EL MUNDO › COORDINAN LOS ATAQUES CONTRA EL ESTADO ISLáMICO EN SIRIA
El atentado contra el avión ruso y los ataques en París empujaron a ambos países a un pacto militar, siendo que hasta ahora divergían sobre la estrategia necesaria para encontrar una salida a la crisis siria.
› Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Dos de los tres países blanco de los atentados del Estado Islámico en las últimas semanas, Francia y Rusia –el tercero es el Líbano– se aliaron en la ofensiva aérea contra las posiciones del movimiento sunnita radical situadas en Siria. París y Moscú estaban distanciados desde la crisis en Ucrania y divergían profundamente sobre la estrategia política necesaria para encontrar una salida a la crisis siria. Los dos actos terroristas sucesivos de que fueron víctimas, el atentado contra el avión de la compañía rusa MetroJet que el pasado 31 de octubre de desintegró en pleno vuelo con la explosión de una bomba colocada por el Estado Islámico, y la matanza de los jóvenes en París del viernes 13 de noviembre, empujaron a ambas naciones a un pacto militar. El lunes 16 de noviembre, en una solemne intervención ante el Congreso, el presidente francés, François Hollande, reiteró que la ofensiva contras las bases del EI continuaría. Ayer, el Kremlin emitió un comunicado en el que decía que habría “un castigo inevitable”.
El giro estratégico de Moscú es notorio, tal vez motivado por el traspié incomprensible del Estado Islámico que asumió un acto terrorista contra un país que, más bien, lo estaba preservando. Hasta ayer, Occidente le recriminó a Moscú haber centrado el 80 por ciento de su ofensiva en Siria contra los feudos de la oposición al presidente sirio Bashar Al Assad y no contra el grupo radical sunnita (Vladimir Putin empezó a intervenir en Siria el pasado 20 de septiembre). La configuración ha cambiado a tal punto que el presidente Putin ordenó a sus aviones y sus barcos estacionados en el Mediterráneo “entrar en contacto directo” con el portaviones francés Charles-de-Gaulle y “cooperar con los aliados franceses”. François Hollande y el mandatario ruso mantuvieron ayer por la mañana una conversación telefónica durante la cual los dirigentes se pusieron de acuerdo en torno a una “coordinación de los esfuerzos” y a una ampliación del intercambio de informaciones entre los servicios secretos. El jefe del Estado francés se entrevistó ayer con el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y el próximo 26 de noviembre se entrevistará con Putin en Moscú y el 24 con el mandatario norteamericano Barack Obama. La meta de Hollande consiste en darle cuerpo a la “gran y única” coalición cuyo objetivo es terminar con el Estado Islámico. La modificación de las alianzas es trascendente.
La restauración del eje París-Moscú con el telón de fondo del terrorismo del EI se plasma luego de un congelamiento extremo de las relaciones. La crisis en Ucrania, la guerra en esa república y las sanciones adoptadas por Estados Unidos y la Unión Europea contra Rusia habían oscurecido las relaciones con Moscú. Francia le había vendido a Rusia dos barcos de guerra por más de 1000 millones de euros pero París suspendió esa venta. Los barcos fueron vendidos por Francia a otro infrecuentable de la escena política internacional, el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sissi. Esta triangulación demuestra una vez más el doble lenguaje y la doble política de las democracias de la Unión Europea. La UE reparte sanciones según una moralidad cambiante –así lo hizo con Cuba—. Mientras mantenía lazos y firmaba acuerdos con una larga lista de dictadores del mundo castigaba a La Habana con la famosa “posición común” inspirada de la política exterior del ex Presidente del gobierno español José María Aznar.
Lo cierto es que París y Moscú restablecieron un vínculo empañado y en un momento crucial de la política mundial que le permite a Rusia volver a ocupar su rango dentro de las potencias. De ahora en más, los rusos dejan de participar de forma autónoma en Medio Oriente e ingresan así en una fase de “coordinación” con sus antiguos antagonistas. Rusia es un aliado insoslayable de cualquier solución política que se quiera diseñar en Medio Oriente.
En el plano estrictamente militar, Francia bombardeó por segunda vez las posiciones del IE situadas en su feudo de Raqqa. El Ministerio francés de Defensa informó que dos “aviones Mirage 2000 partieron de los Emiratos Arabes Unidos” y lanzaron 16 bombas. Moscú hizo lo mismo, según adelanta el vespertino Le Monde de forma exclusiva. Rusia lanzó este martes misiles crucero contra blancos del EI ubicados en Raqqa, en Alepo e Idlib. También empleó los bombarderos T-U22. El Kremlin confirmó más tarde que había utilizado su avión estratégico para llevar a cabo esa ofensiva. Esta confirmación es más que un detalle ligero y traduce un cambio substancial de Putin. Hasta ahora, Moscú había recurrido a sus aviones tácticos y de apoyo terrestre. Los bombarderos estratégicos que entran en la guerra en este momento son mucho más potentes y despegan desde la misma Rusia.
Esta fase de reorganizaciones estratégicas, acercamientos y alianzas forjadas por el realismo o las circunstancias es considerable. En lo que atañe a Moscú y París, lo último que quería Hollande es pactar con Putin. El jefe del Estado lo acusó de trabajar para Al Assad, se negó a formar parte de la coalición anti Estado Islámico propuesta por Putin, pero ahora incluye a Rusia en este monumental enredo que los occidentales armaron en Siria. Desde luego, una guerra nunca es una solución feliz, sobre todo cuando queda pendiente otra de sus variables: el calamitoso papel que juegan entre sombras las monarquías del Golfo Pérsico a quienes las potencias les venden armas cuando saben que esos países han influenciado considerablemente la emergencia del Estado Islámico. Otra vez, un doble tablero. Lo que se hace por un lado queda neutralizado por el otro. Estos desastres y el colosal derramamiento de sangre es el resultado de las políticas de las potencias de Occidente en Medio Oriente. Eso es precisamente lo que exigen dos especialistas de Medio Oriente en un vibrante alegado publicado por Le Monde. Mohamed Harbi y Sophie Bessis escriben: “exijamos que Francia ponga un término a sus relaciones privilegiadas con Arabia Saudita y Qatar, las dos monarquías donde el islam wahabita es la religión oficial, hasta que estas monarquías no hayan cortado todo lazo con sus epígonos jihadistas, mientras que sus leyes y sus prácticas vayan en contra de la mínima decencia humana”. La demanda es lúcida y pone la flecha en la más estricta verdad: por un lado se combate al terrorismo y se empuja a una cruzada mundial, por el otro se hacen grandiosos negocios con quienes lo alientan o lo crean.
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