Jue 04.03.2004

EL MUNDO  › SIETE BLINDADOS NORTEAMERICANOS PROTEGEN AL PRESIDENTE INTERINO

La única policía son los U.S. Marines

Guy Philippe, el ex comisario que expulsó del poder a Jean Bertrand Aristide, se niega a entregar las armas en Haití. Y tropas de EE.UU. custodian el Palacio Nacional para evitar que sea tomado por él.

Por Juan Jesús Aznárez *
Desde Puerto Príncipe

El general Rochambeau importó mastines de Cuba para devorar a los negros sublevados contra Francia y, dos siglos después, el comandante Guy Philippe excita una jauría de milicianos y turbas para imponerse como el nuevo César haitiano. El cerril y retador faccioso complicó la transición al negarse a deponer las armas, nombrarse jefe militar del país y amagar con el arresto de Ivon Neptune, primer ministro del depuesto Jean Bertrand Aristide, que ayer proclamó el estado de emergencia. “Tengo la obligación moral de llenar el vacío de seguridad”, justificó Philippe.
Siete blindados estadounidenses, entre ellos dos carros de combate Bradley, ocuparon ayer los jardines del Palacio Nacional de Puerto Príncipe para disuadir a la soldadesca rebelde y proteger el edificio donde tiene su despacho el magistrado del Supremo Boniface Alexandre, simbólico presidente interino. La nación antillana parece haber sido tomada otra vez por las miasmas del barbarismo y de la intolerancia que inocularon su historia. Si los marines no doblegan al ex comisario de Cabo Haitiano, probablemente nadie lo hará porque buena parte del populacho lo idolatra y la acobardada policía es un cero a la izquierda.
La comisión tripartita de opositores, partido de Aristide y de la comunidad internacional que trabaja sobre el nombramiento de un nuevo primer ministro y el diseño del gobierno encargado de hilvanar la normalidad hasta la convocatoria de elecciones anticipadas, deberá acomodar a los cabecillas. Philippe, de 36 años, y un grupo de ex militares y matarifes del general golpista Raoul Cedras (1991-94) fueron el ariete contra el gobierno del ex cura salesiano y ahora exigen los laureles del caudillo: la dirección del ejército, abolido a finales del año 1994, y su entrada en la futura administración.
Sobre el caos de voces, caos y reuniones, los médicos cubanos establecieron uno de los pocos hospitales que funcionan en la capital haitiana, las organizaciones humanitarias tratan de alcanzar la amplia geografía del hambre y la cuadrilla del “comandante” continúa revoltosa y primitiva. Su nuevo cuartel es la antigua sede del ejército, convertido por Aristide en el Museo de Arte Haitiano, a cien metros del palacio presidencial. Puño en alto, Philippe saludó a la multitud, mientras su gente y la marabunta anexa saquearon las galerías con una ferocidad mandinga: “¡Son los objetos del mal. Con ellos embrujó al país Aristide!”.
Los milicianos arrasaron los salones de arte vudú, descolgaron cuadros, pisotearon bustos, estatuas y cruces, destriparon cajas y desde las ventanas del museo cayó sobre el asfalto la cosmogonía del negro. “¡Aleluya, aleluya!” “¡Lucifer, Lucifer!” La guarnición de marines próxima permaneció impasible porque “todavía no nos han autorizado a patrullar”, dijo el sargento de la Infantería de Marina estadounidense Timothy Edwards. Nuevamente ayer se registraron choques esporádicos.
La designación de un gobierno capaz de impartir órdenes y hacerlas cumplir apremia porque “la situación es extremadamente preocupante”, según portavoces de la comisión que lo negocia. Paul Denis, dirigente opositor; Adama Guindo, responsable del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y Jonan Petit, jefe de la Familia Lavalás, partido de Aristide, figuran en la comisión tripartita. En la calle, observándose, la pandilla de Guy Philippe convive en Puerto Príncipe con más de 1000 marines norteamericanos que controlan el aeropuerto, el puerto, el Palacio Nacional y otros puntos neurálgicos. Son la columna vertebral de una fuerza internacional calculada, cuando se complete, en más de 5000 soldados y policías.
Los roces entre los marines y una tropilla rufianesca han sido pocos. El pasado martes, un grupo de 20 matones irrumpió en la terminal aérea en busca de seguidores del presidente depuesto, pero retrocedieron “tan pronto como fuimos hacia ellos”, según relató el sargento Christopher Smith. Cuando amagaron desde la antigua sede del ejército con la detención del primer ministro, Yvon Neptune, los marines rodearon su residencia y reforzaron la protección del Palacio Presidencial.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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