Lun 23.02.2015

EL MUNDO  › EL TIEMPO URGE PARA OBAMA CAMINO A LA CUMBRE DE LAS AMéRICAS, DONDE PRETENDE MOSTRAR AVANCES EN LAS NEGOCIACIONES

EE.UU. y Cuba inician un nuevo ciclo de diálogo

Los gobiernos deben discutir los conflictos que los separan por décadas: la devolución de Guantánamo, la ley de ajuste cubano que rige en Estados Unidos desde 1966 y los reclamos recíprocos de indemnizaciones.

› Por Gustavo Veiga

El segundo capítulo de las negociaciones entre Estados Unidos y Cuba se escribirá esta semana, invirtiendo la condición de local. El próximo jueves, en Washington, las dos mujeres que presiden las respectivas delegaciones, Roberta Jacobson y Josefina Vidal, volverán a dialogar como ya lo hicieron en La Habana el 21 de enero. Esta vez, el encuentro tendrá como escenario el Departamento de Estado. Ya superado el testeo previo y explicitadas sus diferencias estructurales, ambos países tratarán de avanzar en el restablecimiento de las relaciones interrumpidas hace 54 años. La tarea será por demás compleja, a juzgar por varias razones de fondo. Basta citar dos ejemplos: la aspiración ya declarada por Barack Obama de imponer cambios en la isla o el levantamiento del perimido bloqueo que exige el gobierno de Raúl Castro. Como fuere, las dos naciones que ahora discuten de igual a igual, ya hicieron conocer a través de sus voceros que la normalización de un vínculo tan dañado puede llevar muchos años. Tantos como que una de las primeras diferencias superables será reponer el servicio postal interrumpido desde 1963.

La agenda cubano-estadounidense sería algo así como aquel cuento de Borges, “El jardín de los senderos que se bifurcan”, cuyo tema es “el tiempo”, según el escritor y todos aquellos que estudiaron su obra. El tiempo urge al presidente Obama camino a la VII Cumbre de las Américas que se realizará en Panamá entre el 10 y 11 de abril próximo. Pretende llegar al evento con las negociaciones avanzadas y un presunto éxito que mostrar. Allí, Cuba volverá a sentarse en la práctica con las 34 naciones que integran la OEA –aunque sin pertenecer a ella y sólo como invitada– después de 53 años. Fue expulsada por presiones de EE.UU. el 22 de enero de 1962. En la última asamblea del organismo en Asunción, el año pasado, el gobierno de Estados Unidos sufrió un duro revés cuando pretendió obstruir la presencia de la isla en Panamá.

Los tiempos diplomáticos cambiaron y ahora el gobierno de Obama apura la apertura de embajadas en ambos países. Ya adelantó en las negociaciones que, además de la legación en La Habana, procura abrir un consulado en Santiago de Cuba, la principal ciudad del Oriente. Para la Revolución Cubana, aquélla sería apenas la conclusión formal de restablecer relaciones, que se contradice con el status de “país terrorista” en que EE.UU. todavía mantiene a piacere a su pequeño vecino. Para Cuba es inaceptable en el nuevo contexto.

Si bien recién empieza a transitarse este sendero diplomático sembrado de espinas, y aún falta mucho para la eventual firma de acuerdos centrales, la expectativa depositada en las negociaciones es recíproca, aunque no está despojada de recelos. Un dato positivo que arroja la estadística es que aumentaron las remesas de dinero desde EE.UU. hacia la isla. Ascendían a 2 mil millones de dólares al 15 de enero pasado.

El periodista Randy Alonso Alarcón, director del portal Cubadebate, sostiene que la táctica de Washington en las conversaciones con La Habana se puede analizar tomando en cuenta las propias declaraciones de Obama y su secretario de Estado, John Kerry. “Se plantea un escenario de confrontación política indirecta, en que Estados Unidos moverá nuevas y viejas fichas para seguir en el mismo juego estratégico: un cambio de sistema en Cuba.”

Vislumbra seis situaciones que lo llevan a pensar así. Estados Unidos promoverá por medio de viajes valores e intereses entre la población de la isla. Intentará imponer sus conceptos de democracia y derechos humanos de doble estándar. Alonso Alarcón cita a Obama por lo que dijo sobre “el apoyo a la sociedad civil” en Cuba, léase promover y financiar una sociedad independiente contraria a la revolución. La cuarta situación consiste en favorecer el desarrollo del sector privado como probable herramienta de enfrentamiento social con el gobierno. Hacer lo mismo con determinados programas para estimular los derechos civiles. Y da un ejemplo: el 22 de diciembre pasado, EE.UU. anunció que financiará programas por 11 millones de dólares. Por último, afirma que desbloqueará las inversiones en telecomunicaciones para utilizar “como efecto movilizador” las redes sociales en función de los intereses de EE.UU.

Más allá de estas interpretaciones periodísticas, o de la nota que publicó The New York Times el jueves pasado sobre el interés que existe en Estados Unidos para volcarse al turismo de salud en Cuba, los gobiernos deben discutir uno por uno los conflictos que los separan (como la devolución de la base de Guantánamo), las medidas que pueden cambiar la vida a sus habitantes (la ley de ajuste cubano que rige en EE.UU. desde 1966) o los reclamos recíprocos de indemnizaciones (Estados Unidos por la nacionalización de las empresas de ese país como United Fruit o Habana Hilton, y Cuba por las consecuencias económicas del extenso bloqueo que todavía sufre).

Entre esos pliegues de desconfianza que 54 años de hostilidades y relaciones interrumpidas fomentaron, se van filtrando pequeños rayos de luz. Lo dice The New York Times cuando reconoce las bondades del sistema médico cubano que espera para atender en masa a pacientes norteamericanos: “Cuba hizo del cuidado de salud una prioridad tras la revolución de 1959, al tiempo que se ha ganado la reputación de suministrar atención sin costo a su pueblo. Miles de médicos cubanos también trabajan en el extranjero, en Venezuela, Brasil y otros países en desarrollo, en un intercambio que le suministra al gobierno del presidente Raúl Castro divisas en dólares o bienes, como petróleo”.

Esteban Morales Domínguez publica un blog desde La Habana. Es miembro de la Asociación de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC). Recibió tantas distinciones como libros tiene publicados, y en un artículo del 10 de enero de este año escribió sobre los nuevos vientos que soplan en la relación bilateral: “Cuba reconoce que Estados Unidos está respetando lo de otorgar no menos de 20 mil visas al año y contribuir al avance del proceso migratorio en general; pero la parte norteamericana insiste en mantener posiciones políticas inaceptables que no permiten calificar el proceso migratorio entre ambos países como normal”.

Entre los temas micro y macro que continuarán discutiendo ambas naciones desde el jueves, quedan también cabos sueltos en asuntos tan básicos como instrumentales. “Una embajada de Estados Unidos en La Habana nos permitiría promover nuestros intereses y valores de manera más efectiva y aumentaría nuestro compromiso con el pueblo de Cuba”, señaló en un comunicado el Departamento de Estado.

Habrá que ver cómo funcionaría la reciprocidad. La oficina de intereses cubana en Washington estuvo casi un año sin poder usar su cuenta bancaria como consecuencia del cierre de la institución con que operaba. Y sobre sus diplomáticos rige una limitación de movimientos en la capital y también en Nueva York que llega hasta las 25 millas desde un punto céntrico. Cuba devolvió gentilezas con una restricción a los representantes de la oficina de intereses de EE.UU.: por ejemplo, no pueden llegar hasta las bonitas playas de Varadero, a 130 kilómetros de La Habana, sin mediar autorización. Estas situaciones o medidas casi desconocidas demuestran hasta qué punto debe desandarse un camino minado de desencuentros. Hoy, las condiciones son completamente distintas, incluso si se va más allá de Fidel y la Revolución Cubana. Estados Unidos no debe entenderse con la dictadura de Fulgencio Batista, su socio político hasta 1959.

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