Lun 18.04.2016

EL MUNDO  › EL LíDER LABORISTA SE HA CONVERTIDO EN LA ESPERANZA DEL Sí A LA UE EN EL REFERéNDUM

Corbyn a la vanguardia para quedarse

Hasta hace poco estaba cuestionado por algunos de sus propios camaradas del laborismo. Ahora quedó como el líder más importante de los que tratan de evitar la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea.

› Por Marcelo Justo

Página/12 En Gran Bretaña

Desde Londres

Con el primer ministro David Cameron desacreditado por los Panama Papers, el más claro símbolo de una opción de izquierda en cuatro décadas, el líder del Laborismo Jeremy Corbyn, se ha convertido en un personaje clave para salvar la campaña a favor del Sí en el referendo del 23 de junio que debe decidir si el Reino Unido permanece o no en la Unión Europea. Como dirían Rubén Blades y el borracho de Pedro Navaja la política da sorpresas hasta en el frío, pragmático y empirista Reino Unido.

La campaña por el Sí se encuentra en un estado de confusión. Mientras el No tiene una lista de propuestas de encantadora simplicidad para responder a los problemas británicos responsabilizando de todo a Europa, los argumentos del Sí suenan verborrágicos en esta era del Twitter y los trastornos de atención hiperkinéticos. El comentarista Jonathan Freedland ilustró esta diferencia en el The Guardian con tres preguntas del No tan bien cargadas que decidirían el voto de un extranjero que no tiene ni idea del tema. “¿Quieren que nuestras leyes las hagan los británicos o los europeos?”, ejemplifica el comentarista, “¿quieren que los 12 mil millones de libras de contribución británica a la UE se inviertan en nuestro Servicio Nacional de Salud o sigan yendo a Europa?, ¿deben los británicos o los extranjeros decidir quién entra en el Reino Unido? Con preguntas de este tenor y un mensaje elemental de respuesta el No está impactando en los votantes”, concluye Freedland.

Uno de los adalides del Sí a Europa, Charles Grant, del Centre for European Reform, opina que, tal como van las cosas, entre el 55 y el 60% de los votos va a votar a favor del Brexit (Britain-Exit: Salida británica de la Unión Europea). Es en este contexto que Jeremy Corbyn se ha convertido en la gran esperanza del Sí.

Con el lanzamiento oficial el jueves de una campaña que lleva meses en los medios, Corbyn se pronunció enfáticamente a favor de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. El suspiro de alivio pudo escucharse en el extenso entorno del establishment que apoya el Sí, desde la City y el Banco de Inglaterra hasta el CBI (empresarios) y la embajada estadounidense. La razón es simple. El Sí necesita desesperadamente unos nueve millones de votantes laboristas ante la división reinante entre los conservadores donde, en el mejor de los casos, esperan cosechar unos 6 millones de sufragios.

Históricamente euroescéptico, extremadamente crítico del perfil pro-empresario-financiero que la UE adoptó a partir de los 90, Corbyn cree que Europa debe cambiar de rumbo, pero que la única posibilidad de hacerlo es con el Reino Unido en su interior. “La Unión Europea será clave para el comercio, la manufactura y la cooperación de este siglo XXI. Decenas de billones de libras en inversión y empleo dependen de nuestra relación con la UE. La UE nos ha garantizado importantes derechos laborales, como las cuatro semanas de vacaciones pagas, la licencia por maternidad y paternidad, y ha mejorado la protección de nuestro medio ambiente. Al mismo tiempo tenemos que reformar a esta Europa obsesionada con una austeridad suicida y colocar a los empleos y el desarrollo sostenible en el corazón de la Unión. La única manera de hacerlo es estar dentro y no fuera de Europa”, indicó Corbyn.

Corbyn y el laborismo no harán campaña conjunta con Cameron y los conservadores en un frente a favor de Europa similar al que se formó en 2014 para el referendo por la independencia de Escocia. La Europa de la que habla Corbyn es muy distinta de la que busca preservar Cameron. Corbyn es un decidido oponente del Transtlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), un tratado que están negociando la UE y Estados Unidos que, entre otras cosas, le abriría las puertas a las multinacionales estadounidenses para ingresar en el estatal Servicio Nacional de Salud británico.

El referendo del 23 de junio se basa en la renegociación que Cameron llevó adelante con la Unión Europea y que presentó en febrero como el cambio que necesitaba el Reino Unido para seguir en la UE. El problema es que con los Panama Papers su palabra ha perdido credibilidad. La semana pasada el primer ministro terminó admitiendo que se había beneficiado con la compañia offshore de su padre, pero su reconocimiento llegó después de demasiadas respuestas ambiguas que buscaban desligarlo por completo de asunto.

El pedido de renuncia por el escándalo ha amainado un poco, aunque resurgió este sábado en una protesta contra la Austeridad que congregó unas 150 mil personas en el centro de Londres. La mita de los diputados conservadores están por el No y los que están por el Sí no han dicho mucho como para no quedar demasiado pegados a una derrota que, sumada a los Panama Papers, podría llevarse puesto al primer ministro.

Así las cosas, Rubén Blades y el borrachín que encuentra a Pedro Navaja muerto tendrían que añadir esta sorpresa: que la supervivencia política de Cameron dependa de un líder que está en sus antípodas. Con casi total seguridad no es la única sorpresa que nos deparará el referendo. La votación tiene una marca claramente generacional. De 60 años para arriba –generación que mantiene un vínculo por tenue que sea con el gran imperio británico– las encuestas perciben una inclinación al No. De 30 para abajo, en cambio, hay un europeísmo espontáneo. El problema es que el grado de abstención de los jóvenes suele duplicar al de los mayores.

Entre los azares que Cameron no planeó al convocar la consulta popular se suma el festival musical de Glastonbury que congrega todos los años a cientos de miles de jóvenes y que se celebra entre el 22 y el 25 de junio. En una votación que promete ser reñida, un ausentismo musical de la franja generacional más proeuropea puede resultar decisiva. Cuanto menos sería irónico que un hecho tan trascendental se decida por detalles de este tipo.

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