EL MUNDO › EL GOBIERNO DE HOLLANDE LANZó ATAQUES AéREOS CONTRA UN BASTIóN DEL ESTADO ISLáMICO EN SIRIA
Mientras el gobierno francés coordinaba acciones militares conjuntas con EE.UU., la pista de la matanza de París condujo a los investigadores a descubrir una red terrorista transnacional enquistada en un suburbio de Bruselas, capital de Bélgica.
› Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Francia respondió a la guerra con la guerra. Cuarenta y ocho horas después de los atentados que dejaron un saldo de 132 muertos y 350 heridos, París trasladó la acción militar en el terreno. Según el ministerio francés de Defensa, diez cazas franceses largaron ayer 20 bombas contra el bastión del Estado Islámico (EI) en Rakka, al este de Siria. La ofensiva aérea habría destruido un centro de mando, un campo de entrenamiento y un depósito de municiones. Los aparatos despegaron de bases situadas en Jordania y los Emiratos Arabes Unidos y operaron en coordinación con fuerzas norteamericanas. El ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, había obtenido de Washington la garantía de una implicación más profunda de Estados Unidos en Siria. Cabe recordar que si bien la administración de Barack Obama lidera las acciones contra el EI, estas se limitaron siempre al territorio iraquí. La matanza de París cambió la configuración y el abanico de la colaboración entre ambas potencias. En una entrevista difundida por el canal NBC, el vice asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Ben Rhodes, declaró que “en los próximos días y semanas, trabajando con los franceses, podremos intensificar los bombardeos contra el EI tanto en Siria como en Irak, para dejar claro que no hay sitio seguro para estos terroristas”.
Las placas tectónicas del terrorismo se desplazaron de nuevo. Alguna vez estuvieron en Irán, después en Argelia, luego en el Líbano, más tarde en Egipto, pasaron a Pakistán y Afganistán, a Yemen, a Siria y, ahora, se mueven entre Francia y Bélgica. La pista de la matanza de París condujo a los investigadores a descubrir una red terrorista transnacional enquistada en un suburbio de Bruselas, la capital de Bélgica. Se trata de Molenbeek-Saint-Jean, una comuna que desde hace mucho tiempo está en el radar de los servicios secretos porque varios de los atentados cometidos en Europa en los últimos años fueron planeados allí. La pista belga se precisó cuando la policía encontró en un suburbio de París, Montreuil, uno de los dos autos utilizados por los terroristas para cometer los atentados: un Seat León de color negro en cuyo interior había fusiles de asalto Kalashnikov. El automóvil fue alquilado en Bélgica al mismo tiempo que otro de los autos usados por los asesinatos, el Polo Volkswagen hallado en las inmediaciones del Bataclan. El contrato de ambos vehículos estaba a nombre de dos hermanos de Abdeslam Salah, un francés nacido en Bélgica en 1985 y considerado hoy como el cerebro de los atentados de París. Los terroristas se desplazaron en esos dos autos a lo largo de su recorrido. Un comando se hizo explotar en el Estadio de Francia, el segundo participó en la matanza del teatro Bataclan y el tercero sembró la muerte en los bares del distrito 10 y 11 de la capital francesa. Luego de los asesinatos, dos cómplices recuperaron a Abdeslam Salah y lo condujeron a Bélgica, donde fueron identificados y arrestados. Sin embargo, la policía sospecha que Salah pudo haber partido luego con rumbo a España. La ubicación del auto lleno de armas torna más que verosímil la tesis policial según la cual hay más terroristas sueltos y que estos podrían volver a cometer atentados.
Informaciones ya oficiales dan cuenta de que el grupo estaba compuesto por siete u ocho hombres y que en él se encontraban otros dos hermanos de Salah. Uno de ellos, Ibrahim, se hizo explotar en el bar Comptoir Voltaire y el otro estaría detenido. En total, los servicios de seguridad identificaron a cuatro asaltantes: Ibrahim Abdeslam, su hermano Salah, Bilal Hafdi e Ismail Omar Mostefai. Este último es un francés nacido en octubre de 1985 en Courcouronnes, una localidad de las afueras de París. Mostefai participó en la carnicería humana del Bataclan y fue uno de los terroristas que activó el cinturón lleno de explosivos que llevaba puesto. Hay seis familiares del joven arrestados actualmente. Ismail Omar Mostefai residía en Chartres, a unos 150 kilómetros de París. El vespertino Le Monde adelantó que Mostefai viajó a Turquía en 2013 y de allí pasó a Siria, donde permaneció varios meses con los jihadistas del Estado Islámico. El terrorista, condenado ocho veces por delitos menores, era objeto de vigilancia por sus relaciones con un grupo salafista. Sin embargo, ni en su entorno familiar, profesional o vecinal se detectó jamás la más mínima inclinación a la violencia. Tenía un perro pitbull, dos hijas, una esposa, dos hermanos, dos hermanas y llevaba una vida casi anónima. En 2010 la policía lo clasificó con la ficha “S” como islamista radical. Sin embargo, su existencia sin olas lo hizo salir de los radares. La edición dominical de un diario de la región, Le Journal du Centre, afirma que Ismail Omar Mostefai se radicalizó cuando un marroquí oriundo de Bélgica empezó a frecuentar la misma mezquita que él. En cuanto al otro terrorista, Bilal Hafdi, éste francés también residía en Bélgica y combatió en las filas del Estado Islámico.
Todo conduce a Siria y a la localidad belga de Molenbeek-Saint-Jean. Este lugar pobre de las afueras de Bruselas tiene una larga historia de terroristas que pasaron por ahí antes de cometer atentados en Europa o en otras partes del mundo. La lista es aterradora: el hombre que asesinó en 2001 al comandante Masud en Afganistán, Kassim Bocouli, vivió en Molenbeek, lo mismo que Hasan El Haski, uno de los cerebros de los atentados que dejaron 191 muertos y 1800 heridos en Madrid en 2004. Mehdi Nemmouche, el autor del ataque contra el museo judío de Bruselas en mayo de 2014, y Ayoub El Khazzani, que en agosto de 2015 intentó atacar un tren en Francia, residieron en Molenbeek-Saint-Jean (el último en la casa de su hermana). De manera más global, Bélgica aparece como el ojo del ciclón del jihadismo en Europa. En Europa occidental y con respecto a su población, Bélgica es el país que cuenta con más combatientes en el seno del Estado Islámico. Este nación de 11 millones de habitantes tiene 492 jihadistas reconocidos, 272 en Siria o Irak, 75 muertos y poco más de 135 que han vuelto al territorio. Más aún, Bélgica es también regularmente señalada como el eje del tráfico de armas. Medios belgas aseguran que las armas utilizadas por los hermanos Kouachi durante el asalto al semanario satírico Charlie Hebdo y por Amédy Coualibaly en el curso de la toma de rehenes en el supermercado judío del Este de París fueron compradas en Bruselas.
El ministro francés de Interior, Bernard Cazeneuve, declaró en el canal France 2 que el modelo operativo de los terroristas demuestra que “estamos frente a un nuevo modo de intervención. Un grupo basado en Siria organiza a pedido atentados que otros cometen en territorio francés o en Europa”. En realidad, la metodología se parece más bien a la empleada por Al Qaida en los años 90 y 2000: planificación centralizada en zonas alejadas de los objetivos y ejecución de los atentados por redes locales. Es lo que se llamó en un momento la “globalización del terror”. Esta táctica quedó ampliamente demostrada con la explosión en pleno vuelo, el pasado 31 de octubre, de un Airbus 321-200 de la compañía rusa MetroJet que volaba sobre el Sinaí egipcio (217 muertos), el doble atentado con bomba contra un barrio de Beirut (43 muertos) y los tres atentados de París. Cada una de estas acciones fue reivindicada por el Estado Islámico y diseñada en los feudos en los cuales Francia interviene ahora con sus aviones.
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