Mar 02.03.2004

EL MUNDO

“Hay que evitar una catástrofe humanitaria”

Leandro Despouy fue responsable político de la negociación de paz de la ONU y la OEA para restituir a Aristide en 1993. En esta entrevista analiza la crisis de Haití tras la salida del mandatario.

En 1993, el actual presidente de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy, actuó como el responsable político de las negociaciones de paz de la ONU y la OEA para restablecer en el poder a Jean Bertrand Aristide, derrocado en 1991 por Raoul Cédras. “Estábamos los que queríamos que regresara mediante una negociación que involucrara a todos los sectores. Y los que creían que había que traerlo con la fuerza, con el desembarco de tropas”, recuerda Despouy más de 10 años después, y a pocas horas de la caída de Aristide, en este reportaje para Página/12. Este abogado experto en derechos humanos, que el año pasado fue designado relator especial sobre la Independencia de Jueces y Abogados de la ONU, está convencido de que “Aristide se fue en un momento en que el costo humano ha sido muy alto”.
En el ‘93, Despouy fue el único miembro de la ONU que se negó a abandonar Haití pese a que el ejército de Cédras había bloqueado el país y ordenado a las misiones diplomáticas que evacuaran. La situación era peligrosa pero Despouy decidió quedarse “porque un retiro simbólico de la ONU tendría consecuencias en el comportamiento del ejército frente a la población. Y mi presencia significaba también que la vocación de la ONU era buscar una solución negociada y pacífica”, dice.
–Una década más tarde, ¿se arrepiente de su actuación para negociar el regreso de Aristide?
–No, no me arrepiento porque creo que, más allá de la forma en que se concretó, la lucha por su regreso era legítima. Se trataba de mostrar que el continente no aceptaba los golpes de Estado en la región. Para nosotros, la construcción de la democracia dependía de la forma en que Aristide regresara. Pero al margen de la manera en que esto se logró, lo que hicieron en ese momento la ONU y la OEA fue una conquista. Pero si tengo que hacer una crítica a la comunidad internacional es que en estos 10 años no supo cuidar este logro. No supo acompañar el proceso político de Haití. Por eso ahora tiene que aprender de estas experiencias para darle no sólo apoyo coyuntural al país, sino una ayuda perdurable en el plano institucional y económico.
–¿Cómo interpreta la salida de Aristide?
–Seguramente se le reprochará haberse retirado en un momento en que las instituciones estaban muy frágiles y los sectores golpistas muy fortalecidos. Además se fue en un momento en que el costo humano ha sido muy alto. Probablemente una negociación distinta hubiese preservado vidas y jerarquizado a los sectores de la oposición democrática, que quedaron muy desdibujados pero son claves para construir una solución política. Estos últimos fueron los que a principios de los ‘90 apoyaron a Aristide y luego, cuando éste fue derrocado por Cédras, lucharon por su regreso al poder. Además, otro tipo de negociación por parte de Aristide hubiese debilitado a los sectores que lo combatieron pero que tienen una historia ajena a la democracia y sobre los cuales pesan graves acusaciones en el tema de derechos humanos. Es el caso del líder rebelde Guy Phillipe.
–¿Le parece factible la construcción de un gobierno democrático en Haití?
–Sí, pero ahora la situación es grave porque no existen los mecanismos para evitar que se propague la violencia. Y América latina no tiene que estar ausente. Este no es un problema de Estados Unidos y Francia: los países latinoamericanos tienen que hacer todo lo posible por evitar el derramamiento de sangre y ayudar a que Haití alcance una solución política. Pero lo urgente en este caso es evitar el desborde, los ajustes de cuentas, la violencia. Y sólo después entrar en una negociación política pacífica donde participen todos los sectores. Además, no hay que excluir al Movimiento Lavalas de Aristide. No hay que desconocer ni castigar a ese sector que lo apoyó. Ni dejar que se convierta en el chivo expiatorio porque así nunca va a madurar la construcción política de Haití.
–¿Qué opina del reemplazante Alexandre Boniface?
–Es un hombre que, si bien ha sido cercano a Aristide, es un legalista, un jurista conocido en la sociedad haitiana, no muy contaminado por las actividades políticas. Pero es un interrogante saber si tendrá voluntad y capacidad para hacer una convocatoria amplia para reencauzar el país.
–¿Está de acuerdo con el envío de tropas de Francia y Estados Unidos?
–Pienso que la comunidad internacional tiene que estar presente para colaborar con el mantenimiento de las instituciones y evitar un catástrofe humanitaria, ya que hay muchos lugares en Haití que están totalmente desabastecidos.
Reportaje: Milagros Belgrano.

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