Mié 25.11.2015

EL MUNDO  › ENTREVISTA A EMILIANO FITTIPALDI, UNO DE LOS PERIODISTAS PROCESADOS POR LAS FILTRACIONES VATICANAS

“Los fieles tienen derecho a saber”

Fittipaldi sostuvo que realizó una investigación periodística y que su conducta fue legítima. “Me explicaron que arriesgo una pena de 4 a 8 años de cárcel, según una ley impulsada por el papa Francisco en 2013”, contó.

› Por Elena Llorente

Página/12 En Italia

Desde Roma

Los dos periodistas que acaban de publicar sendos libros sobre secretos vaticanos –Emiliano Fittipaldi y Gianluigi Nuzzi– son procesados desde ayer por las autoridades judiciales de la Santa Sede, acusados de haber “divulgado noticias y documentos reservados”, según explicó un comunicado de la oficina de prensa vaticana. Los periodistas habrían usado esas noticias y documentos para publicar los libros Avarizia, en el caso de Fittipaldi, y Via Crucis, en el caso de Nuzzi. Y para conseguir el material “presionaron” sobre todo a un prelado español del Opus Dei, Lucio Angel Vallejo Balda –dijo el comunicado–, que entonces era miembro de la Comisión de Estudio sobre las Actividades Económicas y Administrativas de la Santa Sede (Cosea). Dicha comisión fue creada por el papa Francisco para asesorarlo sobre las reformas económicas y financieras que podrían realizarse en el Vaticano.

Pero los dos periodistas no son los únicos juzgados a partir de ayer. Se agrega a la lista Vallejo Balda, Francesca Immacolata Chaouqui –la laica italiana experta en relaciones públicas– y un colaborador de Vallejo Balda, el italiano Nicola Maio, los tres miembros de la Cosea. Vallejo Balda y Chaouqui fueron arrestados hace unos 10 días, cuando estalló el escándalo, conocido ahora como Vatileaks2, pero ella fue liberada porque colaboró con las autoridades. El decreto de procesamiento indicaba que si los acusados italianos no se presentaban ante la Justicia vaticana ayer, serían procesados de todas maneras en ausencia. Pero ayer los cinco acusados estaban sentados uno junto al otro ante la corte de justicia vaticana presidida por el juez Giuseppe Dalla Torre. La audiencia duró poco más de una hora y continuará el lunes.

“Me han explicado que arriesgo una pena de 4 a 8 años de cárcel, según una ley impulsada por el papa Francisco en 2013, después del primer Vatileaks”, contó Fittipaldi en una entrevista de Página/12 antes del proceso. Contó además que hace unos días el promotor de justicia vaticano (fiscal) lo convocó y lo interrogó, pero aclaró que no podía contar nada sobre el interrogatorio por cuestiones legales. “Yo considero que mi conducta fue legítima. Hice mi trabajo de periodista investigativo. Considero que estas noticias deben ser publicadas porque los fieles tienen derecho a saber –indicó–. Yo me esperaba que las investigaciones de la justicia vaticana, una vez publicado el libro, se dirigieran hacia otras personas.”

Y agregó: “Yo no conocía esta nueva ley vaticana de 2013, pero aun conociéndola, habría publicado igualmente mi libro que, en realidad, cuenta en detalle lo que Francisco ya había denunciado”, subrayó Fittipaldi, explicando además que muchas de las noticias que él ha publicado no provienen de documentos vaticanos sino de su investigación en distintos centros informativos del estado italiano, dado que la Santa Sede posee numerosas propiedades e intereses en Italia.

–¿Quién impulsó según usted la idea de lanzar el proceso contra los periodistas?

–Están simplemente aplicando la ley vaticana.

–¿El papa Francisco está detrás de todo esto?

–Esto no lo sé. El Papa es el monarca absoluto. No es una democracia. No sé cuáles fueron las decisiones políticas internas para llevar adelante este proceso. Veo sólo las consecuencias. Me han explicado que estoy acusado y que arriesgo de 4 a 8 años de cárcel.

Tal vez, dijo más adelante, se quiere “crear un precedente” para así detener un eventual futuro escape de noticias. Pero todavía Fittipaldi tiene mucho que hablar con sus abogados para entender la mejor forma de defenderse.

El libro comienza con un prólogo en el que el periodista cuenta un almuerzo con dos sacerdotes que, entre copas de vino blanco y exquisitos platos de pescado y mariscos, le dicen: “Debes escribir un libro, debes escribir un libro incluso para Francisco, porque el Papa tiene que saber”. No da los nombres de los sacerdotes pero pone sus palabras entre comillas, como si fueran textuales. Y en ese almuerzo le dan los títulos, por así decir, de lo que deberían ser las áreas de sus investigaciones: el Hospital Pediátrico Bambino Gesú y el dinero dado por la fundación del hospital para restaurar el departamento del cardenal Tarcisio Bertone, ex secretario de Estado de Benedicto XVI. También hablan de los millones en propiedades inmobiliarias del Vaticano, de la fundación del papa Ratzinger y el papa Wojtyla, del Obolo de San Pedro –teóricamente dedicado a los pobres y que en cambio no se dedica principalmente a eso–, de las inversiones dentro y fuera del IOR, el banco vaticano, de las acciones del Vaticano en Exxon y Dow Chemical, multinacionales famosas por la contaminación ambiental que han producido, y muchas cosas más. Cuando termina el almuerzo, los dos sacerdotes se levantan y le dicen que no tienen efectivo para pagar la cuenta del restaurante y que se haga cargo él.

–Es curioso que los dos libros, el suyo y el de Nuzzi, hayan salido casi al mismo tiempo. ¿Hubo alguna coincidencia entre ambos?

–Yo hace un año que empecé a trabajar sobre este libro. Y lo demuestran mis artículos aparecidos en la revista L’Espresso para la que trabajo. A Nuzzi nunca lo he visto.

–En el libro, las personas que hablan con usted dicen querer dar a conocer estas cosas porque el Papa no las conoce. ¿Esto quiere decir que Francisco no está suficientemente informado o no se lo informa a propósito? ¿Cuál es el balance de las reformas propuestas por el pontífice?

–Creo que hasta ahora se ha podido hacer sólo un 20 por ciento de las reformas. Pero no por culpa del Papa sino de quien le está poniendo todas las trabas posibles.

–¿Son sobre todo los italianos los que ponen las trabas?

–No sólo. Son también estadounidenses, africanos... Basta ver cómo anduvo el sínodo sobre la familia (N. de la R.: que se hizo en octubre), quién remó contra el Papa, y así uno se puede hacer una idea. Son todos los que quieren una Iglesia menos transparente respecto de lo que quiere Francisco. Y son muchos.

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