EL MUNDO › ANGEL COLóN, UNO DE LOS SOBREVIVIENTES DE ORLANDO
A dos días de la masacre de Orlando, sobrevivientes y familiares de las personas asesinadas en el peor ataque armado de la historia reciente de Estados Unidos comenzaron a compartir sus historias, su dolor y sus miedos. Es el caso del puertorriqueño Angel Colón, quien se salvó por milagro. “Estábamos hablando y (el atacante) tiró el primer tiro, empezamos a correr, pero me disparó a mí, como tres veces en mi pierna derecha, me traté de parar, pero todo el mundo estaba corriendo encima de mí y me rompieron la pierna izquierda, no podía caminar”, contó Colón en conferencia de prensa.
Desde el Centro Médico Regional de Orlando, donde recibió las primeras curaciones, sentado en su cama y rodeado de doctores, enfermeras y otros sobrevivientes, el joven puertorriqueño dijo que tras la primera estampida de gente que escapó del boliche, el atacante, Omar Mateen, recorrió el lugar rematando con uno o dos disparos a las personas heridas. “Pensé, ‘soy el próximo. Soy hombre muerto’. Entonces, empezó a disparar a los cuerpos que estaban en el piso. Yo lo miraba y lo veía viniendo hacia mí; le disparó a una chica al lado mío y después, gracias a Dios, me tiró a la mano y al lado de mi espalda por detrás”, recordó.
Una vez que la policía arrinconó al atacante en el baño del boliche gay, una persona agarró a Colón y lo arrastró hasta la calle. Como el suelo estaba lleno de pedazos de vidrios, llegó al hospital con cuatro tiros en su cuerpo y toda la espalda cortada. “Si no fuera por ellos yo no estaría aquí –concluyó el joven, visiblemente emocionado, señalando a los médicos y enfermeras que lo rodeaban–. Este hospital me ha ayudado todo el día, toda la noche, y los quiero mucho”.
Para Colón, Mateen actuó como una persona despiadada y cruel, que disfrutaba mientras disparaba. En la madrugada del domingo, cuando más de 300 personas bailaban y disfrutaban de una noche de música latina en el boliche Pulse, en el centro de la ciudad de Orlando, Mateen irrumpió con un arma de asalto y una pistola y abrió fuego. Según la policía, acribilló a decenas de personas y luego se refugió con rehenes en el baño, hasta que un equipo Swat entró, liberó a todas las personas y lo mató. En total, 50 personas fallecieron, incluyendo a Mateen, y otras 53 resultaron heridas esa noche, la gran mayoría latinos.
Durante la misma conferencia de prensa en la que Colón contó su historia, el médico Michael Cheatham informó que 44 personas llegaron al Centro Médico Regional de Orlando. Nueve fallecieron, ocho fueron dadas de alta y 27 siguen internadas, entre ellos seis en estado crítico, cinco en estado reservado y 16 estables. Cheatham dijo que estaba especialmente preocupado por al menos dos de los pacientes en estado crítico ya que, si se llegaran a recuperar, sufrirán un gran impacto en su funcionalidad.
Varios de los médicos presentes, que fueron los que primero atendieron a los heridos la noche del ataque, coincidieron en que las heridas que vieron fueron propias de una “escena de guerra”, ya que el atacante utilizó un arma de gran calibre como es el AR-15, uno de los fusiles de asalto de venta libre más utilizados en los tiroteos masivos de los últimos años en Estados Unidos. Otro de los sobrevivientes que habló en el Centro Médico Regional fue Victor Valles. Describió cómo logró esconderse cuando Mateen comenzó a disparar y cómo se mantuvo allí, lejos de la vista del atacante, durante casi una hora, hasta que la policía logró entrar al boliche. Cuando la policía lo sacó, dejó atrás, tirados en el suelo, los cuerpos de sus seis amigos con lo que había ido a bailar. “Las personas más maravillosas del mundo, los mejores amigos que uno pudiera tener”, los recordó. A su lado, Iris Febo, su mamá, contó que lucha para acompañar a su hijo en este difícil momento, ya que el joven no puede dormir y sigue en shock.
La conmoción por la masacre no sólo domina el hospital en donde se recuperan las víctimas: sigue fresca en el resto de los estadounidenses e, inclusive, en la opinión pública mundial. Anteanoche miles de personas comenzaron a juntarse frente al Phillips Center for Performing Art, una de las plazas más grandes de Orlando, en una vigilia en honor de las víctimas del ataque de Mateen que continuó ayer. Las consignas “no cederemos al terror” y “seremos más fuertes” dominaron la concentración. Al mismo tiempo, miles de personas se reunieron en Nueva York y Los Angeles, dos de las ciudades de Estados Unidos en donde la comunidad LGBT es más grande y fuerte. En Nueva York, el epicentro de los encuentros fue el histórico Stonewall Inn, un bar conocido por ser el lugar en el que surgió el movimiento por los derechos de los homosexuales, en el barrio de Greenwich Village. En Los Angeles, una multitud protagonizó otra vigilia en la que se recordaron los nombres de las 49 víctimas fatales. Una de las oradoras principales del encuentro fue la cantante Lady Gaga.
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