EL MUNDO › EL ARTISTA, CIENTIFICO Y DEPORTISTA CONVIVIO CON EL HOMBRE DE ESTADO
La existencia del legendario comandante de la Revolución Cubana es un torbellino de vivencias. En su larga vida, Fidel desarrolló una relación especial con el mundo del arte, el de la ciencia y el del deporte, y vivió para contarlo.
› Por Gustavo Veiga
La inabarcable vida de Fidel Castro tal vez exceda los 26 millones de resultados que arroja Google cuando se escribe su nombre en el espacio virtual. No se trata de una cuestión meramente biológica porque hoy cumple 90 años. Que son muchos, claro está. La existencia del legendario comandante de la Revolución Cubana es un torbellino de vivencias que podría empezarse a describir a partir de un extenso diálogo con Ignacio Ramonet. En 2006, coincidieron los 80 años de su entrevistado con la aparición de su libro “Biografía a dos voces”. En él cuenta el periodista y catedrático español cómo el autodidacta Fidel acopió sus primeros saberes: “Yo aprendí a leer y a escribir viendo a los demás haciendo travesuras”. Sus padres eran analfabetos e incorporaron la lectura recién en su madurez. En la finca familiar de Birán situada en el oriente de la isla –hoy provincia de Holguín– el líder de la barba quijotesca era Titín, el tercero de siete hermanos.
De aquella infancia entre cañaverales Fidel sacó sus primeras enseñanzas y experiencias que aplicó a lo largo de su vida, no ajena a múltiples peligros y acechanzas. La CIA pergeñó la mayoría de los 638 atentados que sufrió. Todos desbaratados por el eficiente servicio secreto cubano y el instinto de supervivencia del propio Castro. Hasta la televisión de la isla estrenó en 2010 una serie de ocho capítulos que tituló El que debe vivir.
Fidel sobrevivió a cada intento por asesinarlo y es por eso que hoy celebra una vida de película. De hecho, unos cuantos actores lo interpretaron en el cine. El estadounidense Jack Palance en un esperpento fílmico llamado Che y en el que al mítico Guevara lo encarnó Omar Sharif (1969). También el mexicano Demián Bichir que se identifica con el pensamiento del cubano y lo recreó en otra película que se llama igual, pero se estrenó en 2009: “Che”, de Steven Soderbergh. En ambas Castro cede el papel protagónico al guerrillero argentino, una curiosidad de la filmografía. Anthony Lapaglia, Alen Von Barger y John Kobylka son otros que se pusieron en las ropas de Fidel.
La relación del líder cubano con el arte y sus artistas está llena de mojones. Podría ubicarse primero en la lista su breve relación con Ernest Hemingway. Se conocieron en la isla el 15 de mayo de 1960 y mantuvieron una breve amistad que todavía no ha sido investigada muy a fondo. Ada Rosa Alfonso, directora del Museo que lleva el nombre del escritor en Cuba, recordó en 2010 –cuando se cumplieron 50 años de aquel encuentro célebre– que el novelista le entregó un trofeo de pesca a Fidel por haber capturado cinco piezas. Hemingway era aficionado a aquella actividad contemplativa.
Poco más de un año después, Castro pronunció uno de sus habituales y extensos discursos en el teatro Charles Chaplin, que en 1975 pasó a llamarse Karl Marx, como se lo conoce hasta hoy. Allí confesó: “Siempre he sentido una gran admiración por los escritores y por los artistas. Posiblemente sea, entre otras cosas, por lo poco que tengo yo de escritor y lo poco que tengo de artista”.
Uno de los recuerdos más sentidos y cercanos le pertenece a Silvio Rodríguez. El sitio www.cubadebate.cu
Otros intérpretes musicales le han dedicado canciones, desde Carlos Puebla y su mítica “Y en eso llegó Fidel”, hasta el almibarado y no despojado de cierto realismo político Ricardo Arjona, quien lo menciona en Si el Norte fuera el sur o Ella y él. Canta “Fidel sería un atleta corriendo bolsas por Wall Street…”
En el libro de Ramonet, este personaje de gran espesura en la historia del siglo XX recordó que se convirtió “en autodidacta, se puede decir, hasta en las matemáticas, el álgebra, la física, la geometría, las teorías aquellas, y luego, además, tenía suerte de que sacaba buenas notas”. La relación cercana de Fidel con la ciencia acaso deviene de aquellos primeros pasos en la hacienda paterna de Birán. Un año después de entrar triunfante a La Habana y antes de que se iniciara la Campaña de Alfabetización, afirmó en un discurso: “El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento”.
Ratificó esa idea con las dificultades que vivía – y vive– la isla y la consolidación del rumbo socialista que tomó la revolución cubana. En 1991, en pleno derrumbe de la ex Unión Soviética, comentó: “La independencia no es una bandera, o un himno, o un escudo. La independencia no es cuestión de símbolos. La independencia depende del desarrollo, la independencia depende de la tecnología, depende de la ciencia en el mundo de hoy”. En estos días de relaciones diplomáticas de nuevo tipo con Estados Unidos, la biotecnología cubana es uno de sus principales orgullos.
El comandante del mítico uniforme verde olivo se vería incompleto si no hubiera forjado su temperamento en el deporte que siempre reivindicó en su etapa formativa e incluso como jefe de Estado. El 30 de abril de 1974, en el Hotel Habana Libre, Fidel le confesó a una delegación de atletas cubanos: “Si yo naciera en esta época ¿saben lo que quisiera ser? Deportista”.
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