajo el pretexto de pacificar el conflicto, pero en verdad para bloquear la independencia de Cuba. La apropiación de Guantánamo mediante un contrato impuesto, por un siglo, contribuyó a denunciar el carácter neocolonial de la intervención norteamericana, que además se ha complementado con la tutela de los gobiernos cubanos a lo largo de toda la primera mitad del siglo XX, caracterizado como un período neocolonial.
Cuba sólo pudo realizar su anhelo nacional con la Revolución Cubana de 1959, para lo cual tuvo que derrotar y tumbar al régimen de Fulgencio Batista, representante de los intereses estadounidenses en la isla.
La de Guantánamo fue una intervención paralela a la del Canal de Panamá. Después de inducir la separación del territorio de Panamá de Colombia, Washington retomó inmediatamente el fracasado proyecto francés de construcción del canal y lo completó, revelando cuál era el sentido de la separación de Panamá. E impuso un contrato de control del territorio del canal por un siglo por parte de EE.UU, además de introducir el dólar como moneda, para consolidar el carácter neocolonial de toda la operación.
Cuando se acercaba el siglo de ocupación del canal, el presidente nacionalista panameño Omar Torrijos impidió que, por la vía de los hechos, EE.UU. prorrogara de forma indefinida la ocupación de la zona del canal. Se firmaron entonces convenios que implicaban la devolución del control del canal al gobierno de Panamá, lo cual finalmente se terminó concretando al final del siglo XX.
Cuba llegó, en un momento dado, a no plantear la devolución del territorio de Guantánamo como condición para el reestablecimiento de relaciones entre los dos países, en un gesto de buena voluntad. Pero ahora, en la reunión de la Celac, en San José de Costa Rica, el presidente de Cuba, Raúl Castro, incluyó la devolución de Guantánamo como una de las condiciones para la efectiva normalización de las relaciones entre los gobiernos de Cuba y de Estados Unidos.
En el momento en que el gobierno norteamericano hace un listado de condiciones que quiere imponer a Cuba, desconoce la más evidente de las cuestiones pendientes: la retirada definitiva y total del territorio de Guantánamo y su devolución al gobierno de Cuba. Los norteamericanos no tienen argumentos que puedan esgrimir públicamente para no hacer la devolución. Sus supuestas necesidades militares como potencia imperial son suyas y no tienen por qué ser asumidas por otros países, menos todavía por Cuba, víctima de esa agresión y de tantas otras.
Con la derrota y el reestablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, ahora se trata de que se termine de forma definitiva y completa el bloqueo y que Guantánamo sea devuelta a Cuba, de la que nunca debió haber sido arrebatada.
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