EL MUNDO
“¿Cuánto debemos soportar para mantener un lugar y sobrevivir?”
Esa es una de las preguntas que plantea una nueva versión de Antígona, de Jean Anouilh, que dirige Dora Milea en La Carbonera.
› Por Hilda Cabrera
En torno de una rebeldía con fundamento gira el drama de la joven Antígona, uno de los personajes cumbre del griego Sófocles (496-406 a. de C) que fue reinterpretado de modo singular por el dramaturgo francés Jean Anouilh (1910-1987) en su obra Antígona, de 1942, que en versión y puesta de Dora Milea puede verse en La Carbonera, de Balcarce 998, los lunes a las 20.30. En su obra, Sófocles mostraba a la hija menor de Edipo rebelde a la prohibición de su tío Creonte, rey de Tebas, de enterrar el cadáver de su hermano Polinices, caído en guerra fratricida con Esteocles y expuesto en la ciudad a modo de contención para la masa no sometida al rey. Creonte es allí el personaje “de retórica sofística”, incapaz de entender la actitud de la joven, sinónimo de mujer heroica pero no perfecta para los cánones de una época que no admitía semejante altivez. Anouilh toma ese famoso contrapunto de caracteres entre Creón (así lo denomina el autor francés) y Antígona, pero con matices. Se abstiene de subrayar el rencor del tío para con los ascendientes más cercanos a Antígona (Lábdaco; Layo y Yocasta; Edipo y Yocasta). Considerado un innovador en su época, Anouilh inició su actividad en el Théâtre de L’Atelier, dirigido por André Barsaq, escenificando historias que fueron agrupadas como “piezas negras, rosas y chirriantes”.
Entre las “negras” figura su Antígona, protagonizada ahora en La Carbonera por Ana Yovino y Antonio Ugo, artistas dedicados totalmente a la escena, aun cuando Ugo realizó incursiones en la TV, un medio que le atrae –dice– “siempre que se lo respete”. Algo que no ocurrió en una convocatoria reciente para Los machos: “Me ofrecieron un pago irrisorio, humillante, dentro de lo que se acostumbra en ese ámbito”, cuenta. Intérprete galardonado, Ugo se lució últimamente en El cuidador, de Harold Pinter, dirigido por Lorenzo Quinteros. Actualmente, integra el elenco de La novia de los forasteros, un nuevo estreno en el Teatro San Martín. Por su lado, Yovino participó meses atrás del elenco de Que supimos conseguir, conducido por Rubens Correa; continúa en el Ciclo Exilios que se ofrece en el Teatro del Pueblo y ensaya una pieza de autor croata junto al director Manuel Iedvabni. En la puesta de Antígona, Yovino y Ugo son acompañados por Pablo Finamore (Hemón), Laura Bogani (Prólogo), Ana Riveros (Ismena), Martín Urbaneja (Guardia) y Susana Zoppi (Nodriza). El diseño de iluminación pertenece a Leandra Rodríguez, el escenográfico a Ignacio Riveros, el vestuario a Sofía Dinunzio y la música y sonorización en vivo, a Nicolás Diab.
Una de las propuestas centrales hecha por la directora Milea al elenco fue la de “no mostrar a una Antígona convertida en heroína”, sino a una joven que, desobedeciendo una imposición que cree injusta entierra, de modo precario, el destrozado y hediondo cadáver de su hermano. Luego de una narración que ubica al espectador, la puesta de Milea se inicia con el diálogo entre Antígona y la Nodriza. Lo que se destaca en esta versión es –en opinión de Yovino– “qué le pasa interiormente a esta chica que acaba de enterrar a su hermano en un descuido de los guardias y sabe que por eso será condenada a una muerte horrorosa. En esos momentos su sensibilidad pasa también por la despedida de un paisaje que ella conoce, pero ve con nuevos ojos después de esa acción”. Antígona describe un paisaje de madrugada, que de gris pasa a rosa y amarillo y verde: “Se le agudizan los sentidos, busca a su nodriza, a la que quiere, y se siente llena de miedos. Quiere vivir, pero no dentro de un orden que va en contra de lo que ella cree debe ser la vida”, resume la actriz, en diálogo con Página/12, junto a Antonio Ugo.
La joven conserva aún la libertad de poder negarse, mientras que Creón ha perdido esa independencia: “Mi personaje se ve enfrentado al dilema de establecer un orden en una ciudad destruida por una guerra civil. Está convencido de que toda la familia de Edipo ha sido marcada por la tragedia”, puntualiza el actor. “Este rey anuncia que aquella época terminó, que es hora de gobernar de otra manera, aunque sabe que sólo cuenta con un poder ganado con sangre y con un pueblo embrutecido. Sus argumentos parecen tan sólidos como los de Antígona. Sin embargo, al desatarse la tragedia, es probable que el espectador se pregunte para qué sirvieron tantas razones.” Es que en esa oposición existen diferencias abismales. Creón “es el personaje que se acomoda a las circunstancias que lo benefician”, en tanto que la hija menor de Edipo “quiere todo aquello que se ajuste a su idea de justicia”. Comportamientos que, por otra parte, se observan a toda edad: “Ismena, la hermana apenas mayor de Antígona, le pide que reflexione, que obedezca la oportunidad que le da Creón para poder seguir viviendo”, apunta Yovino. Pero esa mansedumbre de Ismena es ajena a Antígona: ella no acepta que su hermano permanezca insepulto. “Ante este cuadro, uno se pregunta por qué los demás personajes aceptan tranquilamente esa situación. ¿Tienen conciencia de las cosas a las que renuncian?”, se pregunta el actor. “No hay duda de que la conducta de la muchacha trastornará a una ciudad dominada por el miedo.” Cuando Antígona reflexiona sobre el lugar, tan cómodo, que le quiere asignar Creón, aconsejándole que desista de su actitud y se case con el enamorado Hemón (hijo de Creón al que Antígona ama), sus cavilaciones se emparentan –según Yovino– con las que surgen hoy sobre “qué y cuánto debemos soportar todos los días para mantener un lugar y poder sobrevivir”: “La furia de Antígona es la de los que rechazan ese acostumbramiento y esas reglas que nos indican a quién sonreír y a quién no; las que nos inducen a dejar morir a alguien y apartar la mirada de aquel que nos necesita, pero no puede ofrecernos a cambio algo material”.
La obra describe un panorama
deshumanizador: se utilizan con frecuencia las palabras bruto, tirano y carnicero. “Gente que también hoy existe, pero bajo una capa de refinamiento”, observa Ugo. Para Yovino, la mayoría de las personas tiene más de Creón que de Antígona: “En general –dice–, tratamos de arreglarnos de la mejor manera posible para sobrevivir. Muy pocos son capaces de luchar contra lo que sienten injusto”.