En una decisión histórica, Estados Unidos se abstuvo ayer de votar contra una resolución de Naciones Unidas que condena su propio bloqueo a Cuba. Entrampado en el descrédito de esa medida unilateral que ya superó los 54 años, el gobierno de Obama cambió su postura. Por primera vez, la isla no recibió un solo voto negativo a la declaración que viene presentando hace un cuarto de siglo en la ONU. Israel, el único apoyo que tuvo EE.UU. en 2015, también se inclinó por la abstención. De esa forma, hubo 191 países que volvieron a rechazar el embargo comercial sin oposición alguna. Cuando la representante estadounidense, Samantha Power, anunció que se abstendría de ir contra la resolución cubana, recogió un aplauso cerrado en el recinto. Una señal de que corren otros tiempos en las relaciones diplomáticas, aunque todavía queda mucho camino por recorrer hacia la normalización definitiva. Por lo pronto, el bloqueo continúa. Es una prerrogativa del Congreso de Estados Unidos levantarlo.
“La resolución es un ejemplo de que la política de aislamiento no funciona, porque en lugar de aislar a Cuba, aísla a Estados Unidos”, señaló Power. Ese reconocimiento formal y ante la ONU de que la política de su propio país estaba en vía muerta puede entenderse como un nuevo impulso para las negociaciones bilaterales, tan complejas como lentas en su instrumentación. “El voto en abstención anunciado constituye un paso de avance en el futuro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos”, declaró Bruno Rodríguez Parrilla, el canciller de la isla.
Los medios en ambos países destacaron el giro de EE.UU. al votar en Naciones Unidas contra la aplicación de sus propias leyes a Cuba. Algunas son tan viejas que llevan casi un siglo de vigencia.
La más antigua es la llamada Trading with the Enemy Act, que significa Ley de Comercio e Intercambio con el Enemigo. Es de 1917 y se acerca a cumplir cien años. Tiene una peculiaridad. El único país del mundo afectado por su alcance es Cuba. Ni siquiera se aplica a Corea del Norte, la última nación con la que compartía ese status insólito hasta 2008. Obama la ha ratificado año tras año porque se le delega al presidente su extensión en el tiempo. Otras normas provienen de la época de la Guerra Fría y las más nuevas de la década del 90, como las llamadas Ley Torricelli de 1992 y Helms-Burton de 1996. Desmontarlas es una atribución del Congreso, que domina el Partido Republicano.
Contra ese entramado legislativo, Cuba viene presentando en Naciones Unidas su resolución. Son veinticinco años consecutivos desde que en 1992, 59 países votaron a su favor y apenas tres en contra. Por entonces, las abstenciones eran muchas (71) y las ausencias otro tanto (45). En constante progreso, los gobiernos de Fidel y Raúl Castro fueron sumando respaldos a su presentación en la ONU. En 2015 ya no hubo abstenciones ni ausencias y sólo dos votos contrarios e inseparables a la posición cubana, los de EE.UU. e Israel. Con el resultado de ayer, queda muy claro que Obama le envió una señal al Congreso para que ponga en marcha el desmantelamiento del bloqueo. Pero el dato insoslayable es que el presidente se está retirando de la Casa Blanca. Las elecciones son en poco menos de dos semanas.
Cuando apenas pasado el mediodía ya se conocía el voto norteamericano –anticipado por Power antes de ingresar al recinto– restaban conocer los argumentos de ese viraje diplomático. “Hace más de 50 años Estados Unidos ha mantenido una política para aislar a Cuba, la mitad del tiempo de ese tiempo, en Naciones Unidas se ha votado en contra de esa política. Hoy Estados Unidos se abstiene”, dijo al empezar su discurso la representante de EE.UU.
Pero también aclaró que la abstención no significaba que su país compartiera el contenido de la resolución que presentó el gobierno de La Habana: “No apoyamos los motivos que señala Cuba, pues las medidas estadounidenses se adscriben al derecho internacional. Con el presidente Obama hemos adoptado una estrategia nueva, en lugar de aislar hemos optado por iniciar un camino de diálogo porque reconocemos que el futuro de la isla está en las manos de los cubanos”.
El tramo autocrítico de su intervención llegó cuando comparó las políticas de derechos humanos de los dos países. Volvió a cuestionar a Cuba aunque admitió que “en la historia de Estados Unidos, por la que tenemos tantos motivos para enorgullecernos, hay también pasajes en los que se han violado los derechos humanos y que requieren una revisión”.
Con todo, Power dejó un mensaje conciliador, como cuando recordó la cooperación humanitaria con Cuba en casos puntuales. Y mencionó el caso del médico internacionalista cubano Feliz Báez Sarria, quien contrajo el virus del ébola mientras ayudaba en África a tratar la pandemia en 2014.
El cambio de la política estadounidense hacia Cuba consagrado ayer en Naciones Unidas implica el reconocimiento de un error que se prolongó 54 años. A la isla le ha costado 753.688 millones de dólares en pérdidas, estimados a valor oro, según sus propias cuentas. Pero a su vez, al admitirlo, Estados Unidos convive con una contradicción. El persistente bloqueo podría ser considerado un acto de guerra económica y no porque lo denuncien sólo los cubanos. Lo sostiene la Convención de Ginebra de 1948 para la Prevención y la Sanción del delito de genocidio de acuerdo con lo previsto en la Declaración relativa al Derecho de la Guerra Marítima que adoptó la Conferencia Naval de Londres de 1909.
Por primera vez ni siquiera EE.UU. votó en contra del embargo en la Asamblea de la ONU
Cuba ganó la última batalla contra el bloqueo
En una decisión histórica, Estados Unidos se abstuvo de votar contra una resolución de Naciones Unidas que condena su embargo a la isla. Israel acompañó esta postura. La representante norteamericana fue aplaudida al votar.
Este artículo fue publicado originalmente el día 27 de octubre de 2016