EL MUNDO › UN OPERATIVO EN EL SUBURBIO SAINT DENIS DURó SIETE HORAS Y TERMINó CON DOS JIHADISTAS MUERTOS Y OCHO DETENIDOS
Según medios locales, los jihadistas planeaban golpear el distrito financiero de la Defensa y el aeropuerto Charles de Gaulle. En el operativo una mujer francesa se inmoló; se sospecha que es pariente del considerado cerebro de los atentados.
› Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde París
Aún no amanecía cuando la policía francesa interceptó en el suburbio parisino de Saint Denis a un comando de jihadistas que tenía planeado llevar a cabo al menos dos atentados más. Según medios de prensa locales (el diario 20 Minutes y el canal France 2), los jihadistas planeaban atacar el distrito financiero de la Defensa –pegado a París– y el aeropuerto Charles de Gaulle. A las 4 y 20 de la madrugada policías de los comandos del Raid y del BRI lanzaron el asalto contra dos departamentos contiguos de la Rue Corbillon donde se alojaban los presuntos cómplices de los autores de la matanza del viernes 13 de noviembre. No los buscaban a ellos en realidad, sino a quien se considera que es el cerebro de la barbarie de París, el belga Abdelhamid Abaaoud. A las cinco menos cuarto tres hombres cayeron en manos de la policía pero el operativo se iba a prolongar durante más de 7 horas con un nutrido intercambio de disparos –5000 balas– y un hecho prácticamente inédito: uno de los ocupantes de los departamentos era una mujer que hizo explotar una carga de dinamita que llevaba puesta.
El único precedente que liga al Estado Islámico (EI) con una kamikaze mujer es el caso de Sayida al Rishawi, la militante del EI que en noviembre de 2005 intentó hacerse explotar dentro del hotel Radisson de Aman, la capital de Jordania. Ella y su marido, Ali Husein al Shamari, devastaron varios hoteles de Aman –Grand Hyatt, el Radisson y Days Inn– provocando la muerte de 67 personas. Sólo que la inmolación de Rishawi falló en el Radisson porque el dispositivo para accionar la carga que llevaba consigo no funcionó.
La identidad de la mujer que se suicidó en París no fue revelada por las autoridades, en cambio, la revista Jeune Afrique y otros medios adelantaron su identidad: Hasna Aitboulahcen, prima por línea materna de Abaaoud. Ella ha sido, como lo admiten las autoridades, “el eslabón débil del comando”. El saldo final de un operativo policial que duró 7 horas y movilizó helicópteros y personal del ejército se elevó a 8 arrestos, dos muertos y varios policías heridos. La detención de una de las personas dio lugar a una escena surrealista. El joven Jawad B –él les prestó el departamento a los terroristas– fue arrestado cuando estaba siendo entrevistado por el canal BFM. La principal presa, sin embargo, no cayó en la redada policial. Abdelhamid Abaaoud, el presunto organizador de la siembra sangrienta del viernes 13, no estaba en ninguno de los dos departamentos. Tampoco se capturó a Salah Abdeslam, uno de los terroristas que dispararon contra los clientes de los bares del distrito 10 y 11 de París –su hermano Brahim Abdeslam se hizo explotar–.
En total, nueve jihadistas y no ocho como se creía protagonizaron la matanza de la capital francesa: tres en el Estadio de Francia, tres en el Bataclan y tres en los bares y restaurantes. De los nueve, cinco ya fueron identificados y son todos franceses. El jefe del comando Raid que lanzó el asalto en Saint Denis, Jean-Michel Fauvergue, contó al diario Parisien que sus hombres se encontraron frente a “verdaderos profesionales. Disparaban en ráfagas, o tiro por tiro, turnándose uno cada vez para que los disparos no cesaran nunca”. Al cabo de esta acción protagonizada por comandos especiales de la policía, el fiscal de la República, François Molins, confirmó que el comando terrorista “dado su armamento y su organización podía pasar a acto”. Poco a poco, las autoridades van destapando lo que el fiscal calificó como una “logística importante” al servicio de una “acción a todo o nada”. En cuanto a la versión de los medios según la cual los terroristas neutralizados ayer tenían otros dos objetivos futuros, el ministro de Interior, Bernard Cazeneuve, desmintió dicha información.
Según la versión de Molins, la punta del ovillo para localizar al comando terrorista fue un teléfono celular encontrado por la policía en una papelera que estaba cerca de la sala de conciertos del Bataclan. Dicho celular contenía un mensaje de texto que decía: “Ya está, ahí vamos” (on est parti, on commence). El SMS fue emitido a las 21.42, muy poco antes de que comenzara la matanza. Al rastrear la geolocalización del destinatario la pista condujo a un hotel de las afueras de París, Alfortville, cuyas habitaciones habían sido alquiladas por Salah Abdeslam, es decir, el mismo terrorista prófugo que alquiló el Seat León y el Polo Volkswagen negro utilizados en los asesinatos callejeros. De allí, a través de una red de coincidencias y el pinchazo del teléfono de la mujer kamikaze, Hasna Aitboulahcen, los investigadores hicieron el puente con los dos departamentos de Saint Denis. Esta localidad del norte de París y sus 100 mil habitantes es, a su manera, la más cosmopolita del país, con 130 nacionalidades distintas: 28 por ciento de sus vecinos son inmigrantes mientras que el 70 por ciento de los menores tienen un padre o una madre extranjeros.
Lo más increíble de esta historia es el relato de los desaciertos policiales. Los hermanos Abdeslam, el fugitivo y el que se inmoló, ya habían sido detenidos por la policía belga apenas comenzado 2015. Ambos fueron liberados sin seguimiento especial, y ello pese a que Ibrahim intentó desplazarse a Siria pasando a través de Turquía, intento que Ankara frenó. Cuando regresó lo detuvieron y lo dejaron suelto. “No parecían representar una amenaza”, explicó el portavoz de la fiscalía belga. La segunda secuencia del despropósito se produjo el sábado, al día siguiente de la cabalgata asesina por París, cuando la policía fronteriza detuvo a Salah Abdeslam mientras cruzaba la frontera entre Francia y Bélgica junto a otros dos hombres. Le efectuaron un control de identidad y lo dejaron partir. Hoy, hasta las más altas autoridades policiales del planeta admiten que existe un abismo infinito entre las personas implicadas en redes terroristas y las que realmente están bajo la lupa policial. Jürgen Stock, el secretario general de Interpol, reconoció que si bien se tiene constancia de que en el mundo existen alrededor de 25.000 combatientes asimilados al terrorismo, apenas 5600 son objeto de una identificación precisa.
París ya casi duerme con otra situación inédita: la primera kamikaze de la historia del terrorismo francés. Hasna Aitboulahcen, era francesa, de padres marroquíes. Nació en 1989 en el suburbio de Clichy-la-Garenne. Su imprudencia y su gusto excesivo por los teléfonos celulares –antes de hacerse explotar hizo un llamado– fueron la sepultura del cuarto comando de terroristas, o al menos de parte de él. Los servicios judiciales franceses (SDT) explican que la joven “estaba obsesionada con la jihad” (la guerra santa). Desde hace varios años quería viajar a Siria e Irak pero no pudo. Los servicios locales que les propuso a los protagonistas de los atentados de París le costaron la vida y el desmantelamiento de la red de sus aliados. La tragedia no ha terminado. París flota, activa pero irreal, sin miedo pero consciente. Le vienen otros trastornos. Los sucesivos retratos de los terroristas, su nacionalidad francesa, sus orígenes paternos –argelinos, marroquíes– tendrán un impacto electoral profundo en las elecciones regionales del próximo 6 de diciembre. La narrativa del miedo desplegada con éxito por la extrema derecha del partido Frente Nacional ha encontrado nuevas razones para arraigarse en las urnas. Colapso de la realidad devorada por las ficciones del discurso y el imaginario de una parte del electorado. Una tragedia humana, política y social. El sacrificio de una generación joven, festiva y hedonista servirá para promover a sus enemigos ideológicos.
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