Desde Ciudad de México
Un punto y el infinito de la incertidumbre. La elección de Donald Trump puebla con signos de vaguedad destructiva no sólo el futuro de las relaciones de Estados Unidos con Cuba y el proceso de paz en Colombia, del cual la administración de Barak Obama fue el principal respaldo internacional del que se benefició el presidente Juan Manuel Santos, sino también la relación con México. Relación resulta una palabra demasiado amable para describir la pesadumbre que se ha apoderado de México una vez electo Donald Trump. El país se despierta cada día como si tuviera un monstruo sobre su cabeza dispuesto a devorarlo. Los vandalismos verbales expresados por Trump contra México, las amenazas de toda índole proferidas en los últimos meses, la vulgaridad, la suficiencia y el menoscabo hacia este país no tienen precedentes en ninguna otra parte del mundo. Donald Trump se ha portado como un Dios todo poderoso dispuesto a vengarse de un vecino pecador que, pese a las humillaciones, ha permanecido extrañamente pasivo: ni respuesta gubernamental enérgica, ni pueblo en la calle. Trump usó el idioma del miedo y la amenaza: prometió deportaciones masivas de mexicanos, la construcción de un muro pagado con un impuesto sobre las remesas que envían los mexicanos desde Estados Unidos, o la anulación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Los portavoces del gobierno del Presidente Pena Nieto oscilan entre la comicidad y el ridículo cuando salen en los medios a defender lo que aquí se llama “la visión diplomática” de México. En contra de las evidencias más rotundas y del propio sentir del pueblo mexicano, el subsecretario José Paulo Carreño dijo en un foro organizado por el diario Reforma: “aquí no hay turbulencia, aquí hay una enorme oportunidad”.
Donald Trump no ha dejado pasar ni una sola ocasión de avasallar a su vecino, ni su vecino de apaciguar diplomáticamente los ánimos cuando la lógica patriótica y nacional requería todo lo contrario. Las amenazas están ahora más presentes que nunca. Jorge Castañeda, el ex Secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Vicente Fox, consideró que la victoria de Trump era “una catástrofe para México” y que, lo más probable, es que el magnate presidente “cumpla” con buena parte de sus amenazas. Estas ya tuvieron un impacto fuerte de este lado de la frontera: el peso mexicano cayó a límites históricos. Al temor de que la relación bilateral atraviese por una crisis inédita se le suma la estampida del patronato ante un horizonte cuyo escenario es por demás inestable y tenso con la perspectiva del ahogo económico anunciada por el entonces candidato republicano. Donald Trump ha sido, con México, un insaciable depredador vociferante. Todo parece en peligro. Los 3142 kilómetros de frontera común son una configuración de 3142 problemas para México. La xenofobia vomitiva del presidente electo de Estados Unidos supuso ya, antes de la elección, el fin de una relación hondamente desi- gual pero armoniosa. El “efecto Trump” se adelantó en México a la misma elección: en el último año y a causa en parte de Donald Trump la divisa mexicano cayó en un 25% frente al dólar. Algunos esperan –sueñan– con que el estatuto de presidente calme los ardores racistas de Trump. El tres veces fallido candidato a la presidencia de la izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas, cuenta con que “la realidad lo ponga en su lugar”. El profesor Raúl Feliz, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), señala: “si damos por un hecho lo que dijo Trump sobre deportar a una gran parte de los mexicanos que trabajan de forma indocumentada, que pondrá un arancel al 90% de las exportaciones mexicanas, que cancelaría el TLC y que construiría un muro en la frontera, eso sí es un huracán, pero de eso a que ocurra, todavía hay una diferencia”. Con todo, los horizontes son negativos. Un informe de la Universidad Iberoamericana (UIA) y el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) adelanta que México terminará pagando un alto tributo con la elección de Donald Trump. Empresas en el camino de la quiebra, desempleo, créditos caros e inflación serían las consecuencias más directas de las amenazas trumpistas. Jesús Díaz de Villegas, miembro del Departamento de Estudios Empresariales de la UIA, calcula que si cada palabra del presidente electo se hace realidad “el impacto para la economía mexicana sería directo: el PIB crecería menos de 2%, el dólar subiría por arriba de 20 pesos, las exportaciones mexicanas caerían y los precios de productos de origen importado –autos, electrónicos, medicinas, textiles, cómputo, gadgets e insumos– subirían. Si a lo anterior se suma la esperada alza en las tasas de interés en EU para diciembre próximo, habría una salida de capitales y el encarecimiento de los créditos contratados por la población: hipotecarios, automotrices y en tarjetas”.
Uno de los pocos que no ha tenido pelos en la lengua fue el historiador Enrique Krauze, quien calificó a Trump de “dictador” y “tirano”. Krauze comparó la elección de Trump con el terremoto que azotó a México en 1985. Este intelectual piensa que “México debe tomar en serio las promesas de campaña de Donald Trump, presidente electo en Estados Unidos, porque se abre la posibilidad de una guerra económica, comercial, estratégica, diplomática y étnica. En los años próximos nos espera algo muy difícil para los mexicanos”. Y no sólo para ellos. El gran amo vengativo proyecta su petulancia sobre el mundo.