EL MUNDO
› 41 MUERTOS EN UN NUEVO ATAQUE INSURGENTE CONTRA LOS ALIADOS DE EE.UU. EN IRAK
Saque un número en la cola de la morgue
En los peores atentados desde febrero, 41 personas murieron en sendos ataques en Irak. Las bajas fueron reclutas iraquíes de las fuerzas de ocupación. Y el objetivo, deshacer anticipadamente las fuerzas que EE.UU. espera dejar tras el traspaso de mandos.
Por Angeles Espinosa *
Desde Bagdad
Otro día de luto en Irak. Al menos 41 personas resultaron muertas ayer en sendos atentados en Bagdad y en Yezrib, a unos 80 kilómetros al norte de la capital, en un nuevo golpe a las fuerzas de seguridad iraquíes entrenadas por Estados Unidos. En el primero de ellos, un suicida se lanzó contra un centenar de hombres que esperaban para alistarse en el ejército, dejando 35 muertos y 138 heridos. Es el tercer ataque contra el mismo centro de reclutamiento, en el centro de Bagdad. El primer ministro Ayad Allaui responsabilizó a “países vecinos” de estar detrás de la acción.
El segundo incidente tuvo por objetivo el retén de guardias civiles que vigilaba el consejo municipal y mató a seis de ellos. Aún no eran las 9 de la mañana cuando una fortísima explosión sacudió el centro de Bagdad. Un suicida, que según testigos tenía las “manos atadas al volante”, estrelló su carga mortal contra el centenar de hombres que respondía a un llamamiento del ejército para reclutar a antiguos miembros de las fuerzas especiales. “El todo terreno blanco estaba cargado con proyectiles de artillería”, explicó a los periodistas el coronel Mike Murria del ejército de Estados Unidos. Cuatro obuses permanecían intactos junto al chasis calcinado.
El lugar del atentado, el antiguo aeropuerto de Muzanna, se halla en una de las arterias más transitadas de la capital, junto a la estación de autobuses y taxis colectivos de Alaui, y alberga una base norteamericana y un cuartel del Cuerpo de Defensa Civil Iraquí (ICDC). Como en las otras dos ocasiones en que el lugar ha sido atacado, ningún estadounidense se encontraba en las proximidades. A raíz del coche bomba del pasado febrero, que arrebató la vida a 47 personas, se reforzó todo el perímetro con bolsas con tierra, pero el asesino de ayer se avalanzó contra quienes se agolpaban a sus puertas.
La mayoría de quienes aspiran a un empleo militar proceden de las capas más pobres de la sociedad, sobre todo de la comunidad chiíta, que ante las escasas oportunidades laborales ven en el ejército una de las pocas vías de acceder a un salario. “Ha sido un ataque muy cobarde”, declaró poco después el primer ministro Ayad Allaui, en el lugar del suceso. Para entonces, los propios guardias civiles del cuartel atacado habían recogido los restos calcinados de quienes aspiraban a unírseles en la difícil tarea de pacificar Irak, y las ambulancias habían trasladado a los heridos hasta los hospitales cercanos de Yarmuk y Karj. Alaui responsabilizó del atentado a “países extranjeros que intentan desestabilizar Irak”.
“Se trata de una nueva prueba de que hay partes interesadas en atacar a nuestro pueblo”, aseguró Allaui sin querer especificar a quién se refería. Su ministro del Interior, Falah al Nakib, fue poco más claro en una conferencia de prensa celebrada a media tarde. “Algunos países de la región quieren desmembrar Irak”, dijo y ante la insistencia de los periodistas añadió que no se refería a los que Saddam Hussein declaró un día la guerra (Irán y Kuwait), “sino a otros”. “No son especulaciones; tenemos información sobre sus intenciones”, concluyó sin descartar la instauración de la ley marcial “en caso de que continúe este tipo de acciones terroristas”. El titular de Defensa, Hazem Chaalán, por su parte, anunció una operación conjunta con los servicios del Ministerio del Interior “para cazar a los terroristas casa por casa”. “No van a impedir que nos dirijamos hacia la paz y la estabilidad; vamos a mostrar nuestra firmeza frente a los autores”, manifestó al respecto el primer ministro.
Fuentes diplomáticas occidentales han expresado a esta enviada su preocupación ante la posibilidad de que el nuevo gobierno iraquí declare el estado de excepción el próximo día 30 de junio, cuando Estados Unidos le entregue formalmente la soberanía. “Tanto el presidente, Gazi al Yauar, como el propio Allaui, se han manifestado en ese sentido expresando el riesgo que supondría la supresión de los derechos civiles”, advierte un interlocutor.
Sin embargo, en la calle, muchos se muestran partidarios de esa mano dura que criticaban en tiempos de Saddam. “El nuevo gobierno no es del todo independiente, pero a diferencia de los americanos (sus miembros) saben cómo lidiar con la situación porque son iraquíes y conocen nuestra idiosincrasia; deles dos o tres meses y verá cómo mejora la seguridad”, manifiesta convencido Assad, conductor de una compañía extranjera que se oponía a la rudeza del dictador.
El segundo coche bomba de ayer mató a seis guardias civiles y dejó heridos a otros cuatro en una pequeña localidad cercana a Balad, en el llamado “triángulo sunní”. El ICDC es la principal fuerza de seguridad interna de Irak y con ella los ocupantes intentan combatir la guerrilla que trata de hacer fracasar sus planes para Irak. Pero a medida que se acerca la fecha para la transferencia de poder se agudiza la violencia política. Al menos 180 personas han muerto en los 20 coches bomba que han estallado este mes. De momento, un cartel situado junto al lugar del atentado de Bagdad anunciaba ayer el cierre del centro de reclutamiento “hasta nueva orden”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.