EL MUNDO › OPINIóN
› Por Maximiliano Sbarbi Osuna *
Después de la tragedia del hundimiento del barco en el que murieron 800 migrantes en el Mediterráneo, la reacción europea pareció haber sido rápida y contundente: se triplicó el presupuesto del programa Tritón de patrullaje de las fronteras marítimas, se discutió cómo repartir entre los países de la Unión a los “sin papeles” y repatriar a los que no reúnan la condición de refugiados y cómo atacar a las redes de traficantes de personas que lucran con la miseria y la desesperación de los que huyen de sus países de origen para encontrar mejores oportunidades en suelo europeo. Sin embargo, se elaboraron propuestas que no atacan al origen del problema, sino que niegan las causas y además empeoran las condiciones de escape, tornándolas más caras, inseguras y mortíferas.
¿Cuál es el verdadero problema de la migración? Hay que reconocer que una enorme porción de personas que intenta alcanzar Europa no son migrantes económicos, sino refugiados de guerra de conflictos en los que la misma Unión Europea está implicada directamente. Las guerras por los recursos en Congo y Sudán las realizan compañías europeas, norteamericanas y chinas y cada una contrata no sólo mano de obra barata local, sino también verdaderas guerrillas que actúan una contra otra para establecer sus áreas de influencia. Los Estados europeos suelen apoyar militarmente a esas guerrillas y a algunas dictaduras africanas para que se beneficien las empresas que van por el oro, petróleo, diamantes y coltán.
Además, los efectos del colonialismo de los últimos dos siglos siguen dejando huellas en las paupérrimas sociedades afectadas, mientras que la desprolija descolonización genera dependencia y corrupción en los jóvenes países.
La intervención militar en Libia en 2011 –liderada por Francia– para derrocar a Khadafi y el posterior abandono del país, que se encuentra en guerra civil con dos gobiernos, produce que este Estado norafricano concentre el 90 por ciento de los ilegales que procuran escapar a Europa y que proceden del Africa subsahariana y de regiones que padecen graves conflictos armados, como Siria. La falta de control que predomina en Libia actúa como un imán para las redes de traficantes de personas, que les cobran altos precios a los migrantes para llevarlos desde sus países de origen a Libia y de ahí los ayudan a cruzar el Mediterráneo en el mejor de los casos, dado que en la travesía suelen abandonarlos en zonas inhóspitas en cuanto surgen dificultades.
Paralelamente a Libia, Francia envió soldados a Costa de Marfil para forzar el cambio de presidente. Un año más tarde, París combatió a islamistas y tuaregs en Mali para preservar su zona de influencia, no por miedo al extremismo, sino para plantarse militarmente en un área que se encuentra en disputa económica con China. Cruzando la frontera de Mali está Níger, que exporta casi todo su uranio a las centrales nucleares francesas, que producen el 75 por ciento de la energía eléctrica que consume el país europeo.
Las misiones militares francesas en la República Centroafricana y la implicación en la venta de armas por parte de París y Londres a las guerrillas opositoras en Siria exacerbaron el problema. De los tres millones de refugiados sirios que escaparon al exterior, sólo el 1,7 por ciento llegó a Europa, el resto vive en los países limítrofes de Siria.
¿Hay soluciones? Europa debe aceptar la llegada de refugiados, controlando su distribución, algo en lo que los miembros no se ponen de acuerdo. No tiene que concentrarse sólo en atacar a los traficantes, dado que éstos no son la causa sino la consecuencia de la demanda de escape de Africa y Asia.
Las guerras económicas y las intervenciones militares directas crean miseria y desplazamientos y Europa debe actuar en consecuencia. Así como los países europeos apoyan económica y militarmente a compañías trasnacionales para que se establezcan en las zonas africanas ricas en recursos, también deben asumir esa flexibilidad a la hora de aceptar refugiados que ellos mismos ayudaron a crear.
* Periodista, analista internacional.
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