El ex general y golpista paraguayo Lino Oviedo será detenido por las autoridades paraguayas a su llegada a Asunción, hoy al mediodía, luego de haber estado cinco años prófugo de la Justicia paraguaya, cuyo fuero militar dictó el sábado último una orden de arresto para que cumpla una condena pendiente de 10 años, impuesta por una corte marcial por el intento de golpe de Estado contra el entonces (1996) presidente Juan Carlos Wasmosy. Tras haberse asilado primero en Argentina durante el gobierno de Carlos Menem, y luego en Brasil, Oviedo retorna, acompañado de una comitiva de asesores de su partido Unión Nacional de Ciudadanos Eticos (Unace), con intenciones presidenciales. El caudillo es imputado también por el asesinato del vicepresidente José María Argaña y de manifestantes antioviedistas en una plaza de Asunción en marzo de 1999, en lo que la historia del país conoce como el “marzo paraguayo”. A su vez, tres colaboradores de Lino Oviedo –uno de ellos acusado de desvío de fondos estatales– volverán también a Paraguay, y se presentarán ante la Justicia.
El arribo de Oviedo al aeropuerto asunceño se hará bajo estrictas medidas de seguridad, por temor a choques entre sus simpatizantes y sus detractores, muchos de ellos familiares de los ocho muertos del “marzo paraguayo”. Inicialmente, Oviedo sería remitido a la prisión militar de Viñas Cué, si bien no se descartó ayer que termine en el fortín militar de Lagerenza, situado en la frontera con Bolivia. Según el general Porfirio Ramírez, presidente del Superior Tribunal Militar, con esta decisión el gobierno busca evitar que Oviedo entre en contacto con sus seguidores, como ya ocurriera en anteriores detenciones, ya que Lagerenza es de difícil acceso. Ramírez advirtió que la Unace, el partido de Oviedo, está entregando dinero y vehículos a sus adherentes de barrios marginales, y cuestionó la necesidad de “movilizar a tanta gente si va a venir en forma pacífica”.
Oviedo, quien en declaraciones a un diario brasileño sostuvo que quería recuperar sus derechos políticos para presentarse a la candidatura presidencial del 2008, y cree que ello será posible, porque “la Justicia reivindicará mis derechos y se reivindicará a sí misma”, y recordó que el Congreso paraguayo destituyó este año a seis de los nueve jueces de la Corte Suprema por “mal desempeño” de sus funciones. Con toda la maquinaria del Unace en movimiento, parecen lejanos aquellos días en que su nombre encabezaba escandalosos titulares y generaba tensiones diplomáticas entre países vecinos como Argentina, Brasil y Paraguay. Cuando sus apariciones y desapariciones eran controladas por el servicio de inteligencia argentino, y Carlos “Chacho” Alvarez, entonces vicepresidente, denunciaba su estancia en Corrientes. O durante su exilio en Brasil, en agosto del año pasado, cuando un foto suya, junto a Luis Inácio Lula da Silva y el entonces recién asumido presidente paraguayo Nicanor Duarte, en el acto oficial de inauguración de la central de Itaipú, causó estupor y asombro, sobre todo porque pesaba sobre su cabeza una orden de detención del gobierno paraguayo.
El año pasado, Oviedo declaró en una entrevista del diario Folha de Sao Paulo que regresaría al poder “con la misma fórmula que Juan Domingo Perón en Argentina: por medio de un presidente muletto”. Declaraciones controvertidas como esta parecen ser parte del pasado. No sólo Oviedo vuelve voluntariamente, también lo hacen el general José Segovia, su ex ministro de Defensa, acusado de desvíos de fondos públicos, Víctor Pappalardo, ex secretario general del ministro de Defensa, ambos exiliados en Uruguay, y el ex opositor del Unace, Max Narváez, exiliado en Argentina. Como las golondrinas después del invierno, los oviedistas regresan.