EL MUNDO › UN PRESUNTO REPRESOR LLAMO A UNA RADIO PARA CONFESAR UNA SERIE DE CRIMENES ATROCES COMETIDOS EN 1973
“Llevábamos varios de estos tipos a la pampa (desierto) y les pegábamos un tiro en la cabeza. Los dinamitábamos. No están. Están desintegrados. No quedaba nada.” La horrorosa conversación fue tendencia en Twitter y Facebook.
› Por Christian Palma
Desde Santiago
Es uno de los programas radiales más famosos y escuchados de Chile. Las historias de amor, infidelidades, líos de alcoba y un sinfín de enredos de pareja, ha hecho que el Chacotero sentimental conducido por el director de cine Roberto Artiagoitia (Rumpy) en la Radio Corazón, sea desde hace años una marca registrada, incluso con anécdotas que inspiraron películas en la pantalla grande. Sin embargo, la llamada que recibió este miércoles tiñó de rojo una transmisión que amenazaba con ser una más en el historial del espacio.
“Nos mandan para Santiago y pasé a la extrema violencia”, dijo un anónimo oyente saliendo de la temática habitual del espacio radial. Con el seudónimo de Alberto, aseguró ser un ex conscripto y francotirador que hoy se gana la vida conduciendo un taxi en una ciudad del norte. El relato sigue de manera eufórica: “Ya no sé si quiero vivir o morir. Caché (vi) lo malo que puede ser uno. Antes éramos hippies, amor y paz, pero ahí había que salvarse como sea. Estoy generalizando la situación en sí, a lo que estábamos expuestos”.
“Yo era soldado”, agrega el oyente, hoy de 62 años. “Estaba haciendo el servicio militar (obligatorio en esa época), fue en los enfrentamientos en Santiago para el 73. Primero lo hacías por maldad, después cachabas como que te gustaba. ¡Te volvía loco! Luchabas contra esos sentimientos. Volvimos al norte, a mi ciudad y nos recibieron como héroes. Te felicitaban como un acto heroico y para mí todo eso había sido un delito”.
“¿Vos disparaste, mataste gente, huevón?”, le preguntó el Rumpy al aire, pasadas las 14.30. “Estaba obligado o te mataban los milicos o te mataban ellos o los otros huevones de allá...”, respondía Alberto, dejando a medio Chile boquiabierto y las redes sociales hirviendo.
“Te avivaban la cueca: ‘Dispare soldado combatiente’. Era mejor que la marihuana esa huevá... Participaba de una misión especial y llevábamos varios de estos tipos a la pampa (desierto) y les pegábamos un tiro en la cabeza. Los dinamitábamos. No están. Están desintegrados. No quedaba nada”, continúo con un relato disperso que se extendió por 25 minutos en el que habló de al menos de 18 ejecuciones en los albores de la dictadura.
La historia conmovió al conductor radial acostumbrado a relatos fuertes, pero que, sin duda, jamás esperó una llamada como ésta. “Fue escalofriante. La Policía De Investigaciones (PDI) vino, también la Brigada de Derechos Humanos, entregamos el audio y algunos antecedentes más que puedan necesitar”, dijo el Rumpy a medios locales en su habitual estilo colquial y cercano. Y no es para menos, la conversación fue tendencia en Twitter y Facebook, redes sociales que no pararon de viralizar partes de la horrorosa historia.
“Les pegábamos un balazo en la cabeza. ¡Y pah! ¡No quedaba ni la sombra!”, precisaba Alberto. Tras eso, el Rumpy, visiblemente afectado, replicaba sorprendido: “Para mí es súper difícil hablar contigo. Y tú como que ya tenís tu vida superada y es fácil decir: ‘Nah, yo los mataba, les tiraba unos dinamitazos y no quedaba nada y vamos para adelante’. Para mí, lo que estás narrando es una historia muy dura y muy terrible”.
“¿Has escuchado dónde están los desaparecidos? ¡Nadie ha dicho dónde están los desaparecidos, porque no están! ¡Están totalmente desintegrados!”, insistía Alberto.
Así, contó que en un patrullaje le tocó presenciar el supuesto asesinato del marido de la “italiana”, una mujer que lo había enamorado años antes. “Yo participé en una patrulla. El gallo (tipo) amarrado, un balazo en la cabeza, dinamita”. Contó Alberto que esta italiana se casó con el “regidor de su ciudad”. De acuerdo a El Ciudadano, el único regidor de Iquique que figura como desaparecido es Juan Antonio Ruz Díaz, y citando el Informe Rettig (archivo histórico de víctimas) el 29 de octubre, en un Consejo de Guerra, se decretó pena de muerte a cuatro personas, las que fueron ejecutadas a las 6 de la mañana del 30 de octubre de 1973. Entre estas personas se encuentra Ruz, quien trabajaba como “funcionario de Aduanas de Iquique” y “se presentó voluntariamente al Regimiento de Telecomunicaciones”.
Los cadáveres nunca fueron entregados a sus familiares.
Maurin, la hija de Alberto, entró a la historia al relatar al diario La Estrella de Iquique que su padre “se desahogó, son 40 años que él lleva esto guardado, es la verdad que no quieren escuchar... Mi papá es una víctima de la dictadura tal como son los presos políticos, los torturados y muchos conscriptos que fueron utilizados”, sentenció la joven. Ella insiste en que su padre “habló con la verdad y ha cooperado en la búsqueda de esa verdad”.
De hecho, Alberto aseguró en la conversación radial que publicó un libro con estas historias, llamado Desperdicio Militar Obligatorio. Según cita el diario El Ciudadano, la obra fue inscripta con el nombre de Guillermo Reyes Rammsy y el protagonista se llama Damián. Es más, precisó que el romance con la italiana quedó en suspenso cuando fue llamado a hacer el servicio militar. “Me quedé pegado como por tres años”, confesó.
Si la sangrienta historia es ficticia o real deberá determinarlo ahora la Justicia. Lo cierto es que el hombre que el miércoles decidió confesar sus crímenes perpetrados en 1973 –a días del golpe militar encabezado por el dictador Augusto Pinochet– no pasó inadvertido. Tanto así que la PDI logró identificar al hombre que llamó a la radio con su confesión. Se trata de Guillermo Reyes Rammsy, un ex conscripto del regimiento Carampangue de Iquique que hizo su servicio militar obligatorio en esa época, según confirmó la Unidad de Derechos Humanos del Ministerio del Interior. Esta persona fue detenida la noche del jueves en Valparaíso y enfrentará un proceso para esclarecer la veracidad de sus dichos.
El diario electrónico EMOL añade que a primera hora de ayer, los efectivos de la Brigada de Derechos Humanos lo pusieron a disposición del experto en derechos humanos, el juez Mario Carroza, quien tiene ahora la palabra para terminar una historia que se repitió muchas veces en Chile y que esta semana –de manera inédita– fue escuchada en primera persona en forma simultánea por miles de chilenos.
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