Dom 27.06.2004

EL MUNDO

Una amnistía para tratar de apagar el fuego iraquí

El nuevo primer ministro de Irak iniciará su mandato en tres días intentando despegarse de la ocupación angloestadounidense.

Por Patrick Cockburn y Raymond Whitaker*
Desde Bagdad y Londres

Días antes de ser instalado como el primer ministro interino de Irak, Iyad Allawi ha expresado comprensión por los iraquíes que han actuado contra la ocupación liderada por Estados Unidos “por desesperación” y dice que planea ofrecerles una amnistía. En una nota exclusiva para este diario antes de la devolución oficial de soberanía el miércoles, Allawi trata de poner distancias con sus patrocinadores, George W. Bush y Tony Blair. Critica implícitamente la decisión estadounidense de disolver el ejército iraquí inmediatamente después de la guerra, advierte que la democracia iraquí “no debe ser una réplica de un modelo importado de Estados Unidos, Gran Bretaña o... cualquier otro país” y subraya que el mundo debe cumplir sus compromisos de ayuda económica.
La novedad más sorprendente, sin embargo, es el comentario del primer ministro interino de que su gobierno “hará una clara distinción entre aquellos iraquíes que actuaron contra la ocupación por desesperación y los terroristas fundamentalistas y criminales extranjeros cuyo único objetivo es matar y tullir a iraquíes inocentes y lograr que Irak fracase”. El plan será “abordar al primero de los grupos en un esfuerzo de reconciliación nacional e invitarlos a unirse a nosotros en un nuevo comienzo para construir juntos el futuro de nuestro país, al tiempo que aislar y derrotar al segundo grupo”. Para lograr esto “estamos trazando planes para amnistiar a los iraquíes que respaldaron la llamada resistencia sin cometer crímenes”.
Incluso algunos miembros y unidades de las nuevas fuerzas de seguridad se han unido al levantamiento contra los invasores. Las palabras de Allawi parecen apuntadas no sólo a tranquilizarlos, sino a explotar una ruptura que se está ensanchando entre los oponentes a la ocupación.
Los insurgentes mataron ayer al menos 32 personas en el centro de Irak, y un grupo liderado por Abu Musab al-Zarqawi, acusado por Washington de vínculos con Al-Qaida, dijo que había secuestrado a tres trabajadores turcos y amenazó con decapitarlos. Pero las tomas de comisarías y los asesinatos de tantos policías iraquíes están creando una contrarréplica a la insurgencia islamista. Predicadores tanto chiítas como sunnitas han repudiado la muerte de 100 iraquíes en una ofensiva coordinada lanzada por insurgentes el jueves y han expresado su temor de que extranjeros hayan secuestrado a la resistencia.
La furia contra los ataques a la policía es un punto a favor de Allawi, quien ha prometido restaurar el orden. Incluso Moqtada al-Sadr, el clérigo chiíta radicalizado cuya milicia ha estado combatiendo a las tropas estadounidenses desde fines de marzo, repudió a los “terroristas y saboteadores”. También ofreció ayudar a la policía a proteger edificios gubernamentales, hospitales, oleoductos e infraestructuras. En Faluja, contemplada como un semillero sunnita, un grupo armado está haciendo claro que cree que los ataques suicidas contra blancos iraquíes están desprestigiando a su movimiento y dice que desescalará por ahora sus ataques contra tropas estadounidenses.
Un asesor de Allawi declaró: “Es muy importante distinguir entre aquellos que resistieron a los ocupantes por su desesperación y quienes están buscando de manera genuina desestabilizar el país a través del terrorismo. Un ejemplo del caos a donde lleva la etiquetación ciega de las personas es el desbande de posguerra de la totalidad del ejército porque se los consideraba a todos como leales a Saddam. Todavía estamos sufriendo las consecuencias”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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