Mié 10.03.2004

EL MUNDO

Un vistazo de las fuerzas que controlan el aeropuerto bagdadí

La siguiente nota da cuenta de un precario “nuevo ejército” de los iraquíes que trabaja en el aeropuerto de la capital de Irak. Y sobre las dudas de que Estados Unidos cumpla con su retiro de ese país.

Por Robert Fisk *
Desde Bagdad

Un viaje al ex Aeropuerto Internacional Saddam Hussein para recibir a un colega. En el camino, palmeras taladas por los estadounidenses para privar de escondites a los francotiradores. En un sucio estacionamiento, me topo con ocho reclutas del nuevo ejército iraquí, parados en posición de firmes, en uniformes que harían pensar en un museo. Algunos están con la ropa del viejo ejército iraquí de la década del 60, kaki oscuro, que bien pudo haber sido británico en una época, unos pocos en trajes de fajina camuflados. Dos tienen barbas, dos se están riendo y uno mira cansado a su oficial iraquí, un hombre gordo fumando un cigarrillo con tres grandes estrellas doradas en sus hombros. “¡Atención!” Los ocho hombres pusieron sus manos a los costados, sosteniendo bolsas plásticas de ropas.
Un soldado estadounidense con “Wilkins” escrito en su casco y con una insignia de “Old Ironsides” (Old Ironside fue el barco más bombardeado de la guerra civil de Estados Unidos) en su manga está mirando el desfile. “Cuando veo esto –me dice–, no creo lo que veo.” Cuando sugiero que prefiero mi trabajo al suyo, hace una mueca. “Apuesto a que sí”, dice. Los hombres marchan a través de una tormenta de polvo hacia un edificio prefabricado y se detienen. Wilkins se vuelve a los dos oficiales iraquíes, el hombre gordo con las estrellas y un joven delgado con un bigote finito, y les pide que suban al camión para ir al aeropuerto. Lentamente, lo obedecen. Luego se vuelve para mirarme. “Y estos –dice significativamente– son los oficiales.”
Me cruzo con un nepalés con un rifle al hombro, uno de los ejércitos de mercenarios empleados ahora por los estadounidenses (no los llamemos bolsas de arena), para asegurar el perímetro del aeropuerto. Duerme en el aeropuerto y ha estado ahí durante seis meses. Le gusta, ¿le pregunto? “Aburrido, pero poco sueño”, sonríe. “Demasiados morteros y demasiados disparos.” Por encima, un avión de transporte militar cuatrimotor gruñe en el cielo, girando en círculos de 1000 metros para mantenerse fuera del alcance de los misiles. Si se pasa de los 1000 metros lo pueden alcanzar. Deja cuatro estelas de combustible sucio, mientras los motores se esfuerzan por ganar altura.
En la terminal, un oficial estadounidense de unos cuarenta años está parado, un teniente coronel de civil pero con una chaqueta de artillería de tela de camuflaje. ¿Y que le parece el aeropuerto? “Nos vamos pronto de aquí. Dejamos el aeropuerto. Los iraquíes se harán cargo.” En otras palabras –sugiero–, ¿los estadounidenses van a permitir que el ejército iraquí o la “Defensa Civil” iraquí o cualquiera de los otros fantasiosos trajes entrenados por los estadounidenses enfrente el fuego nocturno de la resistencia aquí? “Así es”, dijo. No le creí del todo. Las fuerzas de ocupación de Estados Unidos vuelan sus transportes al aeropuerto de Bagdad y no dejarían su seguridad a los iraquíes.
Luego recordé la más famosa de las fechas, el 30 de junio, cuando la “soberanía” de Irak será entregada por los estadounidenses al “Consejo de Gobierno” nombrado por los estadounidenses, y todo comenzó a cobrar sentido. Los estadounidenses no se van el 30 de junio, por supuesto; se retiran a barracas perimetradas de concreto, seguras. El aeropuerto será responsabilidad de los iraquíes. Los iraquíes arriesgarán sus vidas para defenderlo de la “resistencia”. Y de pronto me di cuenta de que esto sucederá en miles de otras áreas de Irak. Los diques del Eufrates al oeste de Faluja, por ejemplo, los muros de la vieja base aérea de la RAF de Habbaniya, que ahora aloja al 82º aerotransportado, las patrullas callejeras en Bagdad. Aun ahora se ven menos patrullas de Estados Unidos en la vieja capital del califato. No es algo malo para gente que no quiere que la ocupen. Pero los estadounidenses no están dejando Irak y los iraquíes lo saben.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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