EL MUNDO › AUMENTAN LOS CAMPAMENTOS DE REFUGIADOS EN ITALIA
Cada noche, la escena se repite en la calle Cupa, de Roma: uno tras otro, los migrantes extraen un colchón viejo y sucio y se echan junto a una fachada, transformando el callejón sombrío en un albergue al aire libre. Son unos 100, 200, en ocasiones 300, la mayoría hombres, aunque también hay mujeres y niños: provienen de Eritrea, Etiopía, Somalia o Sudán,.
Casi todos abandonaron voluntariamente su primer refugio y calculan permanecer allí una o dos noches antes de continuar su viaje hacia el norte de Europa, sin ser conscientes de que las fronteras están cerradas para ellos. “Cuando se reanudaron los desembarcos, hace tres meses, vimos aparecer primero una tienda de campaña, luego dos, sucesivamente tres y así siguió’’, contó Andrea Costa, de la asociación de voluntarios Baobab, que ayuda a la autogestión de vía Cupa.
El dueño de unos locales y de un centro de alojamiento, cerrado el año pasado, que se encontraba en esa vía, quiere recuperar sus propiedades e impide su uso. Las negociaciones con las autoridades de la ciudad para encontrar una salida se prolongaron y los migrantes optaron por instalarse en la calle, delante de la puerta del viejo centro, único punto de referencia para ellos.
“Cuidado, caliente!’’, grita uno de los voluntarios que aparece con una olla pesada de arroz hirviendo, que coloca en una suerte de mesa de comedor. Se forma rápidamente una fila india, cada uno llena su plato de plástico. Dos jóvenes suizos, que llegaron de los campos de Calais y Grande-Synthe (en Francia), son los encargados, gracias a una cocina móvil, de garantizar al menos una comida diaria.
Tienen mucha experiencia después de haber estado en Como, cerca de la frontera con Suiza, donde alrededor de 500 migrantes acampan en un parque cerca de la estación, del que son sistemáticamente desalojados.
La situación también es tensa en Ventimiglia, cerca de la frontera francesa, donde 600 migrantes esperan en un campo montado por la Cruz Roja.
Los campamentos ilegales se multiplican igualmente en Milán, donde 3300 migrantes y refugiados viven en tiendas de campaña montadas dentro de la estación central de trenes y en las calles, con la esperanza de tomar un tren que los lleve al norte de Europa. Más de 100.000 migrantes desembarcaron este año en las costas italianas. Si bien el número es casi el mismo del año pasado, la situación a la que deben enfrentarse cambió.
“Toda la frontera norte está cerrada, los migrantes no podrán pasar. Temo que en Ventimiglia, Como, Milán, Roma, se formen pequeños campos informales, como el de Idomeni’’, advierte Costa al referirse al campo en la frontera griega con Macedonia, convertido en febrero en un aparcamiento de seres humanos tras el cierre de la ruta balcánica.
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