EL MUNDO
› OPINION
Una campaña anacrónica
› Por Claudio Uriarte
Que la campaña republicana se vea obligada a recurrir tan pronto a golpes bajos como éstos muestra lo baja que está la campaña republicana, así como el curioso anacronismo polivalente que la impregna, ya que no sólo está fuera de esta época, sino de casi cualquier época: en los ‘50, la década en que los propagandistas parecerían inspirarse, tener una o varias amantes era cosa normal para cualquier político (el viejo JFK notoriamente), mientras ahora el hecho resulta trivial; similarmente, los republicanos están en muy falsa escuadra para criticar a John Forbes Kerry por haber criticado la guerra de Vietnam: al menos él participó en ella y supo de lo que hablaba, mientras George W. Bush es el “presidente de guerra” que basa sus antecedentes como comandante en jefe en un dudoso servicio militar en la Guardia Nacional Aérea de Texas. Estas son trivialidades: es inverosímil que la gente que vota a Kerry porque está desocupada o porque teme estarlo vacile porque su candidato salió con una pasante, o que quienes lo apoyan por sus críticas al unilateralismo de la guerra a Irak vayan a escandalizarse porque también quiso internacionalizar la guerra de Vietnam.
Los republicanos parecen vivir encapsulados en un tiempo que es sólo de ellos, donde un affaire escandaliza y una crítica a una guerra perdida es antipatriótica. Pero esto no es nuevo, aunque también revela mucho de la gestión de Bush. El último intento en la dirección de la política moral fue el affaire Lewinsky, en que los republicanos del Congreso trataron de dar un golpe de Estado parlamentario contra un Bill Clinton inmensamente popular. Fracasó, pese a la increíble tenacidad de personajes como el representante republicano Henry Hyde y el fiscal especial Kenneth Starr, y –más crucialmente– pese al falso testimonio que Clinton brindó bajo juramento. Kerry ha aprendido de esto, pero también de la negativa de George W., en los días tempranos de su campaña, a revelar si había o no tomado cocaína en su juventud: simplemente se ha rehusado a hablar del tema. Pero la insistencia republicana en esta clase de tópicos revela también la desconexión de la administración Bush respecto de una época donde cualquiera tuvo alguna vez alguna amante, y no hay admiradores de la guerra de Vietnam. Esta desconexión tiene una relación directa con los orígenes dudosos de la propia administración, y con el hecho de que impulsó artificialmente un programa de extrema derecha sin ningún mandato electoral para hacerlo. Esta superficialidad se muestra en las acusaciones de ayer.