Vie 24.09.2004

EL MUNDO  › ANGUSTIA POR ANUNCIOS DE LA MUERTE DE LAS ITALIANAS

La guerra de las dos Simonas

Por Enric González*
Desde Roma

La suerte de Simona Pari y Simona Torretta, las dos cooperantes secuestradas en Irak, causaba anoche una angustia profunda en Italia. Un comunicado de Organización de la Yihad anunció de madrugada que habían sido degolladas. Horas después, otro comunicado, de los Seguidores de Al Zawhari, el grupo que reivindicó el secuestro el pasado día 11, ratificó la noticia: “El video de la decapitación de las rehenes será emitido muy pronto”. El gobierno de Silvio Berlusconi, sin embargo, consideró que los mensajes carecían de credibilidad y los calificó de “terrorismo mediático”.
Las familias de las dos Simonas se aferraban a las últimas esperanzas mientras en el país se extendía el pesimismo. El gobierno italiano, de forma oficial, se proclamó escéptico sobre la autenticidad de las reivindicaciones. En privado, sin embargo, varios ministros dijeron tener poca fe en un desenlace feliz. El viaje del ministro de Asuntos Exteriores, Franco Fra- ttini, a varios países del Golfo para pedir la liberación de las mujeres, no había tenido consecuencias positivas. No se había detectado al grupo secuestrador, lo que impedía sobornar a alguno de sus miembros, como se hizo en el caso de los tres guardaespaldas italianos liberados en abril por soldados estadounidenses. Y, a diferencia de otras tomas de rehenes en Irak, los secuestradores no habían publicado videos o fotografías de Torretta y Pari en cautiverio.
El primer comunicado sobre el presunto asesinato de las dos Simonas, como son conocidas en Italia, apareció minutos después de la medianoche, hora iraquí, en una página de Internet dedicada a la propaganda islamista: “El veredicto de Dios ha sido cumplido sobre las dos italianas a través del degüello, después de que el vil Berlusconi se haya negado a escuchar nuestra única reivindicación, la retirada de las tropas italianas de Irak”. El segundo comunicado, aparecido hacia las 10 de la mañana, acusaba a las dos víctimas de colaborar con el espionaje italiano y aseguraba la inminente emisión de imágenes del degüello y decapitación. Las familias Torre- tta y Pari, hundidas por la larguísima espera de noticias, afirmaron que no perdían la esperanza. A las 8 de la noche comenzó una “sentada por la paz y por la liberación de los rehenes” frente al palacio Chigi, sede de la presidencia del gobierno.
El secuestro de las dos Simonas tocó, desde el primer momento, un nervio muy sensible en la sociedad italiana. Los asesinatos de otros dos rehenes, el guardaespaldas Fabrizio Quattrocchi, el 14 de abril, y el ejecutivo publicitario y periodista Enzo Baldoni, el 25 de agosto, no provocaron tanto horror como el ataque contra esas dos mujeres tan similares, ambas con el mismo nombre, ambas de 29 años, voluntarias de la organización “Un puente a...” y dedicadas a ayudar a los iraquíes. Fueron apresadas el 11 de septiembre por un grupo paramilitar muy bien organizado, que irrumpió en la sede de la ONG buscándolas a ellas, como italianas, y se llevó también a dos empleados iraquíes.
Simona Torretta, romana, huérfana de padre, antropóloga, viajó a Bagdad por primera vez en 1994 y en 1999 se estableció en la ciudad de forma definitiva. Pocos días antes del secuestro había enviado a sus dos hermanas y a su madre un correo electrónico en el que aseguraba sentirse “segura” en Irak. Simona Pari, de Rimini, hija de dos prestigiosos abogados, licenciada en Filosofía y periodista durante varios años, trabajó en Afganistán, Kosovo, Albania y Montenegro para la organización Save the Children, y en primavera del pasado año viajó a Bagdad con la ONG “Un puente a...”.
La “noche blanca” del sábado pasado, en la que todo permaneció abierto en Roma y en cuyos múltiples festejos participaron dos millones de personas, fue formalmente dedicada a Torretta y Pari. Las familias fueron invitadas a la sede de la alcaldía y recibieron miles de muestras de solidaridad. Durante las casi dos semanas de secuestro se celebraron manifestaciones, se recogieron firmas, se movilizó la comunidad islámica italiana y se hizo todo lo que la sociedad podía hacer. La oposición cerró filas con el gobierno e incluso los más opuestos a la guerra de Irak reconocieron que no se podían retirar las tropas por el chantaje de un grupo terrorista. Todo el Parlamento formuló un ruego de compasión a los secuestradores que no obtuvo respuesta.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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