EL MUNDO
› RICHARD CLARKE PUBLICO LAS FALLAS DE INTELIGENCIA
Lo que sabían la CIA y el FBI
Por J. M. C *
Desde Washington
Nueve de la noche del 11 de septiembre de 2001, en la Casa Blanca. El presidente Bush, que había aterrizado dos horas antes en la base aérea Andrews procedente del búnker del mando estratégico de la Fuerza Aérea en Omaha, acaba de dirigirse a su país y al mundo desde el Despacho Oval. Después del mensaje, reúne a sus colaboradores y les dice: “Quiero que entiendan que estamos en guerra, y lo estaremos hasta acabar con esto. No importa nada más”. En la página 24 de su libro Contra todos los enemigos, en el electrizante y cinematográfico primer capítulo, Richard Clarke, coordinador antiterrorista de la Casa Blanca en aquel momento –lo era desde 1993–, coloca en la cabeza del presidente la gran pregunta de la comisión que investiga el 11-S: ¿cómo pudo haber ocurrido una cosa así?
Según Clarke, “Bush ya sabía entonces que algunos de los secuestradores eran tipos que la CIA sabía que pertenecían a Al Qaida y que estaban en EE.UU. Ahora quería saber cuándo se lo había dicho la CIA al FBI y qué había hecho con esa información el FBI. Las respuestas eran imprecisas, pero quedó claro que la CIA había tardado meses en decirle al FBI que los terroristas estaban dentro del país. Cuando el FBI lo supo, no pudo encontrarlos. Si el FBI hubiera sacado en el programa de televisión a los más buscados de EE.UU. o alertado a los responsables de la aviación civil, quizá toda la célula podría haber sido localizada”. Algunos de los dardos más agudos de Clarke se lanzan contra Louis Freeh, director del FBI desde 1993 hasta el verano de 2001. Según Clarke, en lugar de ser tan sensible a las explicaciones de los sauditas sobre su falta de cooperación, “Freeh debería haber dedicado el tiempo a arreglar el lío en el que estaba el FBI, una organización de 56 reinos de taifas (las 56 ultraindependientes oficinas locales del Buró) sin apoyo de tecnología moderna de información. Podría haber dedicado algún tiempo a la caza de terroristas en EE.UU”.
Al tiempo que crece y se manifiesta la red de Osama, EE.UU. no adopta las medidas necesarias para abordar el reto terrorista, en buena medida fruto –señala Clarke– de las semillas que produjeron algunos errores del final de la Guerra Fría. En la última fase, Clarke cree que Bush consideró “importante, pero no urgente” la amenaza de Al Qaida. Condoleezza Rice “puso cara de oír ese nombre por primera vez” en enero de 2001. Clarke pide una reunión urgente de principals –responsables políticos de primera fila– sobre terrorismo, pero tarda siete meses en conseguirla. Mientras, Wolfowitz cree que Clarke está obsesionado con Bin Laden y que descuida, en cambio, a Saddam Hussein, a diferencia de George Tenet, actual director de la CIA: “A finales de julio de 2001, Tenet y yo estábamos convencidos de que se acercaban una serie de ataques; ‘Es un sexto sentido, pero lo presiento. Va a ser el big one, me dijo Tenet”. Aun así, la CIA pensaba que el golpe no se iba a dar en EE.UU. En todo caso, hasta el 4 de septiembre de 2001 no se reunió el gobierno para abordar específicamente la amenaza. Dijo Clarke: “En alguna parte de la CIA había información de que dos conocidos terroristas de Al Qaida estaban en EE.UU. En alguna parte del FBI había información de que pasaban cosas raras en academias de vuelo en EE.UU. Tenían datos concreos sobre terroristas que hubiera permitido deducir lo que iba a pasar”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.