EL MUNDO
› OPINION
El terror está adelante
› Por Claudio Uriarte
¿Está ganando el terrorismo fundamentalista islámico la guerra que libra en Arabia Saudita y el resto de la región del Golfo contra Estados Unidos, las Siete Hermanas del petróleo, fracciones de las Casas Reales y dictaduras dominantes y las bases militares y los superhoteles de cinco estrellas y suites de un millón de dólares la noche con que los espejismos del desierto se representan la modernidad? Es difícil evitar la sospecha de que algo así está sucediendo. Porque, por más que los canales televisivos árabes hablen de la captura de Abdel Aziz al Muqrin y lo identifiquen como el jefe local de Al Qaida en Arabia Saudita, la lógica organizativa de la red de Osama bin Laden indica que hay muchos Abdel Aziz al Muqrin; la horizontalidad organizativa de Al Qaida se basa en la intercambiabilidad indefinida de sus jefes; así: ¿quién sabe si Osama bin Laden sigue vivo?; ¿y qué importa?
Lo que sí importa es que Al Qaida tiene el apoyo de –o, quizás, es– una parte importante de la Casa Real saudita misma, y ese sector –del cual Abdel Aziz al Muqrin probablemente no sea más que un jefe operativo— no ha parado sus ofensivas contra blancos extranjeros desde hace más de un año. 12 de mayo de 2003: triple atentado en Riad contra barrios residenciales de extranjeros; 26 víctimas. 8 de noviembre del mismo año: coche bomba en un barrio residencial en Riad; 17 víctimas. 1º de mayo de este año: ataques contra empresas residenciales en Yanbu; 6 víctimas. 22 de mayo: asesinato en Riad de un alemán; una víctima. 29-30 de mayo: ataque y toma de rehenes en un complejo residencial para extranjeros en Khobar; 22 víctimas. 6 de junio: asesinato de un periodista de la BBC; una víctima. 8 de junio: asesinato de un instructor de EE.UU. en Riad; una víctima. 12 de junio: asesinato de un ciudadano norteamericano en Riad; una víctima. Ayer: asesinato de otro más.
Esto es más que una tendencia; es una escalada. Y no es una sublevación de pobres contra ricos ni una guerra de guerrillas: Osama bin Laden y los suyos, por un lado, no son pobres, y, por otro, es difícil imaginar que Arabia Saudita, uno de los regímenes más feroces, cerrados, violadores de derechos humanos y despectivos de la opinión pública internacional del mundo estaría tan a la defensiva si el conjunto de sus fuerzas armadas, de seguridad e inteligencia fuera el bloque sólido que quisiera parecer frente a una banda de desharrapados y saboteadores. Más bien éste parece el inicio de una guerra civil. Y esa sola semejanza logra el triunfo de los terroristas: que los extranjeros huyan.