Jue 27.08.2015

EL MUNDO  › DONALD TRUMP REAFIRMA SU LIDERAZGO EN IOWA, DONDE ARRANCAN LAS PRIMARIAS DE EE.UU.

Ya no es una mera atracción de verano

Trump está empezando a parecerse a una fuerza imparable. Considerado por muchos en un primer momento como una celebridad intrascendente dentro de un campo republicano lleno de candidatos, ahora está matando a todos sus rivales.

› Por David Usborne *

Desde Dubuque, Iowa

“¿Quién es más duro que yo?” La pregunta, por supuesto, era retórica, hecha por Donald Trump con su característica grandilocuencia a los probables votantes de Iowa hacinados en una sala de exposiciones en las orillas del río Mississippi. Ese es su mensaje: nadie es más duro. Y es por eso que lo adoran.

Incluso por sus propios valores, Trump estaba con un espíritu efusivo cuando aterrizó en Dubuque, Iowa, la noche del martes para reforzar su ya amplia ventaja en el estado, donde, en febrero próximo, se iniciará el proceso estado por estado que dura cinco meses de elegir al nominado precandidato presidencial republicano. En tres horas mantuvo una explosiva conferencia de prensa, se reunió en privado con los organizadores estatales de alto nivel y protagonizó un acto político por momentos jovial.

Trump está empezando a parecerse a una fuerza imparable. Considerado por muchos en un primer momento como una celebridad intrascendente, una atracción de verano dentro de un campo republicano lleno de candidatos, ahora está matando a todos sus rivales. Nada parece interrumpir su impulso. Todavía no, de todos modos. Por el contrario, cualquier intento, incluso por sus rivales, de marcarlo no apto para el alto cargo por su descomunal ego y su gusto por lo escandaloso sólo tiene el efecto contrario.

Y más allá de toda la fanfarronería y burlas, Trump parece entender que ser el fenómeno del momento no se traduce automáticamente en votos cuando importa. Que casi 4000 personas se presentaron en esta ciudad de 60.000 para escucharlo es impresionante. La organización sobre el terreno para garantizar que se queden con él hasta el final será un desa- fío diferente. “Usted sabe, una cosa es tener ‘el verano de Trump’”, dijo a la multitud. “Pero eso no significa nada, a menos que ganemos primero la nominación y luego a Hillary, o a quien sea que se postule (por el partido demócrata).” Apareció en el escenario con Sam Clovis, un prominente activista conservador de Iowa, su nuevo asesor de política nacional, que acababa de birlarle a Rick Perry, el gobernador de Texas quien está enfermo y a quien Clovis le dirigía la campaña.

Pero si la campaña de Trump tiene un propósito más serio –“Dijeron que no me postularía. Me dijeron que no iba a presentar los papeles. Dijeron que no tengo una campaña. Bueno,¡ yo la tengo! ¡Y lo hago!”– no está moderando su tono. Incendió las redes sociales por echar de su rueda de prensa a un importante presentador de noticias hispano, Jorge Ramos, a quien después de unos minutos permitió volver, y en el escenario del acto, criticó a los canales de TV, atacó duramente a sus rivales Jeb Bush, Marco Rubio y Chris Christie y se burló de toda la clase política.

“Algo pasa en Washington... Prometo que no me va a pasar a mí... ellos son elegidos... miran esos hermosos edificios, hermosas salas y, de pronto, se vuelven impotentes. Se convierten, no funciona. De pronto no son luchadores”, dijo. Su opinión más fuerte de la noche: que los candidatos presidenciales deberían tener prohibido el uso de teleprompter, una suerte de pantalla escrita que permite leer discursos y que parezcan improvisados.

El ni siquiera usa notas, dando vueltas azarosamente sobre temas de conversación que poco a poco resultan familiares. Se comprometió a construir un muro de 3000 kilómetros a lo largo de la frontera con México, deportar a los 11 millones de inmigrantes que están en el país ilegalmente, reescribir acuerdos de libre comercio con mayor ventaja para Estados Unidos, enfrentarse a China en particular, reforzar el ejército y –posiblemente lo más potente para sus partidarios– estar en deuda con nadie en la Oficina Oval y no recibir dinero de los lobbistas o grandes donantes.

No importa que los discursos de Trump no sólo son jactanciosos sino que están cargados de exageraciones y afirmaciones de dudosa procedencia. Dijo en Iowa que él tenía 20 sitios web en su nombre y que construirlos le costó tres dólares cada uno, mientras que el sitio web de Obamacare le costó al gobierno cinco mil millones de dólares, un dato que nadie puede confirmar.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

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