EL MUNDO
› GEORGE W. Y CHENEY ANTE LA COMISION
Como siameses
Por José Manuel Calvo*
Desde Washington
George W. Bush y Dick Cheney se vieron ayer a puerta cerrada durante más de tres horas con la comisión que investiga el 11-S. “Fue una buena ocasión para compartir opiniones”, dijo el presidente, que aseguró que había contestado “a todas las preguntas”, lo que fue corroborado por la comisión. Y aunque nadie se lo preguntó en la reunión, Bush –más interesado en el futuro que en el pasado y administrando los mensajes que mejor le vienen para su campaña electoral– admitió que no podía descartar que Al Qaida tuviera células activas en EE.UU. “Aún somos vulnerables a un atentado.” La reunión coincidió con un nuevo sondeo que refleja los problemas de imagen de Bush.
“La razón por la que somos vulnerables es que Al Qaida todavía existe, sigue siendo un grupo peligroso y nos odia.” Bush dio pocos detalles sobre la reunión. Aseguró que el clima había sido “cordial”, que las preguntas fueron muchas y que él había contestado a todas, que su asesor jurídico nunca le tuvo que decir que dejara algo sin responder y que sus respuestas se reflejarán en el informe final. Según declaraciones del demócrata Richard Ben-Veniste –el más crítico de los 10– a la agencia AP, la sesión fue muy cordial “y todo el mundo pudo preguntar lo que quiso”. Ni él ni otros entraron en detalles. El republicano Jim Thompson confirmó que no hubo pregunta sin respuesta.
Una vez más, los periodistas quisieron saber por qué Bush tuvo que ir de la mano del vicepresidente a la reunión; una vez más, el presidente no respondió directamente y mezcló el “yo” con el “nosotros”, como si él y Cheney fueran hermanos siameses: “Si tuviéramos algo que esconder, no nos habríamos reunido con ellos. Respondimos a todas sus preguntas. Salí satisfecho de la sesión, porque quería que supieran cómo trazo la estrategia, cómo dirigimos la Casa Blanca, cómo abordamos las amenazas y creo que es importante también que hayan visto nuestro lenguaje corporal, cómo trabajamos juntos”.
El presidente y el vicepresidente no declararon bajo juramento ni existe una grabación o transcripción de lo que dijeron. Dos horas y media después del comienzo, dos demócratas –Lee Hamilton, vicepresidente de la comisión, y Bob Kerry– dejaron la Casa Blanca. La reunión finalizó sin ellos. Es muy probable que las preguntas planteadas ayer no se alejaran demasiado de las que la comisión ha hecho ya en anteriores sesiones: ¿por qué no se dio un sentido de urgencia a las advertencias planteadas por el coordinador antiterrorista de la Casa Blanca, Richard Clarke, ocho meses antes del 11-S? ¿Por qué no se tomó más en serio el informe de inteligencia del 6 de agosto de 2001 en el que se decía que Al Qaida quería atacar en EE.UU., que se habían detectado “modelos de actividad sospechosa coherente con preparativos de secuestros” y que el FBI seguía docenas de investigaciones? También las respuestas se presumen, porque las dio, en su momento, Condoleezza Rice, consejera de Seguridad del presidente: el gobierno asumió como prioridad la guerra contra el terrorismo; estaban en marcha las estrategias adecuadas; había indicios generales, pero nunca hubo señales claras y concretas sobre los atentados de Nueva York y Washington.
La reunión se celebró en la Oficina Oval, con un lleno poco habitual. Por parte de la Casa Blanca, además del presidente y el vicepresidente, estuvo el consejero jurídico, Alberto Gonzales, con dos ayudantes y una persona que tomó notas. Los diez miembros de la comisión también contaban con alguien de su equipo para tomar notas.
Según la encuesta de The New York Times y la CBS, si las elecciones se celebraran hoy, el demócrata John Kerry ganaría con el 46 por ciento de los votos, frente al 44 por ciento de Bush, pero eso si no se presentara el ecologista Ralph Nader. En caso contrario, Bush tendría el 43 por ciento, Kerry el 41 y Nader el 5 por ciento. El apoyo global al presidente se queda en el 46 por ciento, el más bajo desde que llegó a la Casa Blanca: en la edición anterior de este sondeo, hecha en marzo, Bush tenía un 71 por ciento. Los peores datos proceden del frente más abierto, Irak. Sólo el 41 por ciento cree que está manejando bien la situación (49 por ciento en marzo, 59 por ciento en diciembre). Los que piensan que la guerra fue una buena decisión caen al 47 por ciento, y ya hay un 48 por ciento que lo ve como un error. Y si se pregunta si mereció la pena teniendo en cuenta la pérdida de vidas y otros costes, casi el 60 por ciento dice que no. (En otros sondeos recientes los resultados son ligeramente mejores, pero reflejan la misma tendencia.)
*De El País de Madrid. Especial para Página/12.