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› JFK AFRONTA UNA CAMPAÑA DE OCHO MESES PARA DERROTAR A BUSH Y SU MAQUINARIA
La soledad del corredor de larga distancia
Después de la temporada de primarias más rápida y menos divisoria de la moderna historia demócrata, el senador John Forbes Kerry se prepara para enfrentar toneladas de ataques de un régimen –el de Bush– que se aferrará al poder con uñas y dientes.
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Ahora viene lo duro para John Kerry. Habiendo logrado la nominación demócrata casi por robo el Supermartes, el senador de Massachusetts ayer entró en lo que seguramente será una dura campaña electoral de ocho meses para sacar a un presidente en ejercicio con recursos financieros sin precedentes y un equipo que no se detendrá ante nada con tal de conseguir un segundo mandato. Después de uno de los más notables regresos políticos en tiempos modernos, Kerry tiene poco tiempo para saborear su triunfo. Hoy, la campaña Bush-Cheney lanza una andanada de 4 millones de dólares en publicidad televisiva nacional, apenas una gota en una caja de campaña de guerra de 143 millones de dólares, que será luego aumentada por una nueva devastadora colecta de fondos que Bush comenzó ayer en California y Texas.
Los primeros avisos serán positivos, mostrando al presidente como un líder decidido y firme que dio vuelta la economía. Pero rápidamente, los estrategas de Bush se concentrarán en los puntos débiles de Kerry, mostrándolo como un arquetípico “progresista de Massachusetts” y un tibio que no puede tomar una decisión, con temas como el de la guerra contra Irak. Si va a contraatacar eficazmente, Kerry debe superar dos grandes desventajas. La primera es un problema de dinero, dejado en claro anoche en el urgente llamado por e-mail de la campaña pidiendo contribuciones para tener recursos. La segunda es la pérdida de la publicidad gratuita de la campaña de primarias, en que todos los candidatos demócratas infatigablemente golpearon a Bush, provocando que la aprobación al presidente Bush llegara a su punto más bajo en su período.
Mientras tanto, el Supermartes eclipsó las expectativas de hasta los más fervientes partidarios de Kerry. De los 10 estados que votaron, perdió en solo uno, el pequeño estado de Vermont, en la zona de Nueva Inglaterra, que quijotescamente le dio la primera y única victoria a su ex gobernador Howard Dean, el una vez favorito que abandonó la carrera hace quince días, después de una caída que era la imagen invertida del ascenso de Kerry. John Edwards, su único rival serio, se acercó sólo en su terreno natal sureño de Georgia, pero aun ahí se quedó corto. En todos los otros lados, Kerry ganó con victorias aplastantes, en seis estados (incluyendo los mayores premios de la noche, California y Nueva York) por márgenes de entre 30 y 50 puntos. Habiendo prometido inicialmente continuar la batalla en los cuatro estados sureños que llevarán a cabo sus primarias el próximo martes, el senador de Carolina del Norte cambió abruptamente los planes el martes a la noche, decidiendo regresar a su ciudad natal de Raleigh, donde anunció su retiro formal de la carrera.
Su derrota fue sellada temprano a la noche, cuando Kerry logró una victoria cómoda en el estado industrial pivote de Ohio. Los votantes demócratas en Ohio, como en todas partes, dejaron en claro que a pesar de todas las habilidades de campaña de Edwards, Kerry, el más probado en batalla, con todo sus conocimientos de los temas de seguridad nacional y sus brillantes antecedentes en Vietnam, era el candidato mejor calificado para tener éxito en la importantísima tarea de quitar al detestado Bush de la Casa Blanca.
El senador de Massachusetts preside sobre un partido más unido que nunca, después de una notable temporada de primarias por la ausencia de derramamiento de sangre interpartidaria, simbolizado por los elogios que tanto el vencedor como el vencido se hicieron entre sí cuando la competencia por la nominación estuvo resuelta. Pero la escala del triunfo de Kerry, apenas tres meses después que su candidatura fuera prácticamente desahuciada, oculta algunas debilidades alarmantes.
Las encuestas en varios estados que mantuvieron primarias abiertas el martes mostraron que Edwards era más atractivo para los votantes independientes y republicanos “suaves” a quienes los demócratas deben ganarse, si quieren prevalecer en noviembre. No es sorprendente que muchos demócratas mayores estén esperando una “boleta soñada” de Kerry-Edwards, que combinaría la gravedad lincolnesca del hombre de Massachusetts con el soleado optimismo de Edwards y su supuesta habilidad para ganar uno o dos de los estados sureños que ganó Bush en 2000.
Algunas personas importantes del partido se preocupan porque la relativamente amigable y comprimida temporada de primarias no haya puesto a Kerry suficientemente a prueba. La apretada agenda tuvo éxito en su propósito de producir un nominado pronto, permitiéndoles a los demócratas el máximo de tiempo para concentrarse en el enemigo real, Bush. Pero también puede haber impulsado al partido a elegir demasiado pronto.
No obstante, la recuperación de Kerry fue asombrosa. Al comienzo de 2003, era un probable favorito, sólo para que su campaña perdiera su ruta mientras la insurgencia de Dean incendiaba el país. Para noviembre, cuando echó a su jefe de campaña y otros altos jefes de su equipo, el apoyo de Kerry estaba en las figuras de un dígito nacionalmente. El primer punto de inflexión, sin embargo, fue el nombramiento de Mary Beth Cahill, ex jefa de gabinete de su compañero senador por Massachusetts, Edward Kennedy, quien rápidamente estableció una clara estructura de comando.
Aun más importante fue la decisión de Kerry, a la que se opusieron algunos de sus asesores, de jugarse todo en Iowa, cuyos caucases del 19 de enero eran el puntapié inicial de la temporada de primarias. Ayudado por una serie de malos pasos de Dean, obtuvo una inesperada victoria, y nunca miró hacia atrás. Animado por la victoria en New Hampshire la semana siguiente, Kerry siguió ganando 27 de las 30 primarias y caucases hasta ahora contra solo una victoria por cabeza de Edwards, el retirado general Wesley Clark y Dean.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère