EL MUNDO › EL VICE DE BRASIL, MICHEL TEMER, COQUETEA CON LA RUPTURA CON LA PRESIDENTA ROUSSEFF
La Cámara de Diputados eligió una mayoría de parlamentarios integrantes de la Comisión Especial que está a favor de la destitución de la mandataria. Dicha comisión debe aprobar o no un pedido de apertura de juicio político.
› Por Eric Nepomuceno
Página/12 En Brasil
Desde Río de Janeiro
La presidenta Dilma Rousseff enfrentó una derrota significativa, cuyas dimensiones y consecuencias serán conocidas en los próximos días. La Cámara de Diputados, convocada ayer para definir los integrantes de la Comisión Especial que aprobará o no el pedido de apertura de un proceso de destitución, eligió por amplio margen –272 a 199 votos– la lista compuesta por parlamentarios que defienden de manera irreductible la deposición de la mandataria. Es un trámite complejo: la lista ganadora tiene 39 nombres, que ya fueron definidos como integrantes de la comisión. Faltan otros 26, que serán elegidos hoy. Se sabe, a ciencia cierta, que al menos 17 de ellos votarán contra la apertura del juicio. Aun así, Dilma estará en clara minoría.
La comisión indicará al Pleno, a quien corresponde la palabra final, si se debe o no aceptar el proceso. Lo más seguro es que se determine al Pleno que apruebe la iniciativa. Al gobierno le resta un consuelo frágil: obtuvo 199 votos en su favor. Como en el Pleno se necesitan 172 votos para que el mandato de Dilma sea respetado, hay un cierto margen a su favor. Ya para la oposición será necesario conquistar al menos otros 70 votos para deponerla. Todo dependerá si la votación se da de manera abierta, como determina la Constitución, o si será por voto secreto, que abre espacio para traiciones y deslealtades.
De todas formas, quedó evidenciada la fragilidad del gobierno. Aunque logre, cuando llegue la ocasión, los 172 votos necesarios para que se mantenga con el mandato constitucional que le fue conferido por votación popular, Dilma gobernará teniendo una oposición mayoritaria en la Cámara. Otra evidencia: el PMDB, el principal y más fuerte aliado entre los partidos que componen la base parlamentaria, está literalmente dividido al medio, entre los que la respaldan y los que la quieren deponer. Otro dato preocupante: de los 39 diputados que integran la lista que, en la comisión, votará por la destitución de Dilma, nada menos que 20 pertenecen a partidos que ocupan puestos en su gobierno, ministerios inclusive. Con semejante nivel de lealtad y fidelidad, Dilma debe preguntarse para qué necesita de adversarios.
El presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, no sorprendió a nadie: una vez más, interpretó a su muy peculiar manera el regimiento de la Cámara, maniobrando de manera clarísima para evitar cualquier vestigio de transparencia y equilibrio. La votación, en lugar de abierta, como determina la misma Constitución, fue secreta. Así los desleales y traidores pudieron actuar sin miedo a perder las prebendas de que disfrutan en el gobierno. Partidos que defienden el mandato de Dilma recurrieron a la Corte Suprema, pero el desastre ya está consumado.
A propósito: en otra demostración de que todavía dispone de fuerza y respaldo, el mismo Cunha vio, ayer, como una vez más el Consejo de Etica de la Cámara, que lo juzga por la muy extensa hoja de crímenes y delitos que cometió y comete, postergó, para hoy, la votación sobre su futuro. Con diputados luciendo un formidable acervo de maniobras cuyo objetivo irremediable es postergar al máximo la votación final, Cunha logró zafarse una vez más.
No ha sido el único (y fuerte) dolor de cabeza para Dilma. En la noche del pasado lunes, saltó a la luz la carta que le envió el vicepresidente Michel Temer, del mismo PMDB de Cunha y de los desleales (ver recuadro). Se trata de un monumento al resentimiento y a la pequeñez de la política y, al mismo tiempo, deja claro que se instaló la ruptura entre el vice y la presidenta. Si había alguna duda sobre el apetito de Temer y sus seguidores para devorar lo más pronto posible el suculento plato de la Presidencia, ahora se dirimió.
La carta, con el sello de “confidencial”, fue entregada en manos de Dilma. Tarde en la noche, ella convocó a tres de sus asesores directos, los de su mayor confianza, para discutir sus términos. Curiosamente, más o menos a la misma hora la carta llegó a periodistas de la TV Globo, crítica contumaz e inamovible del gobierno.
En una muestra ejemplar de cinismo, Temer acusó al entorno de la mandataria por haber filtrado lo que él o alguien de su grupo filtró. Ese es el clima imperante.
Todo, o casi todo, lo que dice Temer en su carta es justificable. Lo que no se justifica es que, primero, haya tardado tanto en decirlo, y, segundo, haber filtrado la carta “confidencial” como claro anuncio de ruptura en un momento crítico. Si cae Dilma, él asume. Su partido ocupa hoy siete ministerios. Si contribuye para destituir a la presidenta tendrá 31 carteras para distribuir entre los suyos y los demás conspiradores.
Con el respaldo de la “carta personal” de Temer, el PMDB, ducho en chantajes y traiciones, tendrá fértil terreno para negociar y traicionar. La carta de Temer agrega una fuerza extra a la maniobra.
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