EL MUNDO
› LA EXTRAORDINARIA “DESAPARICION” DE UN POLITICO RUSO
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Ivan Rybkin, político opositor ruso, desapareció hace siete días. En principio, se temió una operación de los servicios secretos de Vladimir Putin. Pero reapareció, para contar una historia extraordinaria.
Por Mary Dejevsky*
Ivan Rybkin, el candidato presidencial ruso cuya misteriosa desaparición evocó los peores recuerdos de los excesos de la KGB de la era soviética, reapareció en forma dramática, si bien algo confusa, ayer en Londres, diciendo que había sido secuestrado, drogado y mantenido incomunicado durante cuatro días en Ucrania. Dijo que sus captores habían hecho un video comprometedor y “repugnante” de él mientras estaba inconsciente como forma de ponerles fin a sus ambiciones políticas. También dijo que los resultados preliminares de los exámenes médicos en Londres demostraban que no solamente había sido drogado, sino que también había tenido una máscara de gas en la cara.
Rybkin hablaba en un hotel en el centro de Londres, junto a su directora de campaña Xenia Ponomareva. Su conferencia de prensa fue demorada durante más de una hora por un problema técnico con una planeada red satelital con Moscú que nunca se materializó. Cuando finalmente se abandonaron los esfuerzos por comunicarse con Moscú, Rybkin leyó una declaración que daba minuto a minuto una explicación de su penosa experiencia. En conclusión, insistió en que ninguna presión lo desviaría de su campaña, pero que no regresaría a Rusia antes de las elecciones del 14 de marzo, aunque no tenía ningún deseo de quedarse fuera de Rusia indefinidamente.
Ponomareva dijo que ella regresaría a Moscú para arreglar la oficina e insistía en que el status de Rybkin como un candidato registrado le daba derecho a tiempo gratis por televisión y publicidad gratuita en los periódicos, igual que los otros candidatos. Al relatar los hechos que condujeron a su desaparición, Rybkin dijo que a fines de enero se le había acercado alguien a quien él conocía de su época como miembro del consejo de seguridad del presidente Boris Yeltsin en la década del ’90, que le sugirió la posibilidad de un tratado de paz con los rebeldes de Chechenia. Un rasgo de la plataforma de Rybkin era comprometerse a terminar la guerra con Chechenia en seis meses, en las líneas provisionalmente acordadas seis años antes.
El intermediario propuso una reunión con el ex presidente electo de la región, Aslan Masjadov, ahora catalogado por el gobierno ruso como terrorista, en algún lugar fuera de Rusia. Rybkin aceptó en principio, y el 3 de febrero hizo una visita fugaz a Londres para consultar a Ahmed Zakayev, un líder checheno exiliado con quien antes había negociado. No bien regresó a Moscú el 4 de febrero, recibió un llamado del intermediario arreglando la reunión para el 6 de febrero en Kiev. Dijo que abandonó su departamento a las 8 de la noche del 5 de febrero, y fue escoltado por el intermediario hacia un Mercedes blindado que estaba a unos cientos de metros.
Luego fue conducido a unos 200 km al sudoeste de Moscú a Kaluga, donde él, junto con otros dos hombres, tomaron un tren hacia Odessa. Rybkin dijo que llenó todos los formularios para las formalidades de la frontera con Ucrania, implicando que éstos deberían estar registrados en algún lado. Otro Mercedes blindado con vidrios polarizados lo aguardaba en Kiev, y fue llevado a un departamento a media hora de distancia. Se le ofreció té y sandwiches y “bebimos a la salud de Masjadov”.
Pronto, dijo, estuvo inexplicablemente mareado. Lo siguiente que supo fue que estaba entrando a otro departamento, sintiéndose “sacudido y muy cansado” y le ofrecieron la oportunidad de ducharse y refrescarse. Estaba asombrado de saber que habían pasado cuatro días y que ahora era el 10 de febrero. En este punto, dijo con la voz quebrada, le mostraron el video que “los villanos” habían hecho. Inflexiblemente se negó a dar ningún detalle, salvo describirlo como un “material comprometedor de la peor calaña”. Pero airadamente excluyó la posibilidad, sugerida por un periodista ruso, de que el video hubiera sido grabado en otro momento.
“Uno de mis guardias me dijo que ésta era una operación especial”, sostuvo. Agregó que fue puesto en un vuelo de línea de regreso a Moscú y “se atormentó” sobre lo que debía hacer. “Mi reputación no estaba absolutamente ni aquí ni allá”, dijo. “Pero quería hacer lo mejor para evitar que el gobierno de esta mediocridad de presidente, Vladimir Putin, siga con la destrucción de mi país.” Sin embargo, se negó constantemente a culpar directamente a Putin, diciendo: “No sé quién lo hizo, pero sé quién se benefició”. Casi al pasar, dijo en un punto: “Estoy en una suerte de estado mental que si mi nieta se raspara su rodilla, lo culparía al presidente Putin”.
Cuando se le preguntó sobre el comentario de su mujer poco después de su reaparición –“Compadezco al país que tenga a mi marido como presidente”–, su voz se quebró nuevamente de emoción e ira, y dijo: “Hemos estado casados durante 32 años. Ella estaba bajo una presión increíble”. Dijo que después de que ella informó su desaparición había sido interrogada repetidamente por la policía de Moscú y su departamento había sido registrado. Y defendió su error de no dejar una nota o una indicación de a dónde estaba yendo afirmando que lo hizo “para proteger la seguridad de mi mujer y mi familia”.
Su relato, sin embargo, dejó tantas preguntas como respuestas. ¿Había sido secuestrado o, como especularon muchos en el momento, “se había ido de farra”? ¿Hay un video, qué es lo que muestra y cuándo fue grabado? ¿Y por qué Putin o cualquier otro podrían sentir la necesidad de desacreditar a Rybkin, cuando las encuestas de opinión le dan apenas un uno por ciento de los votos?
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.