Lun 03.08.2015

EL MUNDO  › EL DOLOR DE OSCAR MARTíNEZ, JEFE DEL FOTORREPORTERO RUBéN ESPINOSA, QUE FUE ASESINADO EN MéXICO

“No somos héroes, somos periodistas”

El homicidio de Rubén Espinosa marca un nuevo hito en la violencia contra la prensa en México: el periodista denunció públicamente estar amenazado en Veracruz, se mudó al Distrito Federal, pero no fue debidamente protegido.

Por Gerardo Albarrán de Alba

Desde México, D. F.

“La muerte escogió a Veracruz como su casa y decidió vivir ahí.” Rubén Espinosa describió así la indefensión de los periodistas en ese estado que corre de norte a sur por la mayor parte del Golfo de México, en el que habían asesinado ya a 12 colegas suyos en tres años. Fotorreportero él mismo, sufrió acoso, amenazas y golpizas en los últimos meses. Un día no quiso tentar más la suerte y huyó de Xalapa, la capital del estado. Menos de dos meses después de iniciado su exilio, en algún momento de la noche del viernes 31, la muerte dio con su paradero en el Distrito Federal y lo convirtió en el decimotercer periodista veracruzano asesinado desde 2012.

Con 32 años, el fotógrafo de la agencia local AVC Noticias y colaborador en la capital del país de la revista Proceso y de la agencia de fotografía Cuarto Obscuro, dejó tras de sí vida y pertenencias. Hasta su perro. Huyó de una amenaza de muerte de la que tuvo demasiada certeza, de esa muerte que él consideraba avecindada en su propio estado, el lugar que la muerte eligió para vivir, le contó al portal de noticias SinEmbargo el pasado 1° de julio.

El homicidio de Rubén Espinosa marca un nuevo hito en la violencia contra la prensa en México, señaló la oficina local de la organización internacional Artículo 19 (A-19), que se dedica a la defensa de la libertad de expresión en el mundo. “Es la primera vez que un periodista desplazado internamente es asesinado en el Distrito Federal.” Por si fuera poco, las amenazas contra Espinosa eran más que públicas. Este crimen “se produjo sin que las autoridades encargadas de proteger periodistas en este país movieran un solo dedo a favor de Espinosa”. La capital del país ha dejado de ser el santuario de decenas de periodistas de todas las regiones del país que durante más de una década han huido de sus lugares de residencia y ejercicio profesional del periodismo para refugiarse en una ciudad que les brindaba seguridad, o al menos la ilusión de ella.

A19 declaró Veracruz como el lugar más peligroso para ejercer el periodismo en toda América latina. Espinosa es el cuarto periodista veracruzano asesinado este año, junto con Armando Saldaña, Juan Mendoza y Moisés Sánchez. Este crimen eleva a 88 el número de periodistas asesinados en México desde 2000, según A19, uno más que la cuenta de Reporteros Sin Fronteras (RSF). Para la Federación de Periodistas Mexicanos (Feparmex), son 124 periodistas asesinados, además de otros 10 trabajadores de la prensa, además e 23 desapariciones forzadas. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, con sede en Nueva York) sólo reconoce 27 casos de asesinatos de periodistas “por motivos confirmados” entre 2000 y 2015. La danza de cifras no sólo es macabra, sino que da una idea de lo inconmensurable de un problema que carcome a toda una sociedad. Más allá de discrepancias metodológicas, y hasta ideológicas, el común denominador es que casi todos han quedado impunes.

El gobierno mexicano reconoció 103 casos de periodistas asesinados entre 2000 y 2014, además de 25 desaparecidos. Un informe de la Procuraduría General de la República, entregado al Senado en febrero pasado, registraba 16 homicidios de periodistas en Veracruz y otros tantos en Chihuahua, los dos estados con mayor violencia contra la prensa junto con Tamaulipas, donde mataron a 13 en el mismo periodo, 11 en Guerrero, 7 en Sinaloa, 6 en Oaxaca y 5 en Durango. La mitad de los casos de desapariciones se concentran en Veracruz, Tamaulipas y Michoacán.

Presente en el encuentro de autoridades judiciales y senadores, el presidente de PEN Internacional, John Ralston Saul, advirtió el riesgo de que “la violencia se trague a la democracia” mexicana. Pero en algunos lugares, incluyo ya la ha digerido. Como en Veracruz, donde Espinosa es el cuarto periodista asesinado en lo que va de 2015, el decimotercer homicidio de este tipo en los tres años que lleva el gobierno del priísta Javier Duarte (y apenas va a la mitad de su mandato). En total, han matado a 18 periodistas en Veracruz en 15 años.

Rubén Espinosa es el primero que es asesinado fuera del estado, en pleno exilio. Su cadáver, con dos tiros en el pecho, fue encontrado la madrugada del sábado en un departamento de la céntrica colonia Narvarte, un barrio de clase media de la Ciudad de México, junto con otras cuatro mujeres también asesinadas, de las que hasta el momento nadie ha dado una sola pista sobre su identidad. Sólo se sabe que tres de ellas vivían ahí, la otra era empleada doméstica. El cuerpo de Espinosa presentaba golpes contusos en el rostro. Dos cuerpos estaban desnudos, todos estaban atados de pies y manos con cinta adhesiva. A todos les dispararon con arma de fuego y fueron apuñalados. Las huellas de tortura eran evidentes.

La víspera, A19 había emitido una alerta por desaparición, luego de que la familia de Espinosa dejara de tener noticias de él desde las 2 de la tarde del viernes. El pasado 15 de junio, A19 emitió la primera alerta advirtiendo sobre el acoso y amenazas de que era víctima Espinosa en Xalapa, la capital del estado de Veracruz. Seis días antes, Espinosa había encabezado un acto en el que periodistas locales colocaron por segunda vez una placa en honor a la periodista Regina Martínez, asesinada el 28 abril de 2012 en esa misma ciudad. A partir de ahí fue seguido, fotografiado y amagado por varios sujetos. Al día siguiente, Espinosa abandonó todo y huyó a la Ciudad de México con sus cámaras y lo que llevaba puesto. La placa, por cierto, volvió a ser removida clandestinamente.

Tras el asesinato de Espinosa, la oficina en México de A19 calificó como “inconcebible” la cifra de 88 homicidios de periodistas “y las autoridades se atrevan a decir que están haciendo todo lo que pueden para protegerlos. La realidad es que la violencia contra la prensa crece –así lo dicen los números– y con ella la impunidad en todos y cada uno de los casos”.

De hecho, el Mecanismo para la Protección de periodistas y de defensores de los derechos humanos que supuestamente protegía a Espinosa resultó ser incompleto, opaco e inútil, según el diagnóstico de medio centenar de organizaciones civiles nacionales e internacionales. Un informe publicado el 29 de julio, dos días antes del asesinato del periodista, encontró botones de pánico sin señal, teléfonos emergencia que nadie contesta, patrullajes que no se hacen, cámaras que tardan meses en ser instaladas, nulo seguimiento de las investigaciones... es decir, placebos.

Como consecuencia, además de los periodistas asesinados, 32 defensores de derechos humanos fueron ejecutados extrajudicialmente en México entre junio de 2012 y mayo de 2014. En ese mismo periodo, 114 periodistas y 89 defensores de derechos humanos presentaron solicitudes de protección desde todo el país, excepto Aguascalientes. La mitad de los pedidos de protección se concentraron en el DF, Veracruz y otros tres estados.

El 10 de julio, RSF demandó al presidente Enrique Peña Nieto reforzar el Mecanismo para la Protección de periodistas y de defensores de los derechos humanos que, en el caso de Rubén Espinosa, nuevamente no sirvió para nada. En vísperas de la visita de Estado que hizo Peña Nieto hizo a Francia, país sede de RSF, la organización le exigió frenar la violencia contra la prensa mexicana. El tema fue opacado durante la semana que Peña Nieto y su séquito de más de 300 invitados pasó en París debido a la segunda fuga del Chapo Guzmán de un penal de máxima seguridad, que puso en evidencia la debilidad institucional del gobierno mexicano.

Entre las últimas señales de alarma que anticiparon el crimen contra Espinosa, apenas el pasado 15 de julio, la Comisión Permanente del Congreso de la Unión exhortó al gobierno del estado de Veracruz a intensificar las investigaciones que permitan procesar, juzgar y sancionar a los responsables de los homicidios y las desapariciones de periodistas en ese estado.

El jefe de Rubén Espinosa en la Agencia AVC Noticias, el fotógrafo Oscar Martínez, expuso el dolor y apeló al llanto como único conjuro para sacar la tristeza y el coraje y la impotencia de ver caer uno tras otro a sus colegas por todo el estado, más de una docena en tres años. En una larga y catártica entrevista en el sitio “Nuestra Aparente Rendición”, justo después de que Espinosa se exiliara del estado el 9 de junio, Martínez no podía haber anticipado el asesinato de su colega y amigo, unas semanas después, pero anticipó una suerte de obituario para todo el gremio: “Hacer periodismo en Veracruz es un acto de valor, pero no por eso somos héroes. Somos personas. Somos periodistas”.

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