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› ISRAEL LANZO UNA GRAN OFENSIVA EN RAMALA, CON 9 MUERTOS Y 70 ARRESTOS
Negro Viernes Santo en Palestina
Israel invadió ayer el complejo presidencial de Yasser Arafat en la ciudad de Ramalá, en operaciones que el primer ministro Ariel Sharon dijo que eran parte de una “guerra larga y complicada que no conoce fronteras”, en represalia por la muerte de 22 civiles el miércoles.
Por Suzanne Goldenberg *
Desde Ramalá
Israel lanzó ayer una guerra a fondo contra Yasser Arafat, arrasando con tanques y topadoras las murallas de su sede de gobierno y rociando sus oficinas con fuego de ametralladora, en una campaña de destrucción sistemática. Al caer la noche, los tanques corrían rápidamente sobre el helipuerto y la playa de estacionamiento de Arafat en la ciudad cisjordana de Ramalá. Los soldados se encaramaban a través de grandes cráteres dentro de dos edificios inmediatamente adyacentes a su residencia oficial, irrumpiendo en oficinas entre disparos de armas de fuego y granadas de impacto. El Consejo de Seguridad de la ONU estaba reunido para considerar el asunto.
La Autoridad Palestina, creada ocho años atrás bajo el acuerdo de paz de Oslo, estaba muerta en los hechos. Arafat, atrapado en un cuarto en un sótano con sus asesores, declaró que moriría antes de rendirse. “Estamos operando en la totalidad del complejo, excluyendo la oficina y residencia del presidente”, dijo el mayor general Yitzhak Eitan, que encabeza el comando central del ejército israelí. Eitan afirmó que al menos 70 palestinos habían sido capturados en el complejo presidencial y que las tropas habían ocupado la sede de la inteligencia palestina y una celda.
Se informó que siete palestinos habían sido muertos –incluyendo uno de los guardias de seguridad de Arafat– así como una mujer, baleada en su auto mientras trataba de huir. También fue muerto un soldado israelí.
El drástico asalto de ayer fue la primera etapa de lo que el primer ministro israelí, Ariel Sharon, dijo que sería una “guerra larga y complicada que no conoce fronteras”. Saliendo de una reunión de gabinete de ocho horas de duración, Sharon dijo que el líder palestino era ahora el enemigo manifiesto de Israel y que estaba ordenando la convocatoria a 20.000 reservistas para la batalla final. “Arafat, que ha formado una coalición de terror contra Israel, es un enemigo, y en esta etapa debe ser aislado –dijo Sharon, al delinear el castigo israelí por el atentado con bomba que considera el punto de no retorno después de 18 meses de derramamiento de sangre–. Vamos a tomar todas las medidas necesarias para destruir la infraestructura de cada elemento terrorista que exista. Decidimos eliminar el terror y su infraestructura.”
Sharon se negó a decir hasta dónde llegaría Israel para lograr sus objetivos, o qué se propone hacer con Arafat, que pasó la noche en un bunker de una habitación aislado del mundo después de que Israel cortara las líneas telefónicas y de electricidad. Sin embargo, otros funcionarios dijeron que no matarían al líder palestino. “¿Nos proponemos hacerle daño? La respuesta es negativa”, dijo el ministro de Defensa, Benjamin Ben Eliezer.
La cifra de muertos en el atentado suicida del miércoles llegó ayer a 22, convirtiéndolo en el ataque más mortífero contra israelíes desde el inicio del levantamiento palestino. Su impacto psicológico fue tanto más devastador cuanto que la carnicería ocurrió en la primera noche de la pascua judía. Pese a las graves consecuencias de este ataque, la campaña de bombas contra los civiles israelíes no mostraba signos de aflojar. En Jerusalén, una joven se hizo estallar a la entrada de un supermercado, matando a dos personas. En el lugar sagrado conocido por los musulmanes como Haram al-Sharif y por los judíos como Monte del Templo, la policía antidisturbios chocó con tiradores de piedras palestinos.
Sin embargo, el foco de los dramáticos acontecimientos de ayer fue Ramalá, donde el líder palestino dijo que estaba preparándose para morir. “Alá es grande. ¿No me conocen a esta altura? Seré un mártir”, dijo a la televisión de Abu Dhabi, repitiendo tres veces: “Que Alá me honre con el martirio”. En otra entrevista, con la televisora al-Jazeera, dijo que Israel buscaba causarle daño físico. “Quieren o matarme, o capturarme, o expulsarme.” Luego, acusó a Washington de complicidad con la estrategia de Israel. Washington tiene una razón particular para su enojo: el atentado destruyó la tercera misión de cese del fuego en cuatro meses de su emisario, el general Anthony Zinni. El secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, dejó claro anoche a quién culparía Estados Unidos. “Seamos claros sobre quién detuvo todo el proceso –dijo–. Fue el terrorismo, el terrorismo que pone como blancos a civiles inocentes.”
Mientras los estruendos de los disparos de tanques y el tableteo de las ametralladoras perforaban la noche, funcionarios palestinos temían que Arafat estuviera en grave peligro. Otros pensaban que Sharon meramente quería humillarlo en los ojos de su pueblo de modo que acuerde con un cese del fuego en los términos de Israel. “Meramente están mandando un mensaje al pueblo palestino –dijo un policía–. Le están diciendo: ‘Este es su líder. Lo podemos matar. Lo podemos arrestar.”
Los tanques se movilizaron atronadoramente en dirección al complejo de Arafat a eso de las 3 de la mañana. Cuando salió el sol, francotiradores tomaron posiciones en tejados cercanos y los tanques y los blindados de personal empezaron a arrasar con las murallas del complejo, arrastrando puertas y faroles en su marcha.
Para media tarde, topadoras blindadas habían abierto cráteres en dos edificios adyacentes a la residencia de Arafat. Blindados de personal estacionaron entonces allí y docenas de soldados se volcaron dentro de los edificios, distribuyéndose en varias oficinas en una cacería de tiradores palestinos.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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