EL MUNDO › EL EX MANDATARIO Y REFERENTE DEL PT VIAJARA POR TODO BRASIL EN APOYO A LAS CONQUISTAS DEL GOBIERNO
El 1º de mayo, Lula y Dilma sonaron afinados en el rechazo a la ley de tercerización laboral impulsada por un frente conservador que cuenta con mayoría en el Congreso. La mandataria aseguró que el plan de ajuste no violará las leyes de trabajo.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
Con el oficio de un líder, Luiz Inácio Lula da Silva escogió el 1º de mayo para comunicar, ante miles de trabajadores, que viajará por todo Brasil en defensa de los derechos laborales y contra la coalición formada por la prensa “basura” y la oposición conservadora embarcadas en una estrategia para derrocar a la presidenta Dilma Rousseff.
“Tengo ganas de pelear... A mis detractores les digo que voy a comenzar a recorrer el país nuevamente para conversar con los trabajadores, los desocupados, los campesinos. Voy a desafiar a aquellos que no se conforman con los resultados de las elecciones democráticas”, vencidas por Dilma en octubre del año pasado.
“Me mantengo en mi lugar, pero si me llaman para la pelea volveré... No tengo intención de ser candidato a nada, pero tengo voluntad de dar la pelea.” En algunos diarios de ayer se especuló que esa frase de Lula, además de un repudio a la campaña desestabilizadora del ex candidato Aécio Neves, fue el anuncio de que disputará las presidenciales de 2018.
“¿Lula pretende volver?”, indagó Página/12 a Sibá Machado, titular del bloque de diputados del Partido de los Trabajadores.
“Yo creo que quiere, hablé con él, pero no se lo pregunté porque no me respondería, es un líder con mucho oficio político que no habla antes de tiempo pero sabe mandar señales”, dijo Machado. “Si finalmente se lanza como candidato tendrá un respaldo enorme en el PT y el movimiento sindical. La derecha tiene miedo porque es un candidato fuerte” completó.
Decenas de miles de adherentes a la Central Unica de Trabajadores (CUT) y el PT asistieron al acto encabezado por Lula en San Pablo, mientras Dilma pronunciaba un discurso a través de su perfil en una red social. Cuando el ex tornero mecánico comenzó su conocido caminar de punta a punta del tablado hubo una ovación en la que pareció resurgir la vieja complicidad nacida en las asambleas contra la dictadura realizados a fines de los ’70 en el estadio de Vila Euclídes, del cordón industrial paulista.
El viernes, Lula y su sucesora Dilma sonaron afinados en el rechazo a la ley de tercerización laboral impulsada por un frente conservador que cuenta con mayoría en la Cámara baja por cuyos pasillos se vio circular a los persuasivos lobbistas de la Federación de Industrias de San Pablo.
“Mi gobierno asumió el compromiso de mantener los derechos y las garantías de los trabajadores” dijo Dilma. “Luchamos muchos años para avanzar, no aceptamos retroceder... Estoy convencido de que Dilma tiene que vetar”, la ley de tercerización, coincidió Lula.
Con esos discursos articulados se dio por tierra con los rumores, alimentados desde la prensa, sobre desinteligencias entre ambos, las que se habrían agudizado debido a la crisis que zarandeó al gobierno desde enero.
Ciertamente, éste fue uno de los 1º de mayo más aguardados desde que el otrora dirigente metalúrgico Lula inició el periplo petista en el gobierno en enero de 2003. A principios de abril cualquier observador honesto habría pronosticado un Día del Trabajador negro para el Palacio del Planalto cercado por las denuncias de corrupción en Petrobras, las amenazas de impeachment del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB) y los ruidos entre el gobierno y los sindicatos preocupados ante la precarización laboral. El locuaz Neves llegó a convocar a una conferencia de prensa para anunciar un inminente pedido de juicio político.
Sin embargo la tormenta perfecta imaginada por algunos no se consumó el 1º de mayo. La derecha partidaria acabó dividida entre ultras y moderados. Neves asociado a sectas émulas del Tea Party, como el Movimiento Brasil Libre (iniciaron una marcha a pie de San Pablo a Brasilia a favor del golpe) insistieron en el juicio político inmediato, propuesta rechazada públicamente por referentes del PSDB como el ex presidente Fernando Henrique Cardoso y el gobernador de San Pablo, Gerardo Alckmin. Otro cisma surgió dentro de la patria judicial donde el Supremo Tribunal Federal se vio obligado a encuadrar a un juez de provincia, Sergio Moro, convertido en un cazador de petistas a los que manda detener sin ninguna observancia del código procesal. (Diez días atrás el apresurado juez Moro detuvo a una petista a la que poco después debió liberar pues la confundió con su hermana.)
Las desinteligencias entre las diversas facciones opositoras permitieron un respiro a la gestión de Dilma en Brasilia y a la laboriosa construcción de acuerdos realizada por Lula en San Pablo.
Ella retomó el gerenciamiento del gobierno con la elaboración de un programa de inversiones en infraestructura y contuvo la impaciencia del mercado al presentar un balance auditado de Petrobras. Y el jueves, un día antes de los actos por el 1º de mayo, recibió a la dirigencia sindical para garantizarle que el plan de ajuste del ministro y ex banquero Joaquim Levy no violará las leyes laborales.
Paralelamente, en San Pablo Lula construía consensos con los movimientos sociales y la dirigencia sindical para marchar contra la precarización laboral y contraatacar a la troika destituyente formada por la oposición partidaria, jueces y medios.
En sus últimas ediciones las revistas Epoca, del Grupo Globo, y Veja (aquella que publicó falsedades sobre las cuentas de Máximo Kirchner) retomaron su escalada de fabulaciones sobre Lula y supuestas tramas de corrupción que salpican a las autoridades.
Irritado Lula respondió: “Allí están esas revistas que son una basura, no valen nada...(sumados) todos los periodistas de Veja y de Epoca no tienen ni el 10 por ciento de mi honestidad”. Y cerró diciendo “no bajaré mi cresta ante las insinuaciones” de la prensa dominante, a la que acusó de intoxicar la información a fin de que su nombre sea citado en el escándalo de corrupción de Petrobras.
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