EL MUNDO
› UN INFORME DEL FILOSOFO FRANCES SOBRE LA EX COLONIA
Régis Debray habla de Haití
A finales de 2003, Régis Debray elaboró un informe sobre Haití. Su lectura es muy relevante ahora, después de que Francia fuera la punta de lanza de la intervención norteamericana.
› Por Eduardo Febbro
Página/12
en Francia
Desde París
El 1º de marzo pasado, el presidente Jean Bertrand Aristide dejó el poder en circunstancias que dieron lugar a una polémica internacional. ¿Renunciante voluntario o “renunciado” a la fuerza por EE.UU.? A fines del año 2003, en momentos en que la crisis haitiana llegaba a su punto de incandescencia, un comité presidido por el filósofo y ex revolucionario Régis Debray elaboró un ambicioso informe sobre las relaciones de Francia con su ex colonia. Lejos de limitarse a ese aspecto “casi formal”, el informe Debray trasciende los límites de las relaciones entre ambos países para hundirse en la historia de Haití y los males que lo azotaron.
Debray hace un retrato exacto de la “indiferencia” francesa frente a la Perla de las Antillas: “No hay petróleo, ni uranio ni piedras preciosas, ningún arma de destrucción masiva, ni terroristas para exportar, ni playas tentadoras, hay un sida epidémico y miles de boat people que las corrientes empujan hacia Florida o las Bahamas. ¿La droga? Se va sobre todo hacia el norte. Estados Unidos pueden temer la existencia de una Liberia ante sus puertas y, por consiguiente, actuar o abstenerse. Ese problema, esa trampa, ese bazar de lo raro, esa olla del Diablo: hay pocos dividendos para nosotros”. Debray sugiere que la falta de interés estratégico de Haití motivó el abandono en que quedó sumida la República. “El país más pobre de las Américas, algo más pequeño que Bélgica, 27.500 km2, menos de 9 millones de habitantes, no parece tener mucha importancia para los intereses franceses ni europeos.” El informe califica esta actitud de “miopía chauvinista” y hace hincapié en algunos porqués del abandono: “Si bien es cierto que este trozo de Africa en América se vio tragado desde 1915, cuando empezó una ocupación militar de 19 años, por el campo magnético de los Estados Unidos, paso obligado de la doctrina Monroe, el único Estado oficialmente francófono del hemisferio no es únicamente para nosotros, franceses, un medio hermano que hemos dejado al borde de la ruta (demasiado lejos, demasiado costoso, demasiado agitado)”. Para Debray y los 12 especialistas que redactaron el trabajo, Haití “es también un testigo. En primer lugar, de lo que puede ocurrirle a cualquier país precursor y próspero cuando sus elites políticas se exoneraron a sí mismas y el Estado acaba de desaparecer. Testigo igualmente de lo que puede o no hacer la comunidad internacional para sacar del abismo a todas esas zonas grises del mapamundi que, para sus su medio ambientes, se convierten en lo que los agujeros negros son al sol”.
Sobre las relaciones Francia-Haití, el documento “bordea” otro tema subyacente que no sólo concierne a Haití sino también a los complejos lazos entre las potencias coloniales y sus antiguas colonias. Paradójicamente, el texto constata que “Haití forma parte de nuestra historia, pero no de nuestra memoria”. De allí se desprende una compleja nebulosa que lleva a que Francia mantenga relaciones de política exterior con Birmania, Zimbabwe o Cuba, mientras que, cuando se trata de Haití, “nuestras relaciones son más delicadas y emotivas”. De manera casi metafísica, las relaciones entre ambos países “ponen en juego las relaciones de Francia consigo misma, (...) las relaciones de la República con su pasado colonial, monárquico e imperial”. Intimidad y distancia caracterizan un lazo y el nacimiento de una República negra en donde Francia jugó un papel preponderante: “Para lo mejor y lo peor, los franceses siguen siendo los coautores de ese paria sofisticado, cristiano y vudú, a caballo entre la Guinea y Manhattan, nacionalista y nómada, premoderno y postmoderno, mítico, donde la muerte es común y la vida mucho más intensa. (...) Esa nación patética que los hombres de negocios evitan, los turistas pasan por alto, la TV desprecia, la inteligencia ignora y de la cual, fuera de los diplomáticos, sólo los medios cristianos se ocupan, alimentó sin embargo la sabia de Aime Césaire, André Breton y André Malraux. Esa nación está dotada de todo lo que molesta y, por ello, de todo lo necesario para borrarse de nuestras pantallas”.
Las cifras, sin embargo, evocan un pasado más glorioso. En su época, Haití fue “el Kuwait del siglo de Voltaire (...) la colonia más rica del mundo que garantizaba un tercio del comercio exterior de Francia”. Las huellas dejadas por el colonialismo y las ocupaciones parecen haber forjado la psicología de la isla. En ese contexto, Régis Debray recuerda que “todo ocurre como si la relación de Haití con el exterior, en este caso con Occidente, fuesen tales que cualquier acción de Occidente, toda acción de su parte, por más bien intencionada que sea, provoca una reacción instintiva de defensa inmunitaria”. La historia es testigo de esta evolución: “En el curso del siglo XX, luego de su intento de colonizar Haití en los años 1915-1934, EE.UU. fue el primero en haber chocado con esa experiencia”. Se retiraron “sin gloria de ese país revoltoso y recalcitrante y su intervención violenta suscitó un férreo rechazo de todos sus esfuerzos de modernización”. País rebelde que eligió descartar incluso las influencias potencialmente positivas.
De manera anticipada y antes de que la crisis llegara a su paroxismo, Debray propuso que se desbloqueara la ayuda a Haití con carácter de urgencia. Con todo, las recomendaciones constataron el despilfarro de la ayuda recibida anteriormente: “No disimulemos la impresión de desperdicio que inspiren los volúmenes de energía, de tiempo y de dinero pagados anteriormente. (...)El porcentaje de fracaso de los programas de cooperación es anormalmente elevado”. ¿Las causas? “El desajuste de las mentalidades, un individualismo desorganizador (80 partidos políticos), el egoísmo innato de la clase dirigente, el robo de la ayuda por los pequeños jefes.” Este es el retrato escalofriante que el comité presidido por Régis Debray elaboró sobre Haití.