EL MUNDO
› JOHN FORBES KERRY ARRASO EN LAS PRIMARIAS DE MICHIGAN Y EL ESTADO DE WASHINGTON
Es el nuevo JFK contra el ya viejo George W.
Las victorias número 6 y 7 de John Forbes Kerry en las primarias de Michigan y Washington dieron ayer un aura de inevitabilidad al proceso de selección del candidato que enfrentará a George W. Bush en noviembre. Y la campaña del senador de Massachusetts parece imparable.
› Por Claudio Uriarte
John Kerry se impuso holgadamente ayer en los caucuses de Michigan y el estado de Washington, lo que adelanta una paradoja: sólo poco más de un 10 por ciento de los delegados a la Convención demócrata de junio en Boston ha sido elegido, y sin embargo las internas de la oposición virtualmente han terminado, empalmando sin fisuras con la campaña para derrotar a George W. Bush el 2 de noviembre. Esto se debe en parte a las extraordinarias dotes de campaña de Kerry, y en parte a que sus competidores, aun si quisieran permanecer en la carrera hasta el fin, se han quedado sin dinero para hacerlo: Howard Dean, que ayer perdió la oportunidad de ganar en el excéntrico estado de Washington, se está salteando varias posiciones de la rayuela electoral de caucuses y primarias y está apostando los solitarios tres millones de dólares que le quedan a un triunfo en Wisconsin el próximo día 17, mientras el senador John Edwards, de Carolina del Norte, y el general retirado Wesley Clark tienen un presupuesto muy acotado y dependen de un triunfo en Tennessee o en Virginia la semana próxima, no ya para erigirse en representantes del sur sino sólo para seguir en carrera.
La temporada de primarias parece así resuelta; la única incertidumbre parece ser a quién elegirá Kerry como su candidato a vicepresidente, y las próximas citas electorales (entre las cuales descuellan el supermartes 2 en que votan Nueva York, California y otros siete estados, y el martes 9, en que lo hacen Florida, Texas y otros dos más) parecen ser menos batallas interdemócratas que ocasiones para que Kerry consolide y profundice la formidable ventaja que ha logrado contra un presidente en funciones. Todo parece, pero algunas cosas ya son. Michigan demostró que un candidato favorable al libre comercio puede ganar en un estado de clase obrera y ex obreros desocupados, y Washington, que Dean es un hombre del pasado. Tennessee y Virginia serán importantes para definir la tendencia del sur, aunque Kerry también encabeza allí las encuestas y, como dijo ayer él mismo ya haciendo campaña en Nashville, “yo no tengo ningún miedo de venir a hacer campaña en el sur; son ellos (los republicanos) los que tienen miedo de venir al sur a explicarle a la gente qué hicieron con su economía y sus empleos”. El desafiante de Bush está cada vez más desafiante, y se puede predecir con cierta certeza que pronto empezarán las “sugerencias” desde la cúpula del Partido Demócrata para que los contendientes de Bush que aún quedan en lo que resta de la temporada concentren esfuerzos en desalojar al inquilino de 1600 Pennsylvania Avenue. Esta, de hecho, fue la razón por la cual los estrategas demócratas decidieron este año comprimir la temporada de primarias de modo que todo estuviera resuelto en menos de 60 días, cargando el comienzo de esa temporada (que técnicamente finaliza el 8 de junio) con citas electorales decisivas como la del martes pasado (en que votaron siete estados), el supermartes 2 y el martes 9: elegir rápidamente al mejor candidato, unir al partido y concentrar esfuerzos en una campaña de recaudación de fondos capaz de enfrentar a la aplanadora de más de 100 millones de dólares de la Casa Blanca. Pero incluso esta aplanadora parece hoy menos temible de lo que pareció una vez.
Desde luego, faltan nueve meses para la cita electoral decisiva, y nueve meses es muchísimo tiempo en la política norteamericana. Hace sólo un mes, antes de que Kerry volviera del reino de los muertos en Iowa, todo apuntaba a una polarización interdemócrata entre Dean y Clark, un triunfo final de Dean y su terminante derrota a manos de George W. Bush en noviembre; ahora, con Dean y Clark en segundo plano, y un candidato como John Kerry en la primera línea del frente, el escenario parece exactamente el opuesto. Así de rápido puede cambiar la política norteamericana. Pero, ¿qué puede ayudar a Bush a salir de su atolladero? Por el momento –y fuera de un tropiezo grave para Kerry–, sólo puede pensarse en tres cosas: una captura de Osama bin Laden (que debería ocurrir más cerca de la elección que ahora, para que su efecto no se diluya como se diluyó el de la captura de Saddam Hussein), una mejora drástica de la economía, o una crisis importante que ayude a que los norteamericanos sientan que deban unirse detrás de su presidente.
También por el momento la mejora en la economía parece utópica: aunque el desempleo bajó tres décimas de punto en enero, se necesita mucho más que eso para alterar la percepción de un desempleo cristalizado, que ya no bajará. Y la economía norteamericana se está habituando a buscar sus empleos en el exterior. La caída de Osama bin Laden en septiembre u octubre le vendría muy bien al presidente, pero para eso necesitaría sobornar masivamente a Pakistán –donde se esconde el architerrorista, y donde las fuerzas norteamericanas no pueden entrar–, y ni siquiera así es seguro que lograra su objetivo. Por eso, la mejor vía de escape para un sinvergüenza puede volver a ser el patriotismo: las crisis nacionales siempre ayudan a los presidentes en funciones.
Subnotas