Y de repente ganó Donald Trump. Debo decir que no me sorprende, a pesar que confieso que me dejé llevar, como en otras oportunidades, por la magia indolora de las encuestas. Como me ocurrió con el plebiscito colombiano, a pesar de lo que decían los taxistas y de la largura de la indolencia de las calles bogotanas. El resultado lleva a que se escuche con más insistencia: se viene la noche de las derechas, como en los años ‘30. Y sí, hay un parecido. Pero con diferencias de importancia. Las derechas de los ‘30 prometían recomponer largas injusticias y recuperar la honra de los derrotados en la Primera Guerra. Y con un alto costo disputaron la primacía del planeta. Las actuales también quieren recuperar fábricas que ya no están y encuentran culpables que ocupan lugares de trabajo. Pero como ya ha ocurrido, repiten una historia con aires farsescos. Los de ahora no tienen grandes poderes a los que enfrentar, que no sea los amagues de su propia sombra. Hablamos de la principal potencia y sus guerras vienen siendo trágicos embates contra enemigos que tuvieron su consentimiento y hasta su paternidad, algunos lustros atrás. Los mexicanos o salvadoreños difícilmente puedan ser asociados con una conspiración mundial que pretende recuperar California. De allí que los Trump, Le Pen, Uribe o cualquier feligrés de las campañas anti política (al estilo de las que cultiva el asesor ecuatoriano en nuestro medio) difícilmente puedan componer un Eje que pretenda ajustar cuentas por doquier. Para colmo de sus pesares, las lógicas de la economía indican que no pueden llegar muy lejos y es difícil que veamos un Detroit resurgente. Ni tampoco que seduzcan a grandes mayorías en forma duradera. No es por subestimar a nadie pero más fácil será preguntarse si podrán aspirar a un segundo mandato. Como ocurre por nuestro terruño. Que un personaje siniestro puede provocar desgracias, lo sabemos. Puede pasar. Pero hasta para eso hay que tener una base de sustentación más o menos sólida. Todo parece indicar que la perseverancia de la crisis que estamos viviendo está produciendo desajustes y confrontaciones que expresan las dificultades para unificar un discurso y recuperar cierta estabilidad. ¿Alguien puede suponer que la Rubia Albión recuperará su gloria después del Brexit? De lo que nos enteramos es que buena parte de quienes lo sostuvieron ya se han arrepentido. Y no nos olvidemos que quien perdió en EE.UU. fue el establishment… que no por ello va a dejar de encontrar la manera de seguir en el puesto de mando. Es sugerente, sin duda, que haya ganado el candidato que era rechazado por los grandes medios. Todo un tema para los comunicólogos, que tiene que ver con aquello que nadie puede instalar una mentira entre los que no están dispuestos a darle cabida. Tampoco olvidemos a los que no votaron y sobre todo a los que siguieron a Bernie Sanders, que le pisó los talones a Hillary en las internas demócratas con verdades como no se habían escuchado en la escena política norteamericana, en la misma línea de quienes permitieron que Jeremy Corbyn alcanzara el liderazgo del Labour Party en el Reino Unido, convocando en ambos casos a millares que regresaron a la política tras mucho tiempo de escepticismo. Y entonces ¿de qué se trata? Más allá de los recalcitrantes, que componen el fascismo de pura cepa, no cabe duda que hay mucha gente que está cansada del establishment y sus administradores y busca encontrar una voz que lo cuestione. Tienen especialistas que atizan la reacción contra “los políticos” y claman contra la corrupción (como si no fueran los inventores). Cuentan con recursos suficientes para poner al chivo expiatorio que mejor convenga en la escena. Y en eso sí hay parecidos con los ‘30. ¿Puede esta vez ser duradera la artimaña? Nadie puede decir que no. Pero en este caso, es difícil. Ni los mexicanos ni los migrantes de medio oriente pueden aparecer como una amenaza implacable y poderosa. Quienes claman por la clemencia y la razonabilidad tienen identidad y variados ecos. Y lo que tampoco es menor es que el desprestigio de la evidente grosería de estos liderazgos ya tiene envergadura como para el no retorno en muy amplios sectores de la población. Sin ir más lejos, en nuestra América latina. Y hasta más, podemos decir, que buena parte de los indiferentes van a tener que conmoverse por los acontecimientos por venir. Como siempre, es un territorio en disputa. Hay que prepararse para la pelea, sin regalar espacios. Tienen recursos y algo siempre pueden inventar. Nosotros podemos ser más.
* Profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).