EL MUNDO › OPINION
› Por Alfredo Serrano Mancilla *
El bipartidismo español demuestra su incapacidad para abordar el presente político. Lo manifiesta cada día sustituyendo cualquier discusión sobre la actual situación socio-económica con una vuelta al pasado rebuscando cualquier tuit debajo de la alfombra. PSOE y PP evitan entrar al campo de la (verdadera) política porque han dejado de controlar monopólicamente ese espacio. Prefieren la confrontación en la arena de la parapolítica aprovechándose de su gran eco mediático y sin necesidad de explicar aquello que afecta diariamente a la gente de a pie.
La disputa es demasiado asimétrica entre los guardianes de lo viejo y los que pretenden un cambio a favor de la mayoría. Mientras el bloque histórico usa todo su poder para pelear fuera del verdadero ring social que preocupa a la ciudadanía, Podemos como partido-movimiento opta por situar su propuesta en el centro del cuadrilátero. La guerra de posiciones está servida para estos meses venideros. El sistema político tradicional sufre una crisis de representatividad; ha dejado de percibir cuál es el sentido común de época en la sociedad española de los últimos años. Los de arriba no saben qué decir de la corrupción ni de los desahucios, ni de los que no pueden pagar la electricidad a final de mes, ni del de- sempleo juvenil. Los representantes de las elites procuran reinventar una centralidad que no coincide con el centro de gravitación de las demandas de la mayoría social. Prefieren la campaña del miedo porque han dejado de ser creíbles como políticos capaces de crear esperanzas.
Frente a ello, Podemos sigue empecinado acertadamente en centrar la atención en aquello que afecta la vida cotidiana de los hogares españoles, devolviéndoles las ganas y creando ilusión. Esta estrategia podemista es lo que más incomoda a unas elites que prefieren marear la perdiz en vez de tener que hablar de la deuda social creciente en España ni de la falta de expectativas (el 63 por ciento cree que en los meses próximos seguirá todo igual o incluso peor que hasta ahora).
La trampa tendida desde el bipartidismo en contra de Podemos se basa en buscar como sea que éste hable de sí mismo. Todo vale por parte del bipartidismo para que se eluda discutir de lo que sigue pasando social y económicamente en cada rincón del país. El régimen ambiciona llevar el debate a un callejón sin salida tentando a la alta cuota de intelectuales en el entorno de Podemos para que la sobredosis de podemología merme las fuerzas para el verdadero objetivo marcado: pensar cómo adentrarse por la ventana abierta de esta oportunidad histórica.
La otra gran estrategia aplicada por las elites procura forzar a Podemos a luchar contra la campaña del miedo impidiéndole que siga cómoda y decididamente por la hoja de ruta del cambio. Este es uno de los objetivos del bipartidismo: hacerle zancadillas constantemente a Podemos obligándolo a que den más explicaciones de las necesarias sobre aquello que interesa poco a la ciudadanía. Las elites políticas buscan arrinconar a Podemos elevando el tono de voz; creen que con más decibelios van a llevar más razón, o van a tener más capacidad de silenciar lo que hoy ya es un grito de la mayoría. Sin embargo, Podemos no cede la agenda.
El nuevo consenso emergente es el meollo de este tira y afloja fruto de un cambio de época que ya es una realidad. Es muy de agradecer que la democracia se oxigene gracias a estas tensiones que permiten reacomodar los equilibrios de fuerzas políticas. El PP le apuesta todo a la recuperación económica aunque ésta sea desigual, y a enterrar como sea a todo aquello que tenga tufo a nuevo; el PSOE escoge una operación más cosmética, con tono moderado, para llegar al mismo puerto. Y frente a ello, a Podemos sólo le queda proseguir con su tarea de ampliar y construir ese imaginario del cambio que tanto se ha cristalizado en las pasadas elecciones del 24M. Su éxito dependerá en gran medida de cómo evite entrar al trapo de un régimen aún hegemónico que se niega a tirar la toalla. No será fácil, pero quién ha dicho que cualquier cambio a favor de las mayorías haya sido fácil a lo largo de la historia. Eso sí, a pesar de los intentos de hablar de tweets y de protestas en capilla, el cambio en España ya es un hecho político irreversible.
* Doctor en Economía, director del Celag.
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