EL MUNDO › ATENAS IMPUSO CONTROLES DE CAPITAL TRAS LA RUPTURA DE LAS NEGOCIACIONES CON EL EUROGRUPO
Los socios europeos dieron la espalda a Tsipras luego de que anunciara un referéndum en el que los griegos deberán decidir si aceptan o no los recortes. El premier adelantó que ni la Bolsa de Atenas ni los bancos operarán hoy.
› Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Grecia se despierta hoy con un “corralito” y los líderes europeos con una pesadilla. Los banqueros gobiernan, las democracias están sometidas a ellos. El primer ministro griego, Alexis Tsipras, buscó dar vuelta el paradigma y restaurar la soberanía popular con una consulta prevista para el próximo 5 de julio en la cual los griegos deberán decidir si aceptan o rechazan las condiciones impuestas por la troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo) luego de que el Eurogrupo (países de la zona euro) rechazara desembolsar el monto del segundo rescate. Bastó con que Tsipras acudiera al voto para que una lava volcánica de pánico recorriera Europa. Acorralado de todos lados por sus “socios”, con una inmensa fuga de capitales en curso (sólo el sábado salieron 400 millones de euros) Tsipras anunció ayer la medida más temida por la Unión Europea: el control de capitales, o sea, un “corralito”. El jefe de Gobierno también adelantó que este lunes 29 de junio ni la bolsa de Atenas ni los bancos mantendrían operaciones. Las cancillerías ya apostaban por lo peor. Alemania y Holanda advirtieron a los turistas que viajan a Atenas de que lleven “suficiente dinero al contado”. Nadie sabe a esta altura qué pasará hoy. En un contexto semejante y con los precedentes escatológicos de la más reciente historia griega, la instauración del control de capitales parecía inevitable. Entre 2010 y 2015, más de 80 mil millones de euros salieron del país. El control de capitales fue instaurado en Malasia y Tailandia en la década de los ‘90, también en la Argentina en 2001, en Islandia en 2008 y en Chipre en 2013. Su meta es simple: se trata de evitar que los capitales salgan del país, es decir, el llamado “pánico bancario”, “el bank run”.
La única buena noticia que recibió el país vino ayer del Banco Central Europeo, el BCE. La institución dirigida por Mario Draghi mantuvo vigentes las líneas de liquidez de urgencia (los ELA), con lo cual se despeja por el momento uno de los horizontes más catastróficos. Todo pende sin embargo de un hilo. El primer ministro francés, Manuel Valls, dijo ayer que el Banco Central Europeo no puede en ningún caso “cortar el suministro”. Sin embargo, la decisión del BCE puede ser revisada a más tardar a partir del miércoles. Ese día Grecia deja de estar bajo el amparo del programa de rescate y, encima, tiene que pagar a las Tortugas Ninjas del sistema financiero, el Fondo Monetario Internacional, 1500 millones de dólares. Si el Banco Central Europeo interrumpe sus aportes los bancos griegos se quedarán sin dinero. Nunca como hoy la confrontación entre los escuderos de las finanzas y un país democrático que eligió una mayoría para no someterse a los dictados de la banca había llegado a un grado tan extremo. Según las declaraciones de los responsables griegos, la disyuntiva de la solución no está en manos de FMI, de la Comisión Europea del BCE sino de Alemania. El ministro griego de Finanzas, Yanis Varoufakis, declaró a la prensa alemana que es la canciller de Alemania, Angela Merkel, quien “detenta la llave” (ver recuadro). Los europeos han tenido una actitud sobradora y excluyente con el dirigente griego. Aunque es miembro de él, Varoufakis no fue invitado a participar en la reunión del Eurogrupo que se celebró el sábado.
El control de capitales no es una medida liviana y cuesta levantarla de un día para otro. En Chipre, por ejemplo, duró dos años. No obstante, la pesadilla que acarrea esta decisión consiste en saber si en control de capitales no es sino la antesala del “Grexit”, entiéndase, la salida de Grecia de la zona euro. Los plazos son múltiples y cortos. Grecia tiene hasta mañana 30 de junio para pagar los 1500 millones de euros al FMI y, si no lo hace, caería en defaut parcial. Atenas abriría así la puerta para salir del euro al tiempo que se quedaría sin posibilidad de conseguir el segundo segmento del plan de rescate financiado por la troika, 7,2 mil millones de euros. La segunda frontera crítica aparece en la agenda el próximo 22 de julio. Ese día marca el límite para que Grecia pague los 3,5 mil millones de euros que le debe al BCE. Dicho esto, cada uno de estos datos de ruptura puede quedar en la nada porque no existe en ningún tratado europeo la posibilidad de que un país se salga de la unión o del euro, ni tampoco que pueda ser expulsado. La pertenencia a la unión monetaria es irreversible. El esquema es complejo y totalmente inédito. Si no le paga al BCE o al FMI, Atenas puede con todo recuperar cierta soberanía financiera y hacer circular el euro al mismo tiempo que su o sus propias monedas paralelas.
En el discurso en el cual anunció la instauración del control de capitales, Alexis Tsipras aseguró que los depósitos de los ciudadanos “en los bancos griegos está garantizado” (ver pág. 20). El premier también reveló que le había pedido a la Unión Europea y al BCE la prolongación del programa de ayuda para su país. Tsipras precisó que esperaba “una respuesta rápida a esta demanda democrática de base”. En su conjunto, cabe preguntarse cuánto hay de teatralización y cuanto de verdad en este enredo. Si bien Tsipras les pidió a sus ciudadanos que votaran “no” a los nuevos sacrificios exigidos por la troika, los sondeos de opinión vaticinan un “sí” mayoritario. Tal vez, lo más terrible sean los años perdidos y los sufrimientos de un pueblo entero. En 2011, el entonces primer ministro Geórgios Papandréou había propuesto la organización de un referéndum para consultar al pueblo griego sobre los recortes y ajustes que se venían. El también entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, se opuso vehementemente, al igual que la canciller alemana, Angela Merkel, quien había dicho “votar es peligroso”. Tsipras le sacó ahora el voto soberano.
Anoche, las capitales del Viejo Continente sufrieron un colapso. François Hollande y Angela Merkel convocaron reuniones de urgencia. Lo impensable, o lo que sólo entraba en los cálculos de la “economía ficción”, se convirtió en un trastorno tangible. La mayoría griega decidirá la semana próxima el destino que quiera. El euroegoísmo, la grosería dictatorial y financiera del FMI, la inmensa estafa organizada por los mismos europeos y las consultoras norteamericanas para que Grecia entrara en el euro convergen en un terremoto global. Todos son responsables de la hecatombe, pero sólo los griegos, en sus ya aspiradas vidas cotidianas, seguirán pagando la cuenta.
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